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  • Argentina y la doctrina “Donroe”

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 23/11/2025 06:55

    Lejos estoy del nacionalismo cavernario de los tiempos de “Patria sí, colonia no”, más aún del sector político que halló, en el supuesto socialismo del siglo XXI, un agrupamiento geopolítico con lo peor de las naciones con gobiernos autoritarios. No es época, obviamente, de hacer política folklórica, agitando bombos y protestando con ampulosas pancartas. Sí, es de buen cristiano pensar los hechos, pasarlos por el tamiz del análisis desapasionado, aunque subjetivo al fin, con el grado de abstracción suficiente para intentar desentrañar este momento único de la Argentina. Para ello, debemos hacer un poco de historia y remitirnos al siglo XIX, más exactamente a 1823, año en el cual el quinto presidente norteamericano, James Monroe, dictó la regla madre de la diplomacia hemisférica: “América para los americanos”. Esta premisa, busca evitar que las potencias europeas interfieran en los asuntos de los países del continente, al considerar cualquier intento como una amenaza a la seguridad de Estados Unidos. A lo largo de la historia, la doctrina ha sido utilizada para justificar la política expansionista e intervencionista de EE. UU. en la región, que se tradujo en intrusiones militares, presiones económicas y tutelajes diplomáticos por parte de la potencia americana, que se convertiría en el patrón de lo que se dio en llamar su “patio trasero”, Latinoamérica. “Monroe creó una doctrina. Trump creó un personaje. Y América Latina, como de costumbre, quedó atrapada entre ambos, intentando adivinar si lo que tiene enfrente es geopolítica o un episodio extra de The Apprentice” Casi doscientos años después, Donald Trump se dispuso a actualizarla, con los mismos objetivos pero con distintos instrumentos: menos pergaminos, más Twiter; menos estado, más ego. Así nació lo que la prensa y gran parte de la ciudadanía del país del norte, conoce como “Doctrina Donroe”, que es un juego de palabras que integra la doctrina Monroe y el “Don”, apodo típico estadounidense usado para referirse a Trump como figura de poder (con resonancias mafiosas). “Donroe” sugiere una nueva versión personalizada de la Doctrina Monroe, hecha “a la Trump”, con un estilo más brusco, transaccional y egocéntrico, una doctrina que no responde a la diplomacia clásica estadounidense, sino a la voluntad del “Don”. En resumen, “Donroe” es una forma satírica y crítica de decir que Trump aplica una Doctrina Monroe a su manera, sin sutilezas diplomáticas, basada en presión, unilateralismo y lógica de negocios. En 2025, China emerge como el principal competidor de Estados Unidos en el mundo, consolidando poder político y económico en América Latina, con inversiones en recursos estratégicos y sectores clave. Rusia, aunque con menor presencia, mantiene relaciones principalmente con Venezuela, Cuba y Nicaragua. Autoridades estadounidenses adoptan un discurso similar al de la doctrina Monroe, enfatizando la protección del hemisferio occidental. “El hemisferio occidental es el vecindario de Estados Unidos y lo protegeremos”, escribió en X el secretario de Defensa, Pete Hegseth. El interés estadounidense en la región no es difícil de entender. Están en juego amplios recursos naturales, posiciones estratégicas de seguridad y mercados lucrativos. Trump está dispuesto a actuar como “Don” en su ofensiva sobre Latinoamérica. Ya sea presionando con aranceles (lo hizo con México, Canadá, Brasil), con presencia militar, como lo hace con el dictador Maduro de Venezuela, aprovechado las recurrentes crisis argentinas, en el que la ayuda financiera viene mechada con un acuerdo que le significaría ventajas cualitativas a los EEUU, “Donroe” avanza sin prisa, pero sin pausa en la consolidación de su país como potencia supremacista en el continente. “La movida de Estados Unidos, para reforzar su presencia en la región, no debe extrañar. Dejó avanzar mucho a China, que está presente en casi todos los países del subcontinente” Trump comenzó su segundo mandato prometiendo apoderarse del canal de Panamá, anexar Groenlandia y convertir a Canadá en el estado 51. Le dio otro nombre al Golfo de México, rebautizándolo como Golfo de América. Cuando desea, desea en grande, aún en las cosas más descabelladas. La Argentina está aprovechando -o sufriendo, todavía no lo sabemos con claridad- el inédito alineamiento de la administración Milei con los Estados Unidos, una relación de maridaje que deja como un poroto a las “carnales” de los tiempos de Menem. No es sólo sexo, diría un amigo, ahora es sexo con papeles. Estimado lector, hagamos un ejercicio de imaginación con una pregunta contrafáctica: ¿cómo estaríamos hoy sin el salvavidas que nos tiró Bessent y compañía? Seguramente, según mi criterio, con el zumbido del helicóptero. Así que no es menor la deuda “moral”, contraída por Milei, aparte de las condiciones que debe cumplir ante tamaña ayuda. Al mismo tiempo que se anunciaba el acuerdo comercial con Argentina, que en realidad es un contrato de adhesión redactado por los representantes trumpistas, hacían lo propio Guatemala, El Salvador y Ecuador. Pero con una diferencia: el de nuestro país contiene una cláusula de asociación estratégica con Estados Unidos, que significa obligaciones de tipo geopolíticas e ideológicas, como por ejemplo el alineamiento de los votos argentinos en los organismos internacionales. “Argentina continúa endeudándose para pagar deuda. ¿Será que el acuerdo con Trump nos permitirá salir de ese círculo vicioso?” En realidad, no se sabe a ciencia cierta cuáles serían los beneficios y cuáles los aspectos negativos del acuerdo comercial suscripto. El tiempo y la letra chica por elaborarse pondrá blanco sobre negro el saldo final de las relaciones maritales. Un dato a tener en cuenta es que, a diferencia de los otros tres países, la Argentina cuenta con un tejido industrial importante, que podría verse dañado con la importación indiscriminada y la instalación de las filiales de empresas estadounidenses. Ello, ¿aumentará el empleo o lo disminuirá? Lo cierto es que se avanzaría sobre la explotación de sectores importantes como la minería, hoy restringida por cuestiones legales y políticas, y las denominadas “tierras raras”, fundamentales para la tecnología. También el agro tendrá una modificación de los términos de intercambio. De uno u otro modo, las medidas adoptadas por el presidente Milei en su alineamiento casi incondicional con los Estados Unidos, parecen determinar que habrá un antes y un después en la política interna y en la exterior. Lamentablemente, hay mucho de secretismo u ocultamiento en las obligaciones contraídas, tanto en lo financiero como en lo comercial y en lo político. Es el Congreso el que tendrá que dar la palabra final, constitucionalmente hablando. Esperemos que no lo haga con los hechos consumados.a

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