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» Diario Cordoba
Fecha: 23/11/2025 00:21
El ser humano no está preparado biológicamente para vivir en las modernas ciudades, fuente y origen de numerosos males tanto psíquicos como físicos para las personas. Un estudio que acaba de publicarse por dos antropólogos evolucionistas demuestra que el estrés crónico y muchos problemas de salud actuales son el resultado de una falta de adaptación evolutiva a los actuales entornos industrializados, pues nuestra biología está principalmente adaptada a la naturaleza. El trabajo de Colin Shaw (Universidad de Zúrich) y Daniel Longman (Universidad de Loughborough) sostiene que la vida moderna ha superado el ritmo de la evolución humana. Durante cientos de miles de años, los humanos se adaptaron a las exigencias de la vida de cazadores-recolectores: alta movilidad, estrés intermitente y estrecha interacción con el entorno natural. La industrialización, por el contrario, ha transformado el entorno humano en tan solo unos siglos, introduciendo contaminación acústica, atmosférica y lumínica, microplásticos, pesticidas, estimulación sensorial constante, luz artificial, alimentos procesados y estilos de vida sedentarios. El león aparece ahora a todas horas «En nuestros entornos ancestrales, estábamos bien adaptados para afrontar el estrés agudo y así evadir o enfrentarnos a los depredadores», explica Colin Shaw. "El león aparecía de vez en cuando, y había que estar preparado para defenderse o huir. La clave era que el león se alejara de nuevo”, explica. Los factores de estrés actuales —el tráfico, las exigencias laborales, las redes sociales y el ruido, por nombrar solo algunos— activan los mismos sistemas biológicos, pero sin pausa y sin recuperación posterior. "Nuestro cuerpo reacciona como si todos estos factores de estrés fueran leones", afirma Longman. Vista aérea de un área urbana / Agencias "Ya sea una discusión difícil con el jefe o el ruido del tráfico, el sistema de respuesta al estrés sigue siendo el mismo que si uno se enfrentara a leones uno tras otro. Como resultado, se produce una respuesta muy intensa del sistema nervioso, pero sin recuperación." Salud y reproducción bajo presión En su estudio, Shaw y Longman señalan que la industrialización y la urbanización están socavando la capacidad evolutiva humana. Desde un punto de vista evolutivo, el éxito de una especie depende de la supervivencia y la reproducción. Pero, según los autores, ambas se han visto afectadas negativamente desde la Revolución Industrial. En este sentido, apuntan a la disminución de las tasas de fertilidad a nivel mundial y el aumento de las enfermedades inflamatorias crónicas, como las autoinmunes, como indicios de que los entornos industriales están teniendo un impacto biológico negativo. "Existe una paradoja: por un lado, hemos generado una enorme riqueza, bienestar y acceso a la atención médica para muchas personas en el planeta", afirma Shaw, "pero, por otro lado, algunos de estos logros industriales están teniendo efectos perjudiciales en nuestras funciones inmunológicas, cognitivas, físicas y reproductivas". Pese a una mayor renta económica, la calidad de vida es menor / Agencias Un ejemplo bien documentado es la disminución global de espermatozoides observada desde la década de 1950, que Shaw vincula a factores ambientales. "Se cree que esto está relacionado con los pesticidas y herbicidas en los alimentos, pero también con los microplásticos", señala. No podemos evolucionar tan rápido Dado el ritmo del cambio tecnológico y ambiental, la evolución biológica no puede seguirle el paso. "La adaptación biológica es muy lenta. Las adaptaciones genéticas a largo plazo son multigeneracionales: de decenas a cientos de miles de años", explica Shaw. Esto significa que es improbable que el desajuste entre nuestra fisiología evolutiva y las condiciones modernas se resuelva de forma natural. En cambio, los investigadores argumentan que las sociedades deben mitigar estos efectos replanteando su relación con la naturaleza y diseñando entornos más saludables y sostenibles. Reconectar con la naturaleza es la clave / Agencias Según Shaw, abordar este desajuste requiere soluciones tanto culturales como ambientales. Replantear nuestra relación con la naturaleza «Un método consiste en replantear radicalmente nuestra relación con la naturaleza, tratándola como un factor clave para la salud y protegiendo o regenerando espacios que se asemejen a los de nuestro pasado como cazadores-recolectores», afirma. Otro sistema es diseñar ciudades más saludables y resilientes que tengan en cuenta la fisiología humana. «Nuestra investigación puede identificar qué estímulos afectan más a la presión arterial, la frecuencia cardíaca o la función inmunitaria, por ejemplo, y transmitir ese conocimiento a los responsables de la toma de decisiones», explica Shaw. «Necesitamos que nuestras ciudades funcionen correctamente y, al mismo tiempo, regenerar, valorar y pasar más tiempo en espacios naturales», añade.
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