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  • Con la misma piedra...

    » Diario Cordoba

    Fecha: 23/11/2025 00:49

    Siempre se ha dicho que el ser humano es el único animal de la Creación capaz de tropezar dos veces (o las que sean precisas) con la misma piedra. Un aforismo que invoca nuestra resistencia natural a aprender de los errores, nuestra predisposición a repetirlos de manera periódica como si cada vez fuera la primera. Difícil de entender, pero real como la vida misma. Esta premisa puede valer para todos los ámbitos, pero si la llevamos al campo de la Arqueología se convierte en pura recurrencia... Hace 25 años, en pleno boom inmobiliario, Córdoba planificó un gran palacio de congresos en Miraflores que terminó encargando al arquitecto holandés Ren Koolhaas. La broma salió por unos 10 millones de euros, que se volatilizaron con la crisis inmobiliaria. Del Palacio del Sur nunca más se supo, pero a fin de liberar el terreno se había realizado ya una gran intervención arqueológica que puso al descubierto parte del arrabal de Saqundah, de extraordinario interés arqueológico por numerosas razones entre las que recuerdo sólo algunas. Saqundah fue el primer arrabal de la Qurtuba islámica, construido en época emiral y habitado básicamente por muladíes (cristianos convertidos al Islam), comerciantes y artesanos, por lo es muy posible que actuara de facto como el zoco de la ciudad. Su población sufría cargas fiscales muy onerosas; tanto, que un aumento de la presión tributaria por parte del emir Al-Hakam I provocó un levantamiento en el año 818, en uno de los episodios más emblemáticos y singulares de la historia de Córdoba que terminó muy mal para los levantiscos, represaliados ferozmente y deportados buena parte de los supervivientes a otros lugares del Mediterráneo, entre los cuales Fez, donde aún hoy existe un barrio de los andalusíes. Tras terminar con la revuelta, Al-Hakam I ordenó que el arrabal fuera demolido y que nunca más se volviera a habitar en él, mandato que en términos genéricos se cumplió hasta bien avanzado el siglo XX. Pues bien, los restos arqueológicos exhumados aguantaron como pudieron entre jaramagos y porquería durante muchos años, hasta que, finalmente, lo que no se había destruido volvió a ser colmatado tras trasladar una pequeña muestra frente a la fachada del CA3. Más recientemente, una nueva intervención arqueológica de carácter preventivo junto a los Jardines de la Virgen del Rocío ha vuelto a poner al descubierto un amplio sector de dicho arrabal: varias manzanas de casas con patios y cimientos de cantos rodados dispuestos en espiga muy bien conservados. La excavación, aún al aire libre, empieza ya a criar vegetación mientras espera, supongo, el dictamen de quien habrá que decidir qué hacer con lo exhumado. Ignoro en qué momento está el expediente ni cuáles son los planes al respecto, pero querría reclamar desde aquí que de ninguna manera los restos sean destruidos. Hay razones histórico-arqueológicas de mucho peso para argumentar en contrario, y a día de hoy existen técnicas constructivas como las del micropilotaje que permitirían mantener las estructuras bajo el nuevo edificio que se vaya a construir allí, convenientemente sellados o dispuestos en una cripta. Confío en que los responsables tengan en cuenta la singularidad del sitio y se sumen a la tendencia, lenta pero apreciable, que se observa en algunos hoteles locales de incorporar las huellas históricas de Córdoba como un marchamo de identidad, legitimidad y prestigio. Lo contrario sería un nuevo varapalo al patrimonio de una ciudad que, en sólo medio siglo, ha destruido buena parte de su acervo acumulado durante 5.000 años.

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