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  • Montenegro: “La primera lección de la economía es la escasez. La primera lección de la política es ignorarla”

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 23/11/2025 07:40

    Maximiliano Montenegro cerró anoche el Ciclo de Charlas Periodísticas 2025 con una exposición aguda sobre “la economía después de las elecciones”, donde advirtió que la Argentina transita un delicado equilibrio entre la escasez, la incertidumbre y la necesidad de reconstruir confianza. En el octavo piso del Hotel Howard Johnson Mayorazgo, el periodista y economista Maximiliano Montenegro (Ahora Play/La Nación+) brindó una disertación titulada “La economía después de las elecciones”, y en este caso cerró la edición de este año del Ciclo de Charlas Periodísticas 2025 organizado por ANÁLISIS junto con Canal 9 Litoral, Radio Plaza y Howard Johnson Mayorazgo. Habló durante más de 80 minutos, solamente con las pausas que se dieron ante cada pregunta del público, después de una primera parte de casi una hora, donde nadie se movió de su butaca, cautivado por los cientos de datos que aportó el periodista. Nahuel Amore, de Ahoratv Entre Ríos, fue el presentador del expositor, quien desplegó un diagnóstico sin eufemismos sobre la economía argentina, describiendo un tablero donde conviven la incertidumbre estructural y los desafíos de gobernabilidad. Ante un auditorio atento y diverso (aunque sin funcionarios pùblicos, ni legisladores ni referentes judiciales), Montenegro afirmó que “la primera lección de la economía es la escasez. La primera lección de la política es ignorarla”. Esa frase se transformó en un eje central de su exposición. Con un lenguaje claro, apoyado en datos recientes y comparaciones históricas, delineó un escenario en el que los precios relativos todavía están en reacomodamiento, mientras la puja sectorial añade capas de complejidad a las decisiones del gobierno. En su análisis, subrayó que la Argentina enfrenta un desafío doble: reconstruir la credibilidad fiscal y, al mismo tiempo, sostener el entramado productivo en un contexto de caída del poder adquisitivo. Con una mirada que combinó rigor periodístico y sensibilidad política, Montenegro -que por primera vez dio una charla en Paraná, aunque antes había disertado en Gualeguaychú y Crespo, en los últimos años- sostuvo que “la macro no se estabiliza solo con números, sino con confianza, y la confianza se gana mostrando un rumbo coherente”. Su exposición dejó resonando en la sala la idea de que el país está frente a un delicado equilibrio entre urgencias sociales y reformas estructurales. Un equilibrio que, según él, solo puede resolverse con acuerdos amplios, información transparente y una pedagogía económica capaz de acompañar a la ciudadanía en un proceso inevitablemente arduo. Montenegro es licenciado en Economía por la UBA. Tiene una carrera muy amplia en medios: trabajó en diarios gráficos como Página/12, El Economista y Crítica. En radio participó en ciclos reconocidos junto a figuras como Jorge Lanata y Fernando Bravo, y en televisión integró programas como Tres Poderes, entre otros. Es autor del libro “Es la economía, estúpido”, publicado por Editorial Planeta en 2011, donde analiza decisiones, tensiones y estrategias de la política económica argentina en los años del kirchnerismo. Actualmente conduce programas vinculados a economía en Ahora Play y en La Nación+ y dirige el sitio PlanM.com.ar. También es columnista económico en medios como El Cronista y brinda conferencias para empresas y organizaciones. A lo largo de su trayectoria ha recibido distintos reconocimientos, entre los que se destacan el Diploma al Mérito 2017 de la Fundación Konex. Dos Martín Fierro por Lado Salvaje (2007-2008), el premio TEA por su labor en Día D, el premio Eter como mejor columnista especializado (2005) y el premio Citibank al periodismo económico en gráfica (1993). Su enfoque se caracteriza por un análisis crítico y directo sobre la macroeconomía nacional. La charla Exactamente a las 20.15, Montenegro se sentó en su lugar de expositor y trazó un mapa conceptual de la coyuntura argentina y planteó un diagnóstico con consecuencias políticas, económicas y estratégicas para los próximos años. Sin estridencias y con un enfoque que definió como “distanciado de las grietas”, reforzó su posicionamiento como analista que busca -según dijo- “leer la realidad en su integralidad”. Desde esa premisa, ordenó su exposición alrededor de una tesis principal: “La Argentina enfrenta una restricción macroeconómica que se ha vuelto incompatible con la estabilidad política”. Y que el actual gobierno, con todos sus interrogantes, llegó con el único mensaje posible para un país sin moneda, sin reservas y sin financiamiento: “No hay plata”. Así, abrió el análisis con una suerte de “pronóstico meteorológico económico”. Avizoró una “alta probabilidad de crecimiento para 2025” y también de “estabilidad cambiaria en línea con la inflación”, aunque advirtió que en la Argentina “los cisnes negros globales conviven con los propios”. Su afirmación más inquietante estuvo dirigida al sistema político: “En Argentina, la probabilidad de que un gobierno fracase es altísima”, afirmó. Una combinación de historia reciente, fragilidad fiscal y expectativas deterioradas explica por qué en 2015, 2019 y 2023 el oficialismo perdió las elecciones consecutivamente. Para Montenegro, se trata de algo más profundo que ciclos electorales: es el síntoma de una “dinámica de crisis ya endógena”. Expresó que la “probabilidad de que el dólar se mantenga estable acompañando a la inflación, es decir, que no haya un salto cambiario también es una probabilidad alta: 80-90%. La probabilidad de que (Javier) Milei deje de insultar, 10%. Eso es así”. “Probabilidad de que haya algún imprevisto que es parte de la rutina de la Argentina, esto es que todos pensamos que va a ocurrir A y de golpe ocurre B, no lo sabemos. Digamos, hay cisnes negros en todo el mundo. Y en la Argentina, además de los cisnes negros que pueda haber en el mundo, genera sus propios cisnes negros. Y en general, si uno mira cualquier gobierno que llega a la Argentina, la probabilidad de que fracase es altísima”. “Digamos, la probabilidad de que ese gobierno termine en una crisis pidiendo la toalla para llegar al final de mandato es altísima. Y, de hecho, por eso fíjense lo que ha pasado. Con los últimos oficialismos, no que no pudieron continuar. En 2015 cambio de gobierno; 2019 pierde el oficialismo; 2023 pierde el oficialismo; porque la crisis en la Argentina se ha vuelto efectivamente tan acelerada que ya no es solamente el pasado, el 2001 o el 89 que pesan sobre los gobiernos, sino ya es el pasado más reciente”. “No, es que hay una probabilidad muy alta de que los gobiernos fracasen, eso lo tienen en la mente la mayoría de la población o los agentes económicos, y eso condiciona las decisiones del gobierno de turno, cualquiera sea. Yo creo que este gobierno, Milei llega con un mensaje muy fuerte, que es la primera lección de la economía”, acotó. “La primera lección de la economía y la primera lección de la política” El núcleo conceptual de la charla llegó con una idea simple pero potente: “La primera lección de la economía es la escasez. La primera lección de la política es ignorarla”. Mientras países con monedas fuertes pueden financiar su déficit -Estados Unidos, Brasil, Chile, Perú, Uruguay, Colombia- la Argentina carece de financiamiento y de moneda. Por eso, cuando Cristina Fernández preguntaba “por qué no podemos emitir como Estados Unidos”, Montenegro fue tajante: “No somos Estados Unidos. Tampoco somos Brasil”. Desde allí enlazó su tesis sobre el mensaje central del actual gobierno: reencontrar a la política con la restricción presupuestaria. No como un imperativo ideológico, sino como “condición mínima de gobernabilidad”. “Uno puede discutir eso, por ejemplo, en Estados Unidos. Pero es Estados Unidos que tiene déficit fiscal y emisión monetaria, pero tiene una moneda y tiene financiamiento. Los norteamericanos tienen un billón de dólares en manos de extranjeros de todo el mundo, es decir que los extranjeros financian al gobierno de Estados Unidos y 8 billones, estamos hablando de 10 PBI de la Argentina, de emisión de bonos del Tesoro de los Estados Unidos que compran los principales países del mundo y los guardan en sus reservas. Es decir, que Estados Unidos se puede dar el lujo, por lo menos transitoriamente, de ignorar la primera elección de la economía, como hacen en general todos los políticos, porque tiene financiamiento y tiene moneda, y esa moneda la demanda todo el mundo y todo el mundo financia”. “¿Cuál es el principal acreedor de Estados Unidos? El país que más bonos del Tesoro tiene y financia Estados Unidos, China, en sus reservas. Pero Argentina, como ustedes saben, no es eso. Por eso, cuando Cristina Fernández preguntaba “por qué no podemos emitir como Estados Unidos”, Montenegro fue tajante: “No somos Estados Unidos. Tampoco somos Brasil, que tiene déficit fiscal”. Desde allí enlazó su tesis sobre el mensaje central del actual gobierno: reencontrar a la política con la restricción presupuestaria. No como un imperativo ideológico, sino como “condición mínima de gobernabilidad”. “Ordenar la macro: condición necesaria, pero no suficiente” El periodista y economista evitó la evaluación de gestión. “No sabemos aún si Milei logrará ordenar la macro”. Y enmarcó el proceso en una perspectiva histórica regional. Recordó el emblemático caso del Perú: La estabilización la realizó “Alberto Fujimori”, a quien caracterizó como “un gobernante nefasto”, pero cuyas reformas -equilibrio fiscal, independencia del Banco Central, prohibición de emisión, diseño de un régimen económico estable- permitieron que “Alan García”, responsable de la hiperinflación previa, volviera al poder en 2006 gobernando con 3% de inflación. La conclusión de Montenegro fue directa: “Ordenar la macro no garantiza buenos gobiernos; garantiza que puedan gobernar”. “Y ordenar la macroeconomía argentina es la condición necesaria ¿para qué? Para poder gobernar. Ya no les estoy planteando para que haya inversiones, para que la Argentina pueda encontrar un camino de desarrollo, sino para que un gobierno pueda concluir un mandato y aspirar tal vez a un segundo mandato. Lo que hemos visto en la dinámica de crisis de los últimos 10 años es que los oficialismos llegaban al final de su mandato pidiendo, tirando la toalla y denunciando movimiento de destituyente. Le pasó a Cristina en el 2013, cuando pierde con (Sergio) Massa. Le pasó a (Mauricio) Macri desde el 2018 cuando se le desbandan toda la variable. Le pasó a Alberto Fernández después de la pandemia y después de la fiesta en Olivos. Entonces, ordenar la macro, que lo han podido hacer todos los países de la región menos Venezuela, es lo que plantea la posibilidad, de que en la Argentina pueda haber alternancia política de gobiernos que puedan ofrecer más liberalismo, más intervencionismo, lo que sea, pero que puedan gobernar”. “Lo que quedó de manera muy patente en el último gobierno -y fue una novedad- es que por primera vez el peronismo, la sensación de la sociedad, no era lo que discuten los canales de televisión, de las causas de Cristina. sino que esto no saben cómo carajo hacer para llegar a fin de gobierno. Pues se les disparó la inflación arriba del 200%, se quedaron sin reservas en el Banco Central, pese a que tuvieron 2 años consecutivos de superávit comercial -35 mil millones de dólares-; una transferencia fenomenal de esos dólares al sector empresario, licuación absoluta de los salarios reales, rentas extraordinarias por parte de los sectores transables, aquellos que accedían al dólar oficial cuando tenían 3 veces más alto el dólar paralelo. Y una situación en la cual estaban pidiendo la toalla para llegar a la elección y que terminara el mandato”. En ese contexto, destacó: “Ordenar la macro no significa que este gobierno tenga que ser necesariamente bueno. Todavía no sabemos si Milei va a lograr ordenar la macro o no, o si va a fracasar como han fracasado en otros procesos de estabilización, distintos intentos: el plan Austral en el 85, el plan de convertibilidad en el 91. Y no significa que un gobierno pueda ser bueno o malo, significa que esa es su prioridad y esa es su asignación”. Luego, preguntó genéricamente ¿quién ordenó la macro en Perú? “Por eso todos hablan del modelo peruano”. Y aclaró que Perú tiene una distribución de ingreso pésima, recordó que pasaron cinco gobiernos distintos en tan solo dos años, todos con denuncias de corrupción. “La inflación es del 3% y están llenos de reserva del Banco Central. Tienen malos gobernantes, pero no están discutiendo la próxima devaluación o si la inflación se les dispara el 200% cosa que no te permite gobernar”, destacó. “En todo caso tienen malos gobernantes, por eso no pueden gobernar. O corruptos o lo que fuera. El que hizo el cambio de régimen en Perú se llamó un gobernante nefasto, Alberto Fujimori. Llega Fujimori con la hiperinflación de Alan García, que era como un Alfonsín, pero más joven, con una oratoria espectacular, canchero”. “Los sectores progresistas en la Argentina querían a un Alan García. Se le desbandó todo: hiperinflación… llega Fujimori, que era un Menem recargado. Estabiliza la economía peruana, con algunas reglas básicas de equilibrio fiscal, independencia del Banco Central por Constitución, cero emisiones, privatizaciones, todo lo que sea… pero ordena y hace un click en la economía peruana. Y eso permite que Fujimori huya, como ustedes saben, en el 99 huye a Japón porque tenía denuncia de corrupción, delitos de lesa humanidad, asesinatos, soborno… Huye a Japón. Y en el 2006 vuelve a ganar Alan García, que era impensado que pudiera ganar, después se había ido con la hiperinflación, pero bueno, estabilizado en la economía, le dieron una chance más a Alan García. Vuelve Alan García y en el periodo 2006-2011, que coincide con el período del primer mandato de Cristina, gobierna con 3% de inflación anual. Estabilidad total cambiaria, crecimiento 4 o 5% anual. Después, Alan García se suicida, por el caso Odebrecht, lo va a buscar la policía, denuncia de corrupción. Bueno, otra discusión. ¿Qué quiero decir con esto? Cuando estoy diciendo que hay una tarea que es fundamental para este gobierno, que es ordenar la macro. No estoy diciendo, miren que buen gobierno que podemos tener con Milei. Pero, Milei entendió cuál es la prioridad del momento para que, en la Argentina -entre otras cosas- en el futuro (no pensado desde el punto de vista Milei, porque como todos los gobernantes argentinos, querrá quedarse de por vida), pueda haber alternancia política”. “Dicho de otra manera, en esta coyuntura en la Argentina no puede haber alternancia política, porque si llega mañana Milei dice: "me cayó mal… No sé, me cayó mal. Les entrego la llave, gobiernen en un peronismo que terminó como terminó en el 2023, la corrida cambiaria, que fue récord en esta elección, termina convertida en una corrida bancaria y terminamos en un 2001, y se lo llevan puesto al peronismo, a las instituciones, a todo”. “Yo creo que hay sectores del peronismo que esto lo entienden. Por eso dicen, bueno, a ver si éste le emboca, ordena y podemos pensar hacia adelante que haya alternancia política en Argentina. Además, es importante que Argentina ordene la macro porque hay una oportunidad histórica para la Argentina que tiene que ver con que el mundo demanda lo que la Argentina produce, el mundo demanda alimentos y Argentina es un gran productor de alimentos”, destacó Montenegro. “Un país con potencial, pero atrapado en su desorden” El expositor dedicó parte de su intervención a un recorrido sectorial sobre las oportunidades estratégicas del país: * Agroindustria: capaz de exportar USD 50.000 millones. * Energía: Vaca Muerta pasó de un déficit de USD 5.000 millones a un superávit de USD 5.000 millones, con estimaciones de USD 25.000 millones hacia 2030. * Minería: Argentina exporta USD 6.000 millones; Chile, USD 40.000 millones. El FMI proyecta para 2030 una potencialidad argentina de USD 30.000–35.000 millones. * Economía del conocimiento: hoy exporta USD 8.000 millones; podría triplicar. * Turismo y construcción “subexplotados por la inestabilidad macro. Para Montenegro, el diagnóstico es inequívoco: “la Argentina tiene dólares potenciales, pero carece de las condiciones para que lleguen”. Y una vez que los dólares lleguen, la discusión de fondo será otra: “Qué estructura productiva y qué tipo de empleo quiere sostener el país”. Recordó que la Argentina, a diferencia de Chile, Perú o Uruguay, tiene una matriz industrial diversificada que necesita protección estratégica para no ser arrasada por los bienes manufacturados chinos. En un mundo donde la política industrial volvió a ser la norma, no una excepción, la idea de “abrirse irrestrictamente” ignora las tensiones del comercio global contemporáneo. “Es decir, en la Argentina, si se ordena la macro, se hacen las inversiones y se da lo que todo el mundo dice que se puede dar en la Argentina, va a haber muchos dólares. Y eso va a plantear otra discusión hacia adelante, que es una discusión, si se quiere, más profunda: ¿qué tipo de economía va a tener la Argentina? Porque la Argentina genera. mucho empleo en sectores que son muy deficitarios en generación de dólares, es decir, gastan más dólares de los que generan. Doy un ejemplo, cuando se venden un millón de autos en el mercado local argentino, tenemos un déficit comercial del sector automotriz autopartista de 10 mil millones de dólares. O cuando tenemos un boom de ventas de electrodomésticos o de bienes durables locales, tenemos por ese sector un déficit comercial de 5 mil millones de dólares”. Para Montenegro “el problema no es Estados Unidos, el problema es China. No hay forma de competir en el sector manufacturero con China, no lo puede hacer Estados Unidos, por eso lo que le está importando a (Donald) Trump es quién domina militarmente al mundo”. “Por eso los europeos ven cómo hacen para cerrarse o para defenderse ante el aluvión de las importaciones chinas. También pasa con otros países del sudeste asiático y en parte de Latinoamérica. A lo que voy es: si la Argentina logra ordenar la macro, sin duda la discusión va a ser qué tipo de transición y qué tipo de empleo vamos a tener a futuro, porque está claro que Vaca Muerta, la minería y el agro, que genera mucho empleo a través de toda la agroindustria… Pero, Vaca Muerte y Minería no generan el empleo necesario para reconvertir el empleo que tenés en distintos sectores industriales”. “También es cierto que, por tener una macro totalmente desordenada, la Argentina tiene una potencialidad enorme en sectores de servicios que están totalmente subexplotados y en algunos casos están parados. Por ejemplo, en la construcción. La Argentina hoy está en el piso histórico de empleo: tiene 100.000 empleos, menos de los que tenía en 2023; tiene una potencialidad enorme cuando se acomode ese sector en la obra privada y también tiene todo por hacer desde el punto de vista de la infraestructura”. “Es decir, uno ve los países que han tenido éxito en el mundo de desarrollo reciente. Ni que hablar China, y no solamente ha sido el boom de exportaciones manufactureras, o en algunos casos de agroindustria, o basados en ciertos recursos naturales con ventaja comparativa; sino también en el desarrollo de infraestructura básica. Argentina tiene una potencialidad enorme, como les decía, en el sector turístico. Que también está totalmente subexplotado respecto a otros países similares, incluso de la región, tiene una potencialidad enorme, como lo decía en la economía del conocimiento, en un montón de sectores de servicios”. La hora lenta de la estabilización Por momentos, la sala quedó suspendida en un silencio atento. No era el silencio de la incomodidad, sino el de la escucha tensa frente a un diagnóstico descarnado pero preciso. Maximiliano Montenegro -uno de los periodistas económicos más influyentes de la Argentina contemporánea- continuó su exposición con una frase que funciona como contraseña para entender el tiempo presente: “En muchas empresas, la ecuación salarial está totalmente licuada”. Desde allí, el recorrido no sería complaciente. Montenegro avanzó, como acostumbra, con una mezcla de datos duros, memoria histórica y lectura política de la coyuntura. La charla -en esta segundo momento- tuvo el tono de una radiografía clínica. Sin estridencias, sin hiperbolizar, pero con la crudeza del que sabe que el país atraviesa un momento decisivo en su largo historial de experimentos económicos. Y su punto de partida fue una obviedad convertida en tragedia nacional: “La Argentina no puede tener déficit fiscal y no puede financiarlo con emisión monetaria”. No hubo matices. “Intervencionistas, liberales, kirchneristas, mileístas o de izquierda: nadie quiere ahorrar en pesos. Nadie le presta a la Argentina”, remarcó. En esa falta de credibilidad financiera -producto de 9 defaults y 22 acuerdos con el Fondo Monetario Internacional- Montenegro ubicó la verdadera raíz de la inestabilidad argentina. El nuevo consenso: menos épica, más reglas A diferencia de otras coyunturas, observó el economista que hoy existe algo parecido a un consenso mínimo. El Gobierno, según Montenegro, “ha instalado muy claramente” la idea de que sin disciplina fiscal no habrá estabilidad duradera. Y esa percepción, que antes despertaba rechazos horizontales, parece hoy más aceptada incluso dentro de la dirigencia política que hasta hace poco defendía posiciones ortodoxamente opuestas. Ese cambio en el sistema político, dijo, responde a un movimiento pragmático del propio Ejecutivo: “Ya no es más la casta. Ahora se negocia con la casta para dar la señal de que la Argentina esta vez tal vez sea diferente”. El objetivo -sugirió- no es construir una reforma refundacional, sino “mostrar goles”, obtener validaciones simbólicas que los inversores locales e internacionales interpreten como un piso de previsibilidad. La discusión sobre el Presupuesto 2026, la reforma tributaria o incluso la reforma laboral aparece, así, menos como un programa transformador y más como un ejercicio acumulativo de señales. Una economía que ha perdido casi todos los anclajes necesita reconstruir lentamente su horizonte; el Gobierno -dijo Montenegro- parece haberlo entendido. La pregunta del ciudadano: “¿Qué va a pasar con mi ingreso?” El moderador introdujo, entonces, la inquietud que define el humor social. Una pregunta que suena en cada familia, cada comercio, cada mesa sindical: “¿Qué va a pasar con mi poder adquisitivo? ¿Se va a recuperar el consumo?”. Montenegro respondió sin atajos: “La recuperación será extremadamente lenta”. Y así repasó un hecho clave: a diferencia del Plan Austral o de la Convertibilidad, esta estabilización no produjo un boom inicial de consumo. Allí donde en los años ´80 y ´90 el congelamiento de precios y salarios generó un shock de ingreso inmediato, hoy ocurrió lo contrario. El plan actual, explicó, debió “sincerar y estabilizar al mismo tiempo”, sin período previo de “vale todo”. Milei asumió con una economía “muy compleja, sin poder político y con precios relativos brutalmente atrasados”. El dólar oficial, recordó, era el más bajo en décadas en términos reales; las tarifas públicas, el combustible, las prepagas y los servicios privados estaban todos por debajo de sus niveles de equilibrio. La corrección de esa distorsión acumulada provocó lo que Montenegro describió como “un proceso muy tortuoso”. Y el costo más visible fue la caída del salario real y el derrumbe de las jubilaciones, pieza central del ajuste fiscal del primer trimestre de 2024. Tras una leve recuperación, esa mejora se estancó. Aun así, la apuesta del Gobierno, dijo, es que el proceso de estabilización permita que la recomposición continúe, aunque de manera casi microscópica. Pero para que eso ocurra, deben encenderse motores que siguen apagados: la construcción privada, la obra pública, el crédito productivo. Sin esas turbinas, el ingreso disponible seguirá anclado en el subsuelo. Un 2026 posible… si la estabilidad se sostiene Montenegro es cauto, pero no pesimista. Observa la posibilidad de un crecimiento en 2025 y 2026 si se consolida la estabilidad. Allí, sectores intensivos en inversión podrían traccionar un PBI que, al menos, compare mejor con el bienio precedente. Pero advierte que los sectores sensibles en empleo -los que marcan el pulso social del país- difícilmente tengan la misma velocidad de recuperación. El proceso, insistió, dependerá más de la macro que de las reformas institucionales. La reforma laboral, por ejemplo, puede ser útil como señal, pero no generará empleo por sí misma: “Si la economía no crece, el empleo no se va a generar” y recordó que en los ´90 la flexibilización convivió con una precarización creciente y, más tarde, con recesión. El verdadero riesgo, según Montenegro, está en “la secuencia de la apertura comercial”. Con un tipo de cambio más competitivo que el de 2023 pero aún insuficiente para compensar costos argentinos elevados -impositivos, financieros, logísticos-, una apertura acelerada puede destruir sectores intensivos en empleo antes de que nazcan nuevos sectores competitivos. Más aún en un contexto global donde China exporta con deflación y vuelca excedentes a precios de liquidación. La sobreoferta importada, alertó, ya está generando distorsiones: “Hay sectores donde los importadores terminaron rematando contenedores porque la oferta explotó”. Eso puede ayudar coyunturalmente a frenar precios, pero erosiona empleo industrial y compromete la sustentabilidad social del modelo. “La destrucción -recordó- siempre es más rápida que la creación”. El superávit fiscal: método, relato y transparencia A esta altura de la exposición, una pregunta del público introdujo un tema central para cualquier observador del FMI o el BID: la calidad del superávit fiscal. ¿Está bien calculado? ¿Es transparente? ¿Es genuino? Montenegro fue directo: “Hay que mirar el resultado primario2. Es decir, el balance entre ingresos y gastos antes del pago de intereses. Ese es, para él, el número relevante para evaluar la salud del programa. Y ese número pasó de un déficit operativo de alrededor de 2,5% del PBI en la gestión anterior a un superávit de 1,5% en la actual. El resto -la discusión por el resultado financiero total- está atravesado por cuestiones técnicas que, a su juicio, no alteran el diagnóstico sustantivo. La capitalización de intereses de la deuda en pesos -fenómeno heredado y hoy aún vigente- es -reflejó- algo nominalmente grande pero no central para evaluar la consistencia fiscal del programa. Lo fundamental, insistió, es que “la sociedad ha hecho un esfuerzo enorme”. La sostenibilidad del superávit dependerá de que ese 1,5% pueda sostenerse cuando las correcciones iniciales ya estén realizadas. La historia argentina está repleta de equilibrios fugaces; la pregunta es si este será uno más o finalmente un punto de inflexión. Entre la paciencia social y la urgencia económica Montenegro logró cautivar al público con un clima analítico que tuvo mucho de pedagógico. Su mensaje dejó flotando una tensión que atraviesa todo programa de estabilización: la macroeconomía exige tiempo, pero la sociedad cada vez tiene menos. El Gobierno -sostuvo- tiene la oportunidad de mostrar consistencia, moderar la velocidad de la apertura y avanzar en reformas que, aunque menores, consoliden señales de normalidad institucional. Si consigue sostener la estabilidad durante varios meses, los motores del crecimiento pueden volver a encenderse. Pero sin empleo y sin mejora del ingreso, el modelo no tendrá aceptación política duradera. La Argentina -concluyó- ha visto muchas veces este dilema. Pero, por primera vez en mucho tiempo, una parte significativa del sistema político parece entender que “la estabilidad no es negociable”. Tal vez, como sugirió Montenegro, esta vez -solo tal vez- el país esté ante la posibilidad de ser diferente. Entre la motosierra agotada y la nueva arquitectura del ajuste La sala estaba colmada de público en general y con una dispar representación generacional. Se observó entre el público a varios dirigentes sociales, empresarios, comerciantes y profesionales; aunque no se sumaron ni los funcionarios del Ejecutivo ni del Poder Judicial, ni los legisladores. Todos tomaban nota en silencio mientras Maximiliano Montenegro, desplegaba un diagnóstico tan crudo como minucioso del presente macroeconómico argentino. No hubo eufemismos: “Dos en obra pública. Es literal: una caída del 80%. Hoy estás gastando dos. El año que viene vas a gastar tres y medio. Es un aumento porcentual enorme, pero seguís totalmente subinvertido”, ejemplificó. Con esa frase -casi un latigazo- abrió el tercer momento de su exposición, que combinó datos duros, historia económica comparada y una lectura política del nuevo orden internacional que condiciona, más que nunca, el margen de acción del país. En un país acostumbrado a pendular entre expansiones artificiales y ajustes traumáticos, Montenegro señaló que el proceso actual ya agotó su fase más simple: “El ajuste inicial lo hicieron los jubilados”. Esa expresión caló fuerte. “La licuación del gasto previsional te dejaba un punto por debajo del promedio histórico. Con el congelamiento se frenó la licuación; ahora, con la fórmula nueva, hubo una recomposición pequeña. Pero, igual achicaste el peso del sistema previsional”, explicó. El economista-periodista añadió otras dos anclas del recorte: los subsidios energéticos y la caída del salario público. “Estaban en 2 o 2,5 puntos del PBI. Hoy continúan bajando, por eso las tarifas siguen corriendo por arriba de la inflación y la inflación no baja al 2% como algunos predicen. Todavía se está reacomodando”. En paralelo, los salarios estatales quedaron un 20% por debajo del nivel de noviembre de 2023 y el plantel nacional perdió cerca de 60.000 empleos. A diferencia de los años ´90, esa contracción no derivó en protestas masivas. Para Montenegro, ese silencio social no es casual: “Tiene que ver con todo lo que pasó… con el agotamiento del modelo previo y con la crisis política y económica acumulada”. El límite de la motosierra: hacia un ajuste “sofisticado El tono de Montenegro se volvió más reflexivo cuando habló del futuro inmediato: “Ya no va más la motosierra”. Ningún país del mundo funciona con ese concepto libertario de que “el Estado no existe. Porque si el Estado no existe, mañana no me vengas a revisar con la AFIP o con ARCA cuando lo pidan el FMI o Washington”. La paradoja, explicó, es evidente: un discurso que promete destruir el Estado convive con la necesidad urgente de reconstruir capacidades administrativas para poder cobrar impuestos, regular, fiscalizar y sostener políticas públicas mínimas. La referencia histórica fue directa: “En los ’90, (Domingo Felipe) Cavallo profesionalizó la AFIP y se informaba cada semana a quién iban a perseguir. En algún momento tenés que hacerlo”. El mensaje fue claro: el Estado puede ser más chico, pero no inexistente. Y, sobre todo, debe ser “eficiente2, capaz de generar confianza en los sectores productivos que hoy reclaman presencia más que ausencia. Su ejemplo más elocuente vino de una región periférica del país: “Estuve en Chaco. Productores agropecuarios te piden que mantengas al INTA. ¿Cómo lo vas a destruir? Están desarrollando una semilla resistente al picudo que probaron en Estados Unidos y dejó a los técnicos americanos fascinados. Los brasileños quieren copiarla. Eso es tecnología argentina. Eso es Estado y sector privado trabajando juntos”. La independencia del Banco Central: un acuerdo social llamado moneda Una de las preguntas del público lo llevó al corazón del debate económico: la estabilidad monetaria. “La moneda es un acuerdo social básico, como el lenguaje”, respondió Montenegro. No es casual que comparara el peso con una lengua en común: ambas requieren confianza, continuidad institucional y un comportamiento colectivo que no se impone por decreto. Frente a la idea del cierre del Banco Central, insistió: “Todos los países latinoamericanos que estabilizaron tienen Banco Central. Perú, Colombia, Chile. Todos fortalecieron sus monedas. Incluso se desdolarizaron con el tiempo”. La única posibilidad teórica de funcionar sin autoridad monetaria -explicó- sería que Estados Unidos aceptara que la Fed se convierta en el prestamista de última instancia argentino. Pero, ese escenario es irreal. “Estados Unidos no va a aceptar que dolaricemos y que ellos provean nuestros dólares. Ya hicieron bastante”. La explicación no se detuvo en la teoría monetaria. Montenegro hiló instituciones, geopolítica y memoria económica: “Argentina hace décadas que viene de rodillas. Cuando un ministro dice ´me obligaron a devaluar´, estamos diciendo exactamente eso: de rodillas. Cuando un país llega a ese punto, pierde capacidad de negociación”. China, Estados Unidos y la disputa por los recursos estratégicos Una mujer del público planteó la pregunta que sobrevolaba desde el inicio: ¿A cambio de qué ayuda Estados Unidos? Montenegro rechazó la idea de un intercambio simple por recursos naturales, aunque reconoció que la disputa geopolítica existe y es intensa. “El problema hoy es China”, afirmó sin rodeos. Con casi 10.000 millones de dólares de déficit comercial -cifra similar a la del gobierno anterior- la economía argentina se ve arrasada por manufacturas importadas. Su lectura fue estructural: China ofrece Swaps, financiamiento, infraestructura, pero exige a cambio acceso a sectores estratégicos. “Lo hicieron en África. Lo están haciendo en todo el mundo. Y avanzan de manera arrolladora”. Estados Unidos, por su parte, mira con particular interés el litio, ciertas aleaciones, siderurgia y -sobre todo- las llamadas ´tierras raras´, minerales esenciales para la industria tecnológica y la inteligencia artificial”. Montenegro advirtió que esa disputa no debe leerse en términos morales: “¿Cuál es la diferencia entre estar entregado a China o a Estados Unidos? Si no hay una estrategia nacional, si cada decisión es coyuntural, si pedís 5.000 millones para llegar a una elección… no estás haciendo política de largo plazo. Estás sobreviviendo”, afirmó El alineamiento internacional: pragmatismo o subordinación La conversación derivó inevitablemente hacia la diplomacia del gobierno actual. Montenegro fue crítico: “El alineamiento total con Estados Unidos en el G20 parece más propio de una mascota geopolítica que de un país con agenda propia”. Sin embargo, también reconoció que el respaldo norteamericano destrabó obstáculos que el país arrastraba desde hacía años: intervención en el mercado cambiario, cobertura ante vencimientos imposibles, negociación integral con el FMI y un embajador hiperactivo recorriendo provincias para incentivar inversiones. “Es un combo llave en mano”, dijo. Funciona, es práctico, pero no necesariamente deseable en el largo plazo. El papel de los gobernadores: acompañamiento y negociación La última parte de la charla estuvo dedicada al federalismo económico. Montenegro observó que los gobernadores -oficialistas y opositores- quedaron sorprendidos por la capacidad de construcción política del gobierno nacional. “Los dieron vuelta. Los que acordaron, sobrevivieron. Los otros, perdieron”. La lectura es que, salvo excepciones, acompañarán. Y acompañarán en serio. Pero, Montenegro también señaló que los mandatarios provinciales podrían recuperar un rol clave si logran articular agendas productivas regionales: defensa industrial, comercio exterior, infraestructura estratégica, cadenas de valor. “El gobierno nacional no tiene gestión en eso. Si abrís todo, arrasan los chinos, arrasan los brasileños. Los gobernadores tienen que defender a sus sectores”. Consultado sobre la posible ventaja de Entre Ríos por la cercanía entre Rogelio Frigerio y Nación, fue prudente: “Puede ser. Pero no debería depender de eso. La discusión real es productiva, no de obras sueltas”. Un cierre entre luces y sombras La charla terminó, pero la sensación general fue que Montenegro dejó respuestas para inspirar nuevas indagaciones; aportó alertas y un diagnóstico contundente: “Argentina está en transición”. Una transición que exige abandonar la motosierra, reconstruir capacidades estatales, redefinir alianzas internacionales, estabilizar su moneda y -sobre todo- recuperar una estrategia de desarrollo que no dependa de emergencias sucesivas. En el silencio posterior, mientras el público comenzaba a retirarse, quedó flotando una idea central de la exposición: La economía es un acuerdo social. Y los acuerdos sociales -como recordó Montenegro- no se sostienen solo con recortes ni con gestos simbólicos. Se sostienen con instituciones fuertes, reglas claras, liderazgo político y un horizonte compartido. En un país exhausto, decirlo en voz alta quizá sea el primer paso para reconstruirlo. El ciclo 2025 El ciclo 2025 comenzó en marzo con el periodista Hugo Alconada Mon (La Nación), quien habló sobre Milei y la Argentina que viene. En abril, Daniel Santoro (Clarín) presentó su libro “Nisman, anatomía de un crimen”. En mayo, Miriam Lewin y Paula Bistagnino analizaron las relaciones entre Iglesia y poder. En junio, los periodistas Juan González y Victoria de Masi presentaron sus investigaciones sobre Javier y Karina Milei. En julio, Sergio Rubín (Clarín, TN) brindó una charla titulada “El legado de Francisco y la Iglesia que viene”. En agosto, el escritor Martín Caparrós (desde Madrid) y el dibujante Rep reflexionaron sobre José Hernández, Paraná y la historia, y presentaron su libro conjunto “La verdadera vida de José Hernández (contada por Martín Fierro)”. En septiembre, los periodistas del diario La Nación Diego Cabot y Claudio Jacquelin disertaron sobre “Elecciones, justicia y poder”. En tanto, en octubre, Germán de los Santos brindó una charla titulada “Periodismo y Narcotráfico”. La apertura de 2026 El Ciclo de Charlas 2026 comenzará el próximo mes de marzo con la presencia del periodista Reynaldo Sietecase. Y, entre otros, ya están confirmadas las presencias de Hugo Alconada Mon, Leila Guerriero -periodista y escritora argentina reconocida internacionalmente- y Santiago O' Donell, jefe de Internacionales de Página/12 y autor del reciente libro Filtraciones, entre otros convocados. El ciclo arrancará en marzo y finalizará en noviembre. con charlas mensuales como ha venido ocurriendo.

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