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» Misionesopina
Fecha: 19/11/2025 08:50
Por Luis Huls* Los partidos de siempre volvieron a mirar para otro lado. Por segunda vez consecutiva —igual que en 2023— la política tradicional no vio venir la ola violeta. Ya no es sorpresa: es confirmación. La gente está dispuesta a sacrificarse con tal de castigar al sistema que la aburrió, la traicionó y la empobreció. El voto del domingo fue una nueva cachetada, una nueva venganza. En Misiones y en todo el país, muchos eligieron seguir bancando el ajuste, siempre que sea para que “no vuelvan los mismos de siempre”. El mensaje fue brutal: prefiero perder plata antes que volver atrás. En Misiones, La Libertad Avanza se impuso por siete puntos sobre la Renovación. Un espejo invertido de lo que pasó en junio, cuando el oficialismo provincial ganó por la misma diferencia. La de antes fue una elección provincial, la de ahora fue una elección nacionalizada, una ratificación de Milei y un rechazo al peronismo que no logra reinventarse. No es la primera vez. En 2021, Martín Arjol había ganado las legislativas con el 40% y dos años después Passalacqua lo barrió con el 65%. Demuestra el peso de los sellos nacionales, pero no es un resultado que cambia el tablero provincial: los votos libertarios no son de Hartfield, son de Milei. En Misiones no hay liderazgo libertario, hay arrastre de la marca presidencial. No hay nada que festejar: ahora empieza la parte difícil, la de cumplir. Los números hablan solos. Entre junio y octubre, LLA subió 16 puntos; el espacio de Palavecino cayó 16. Es una transferencia casi quirúrgica: los votantes que fueron de Amarilla ahora migraron a Milei. El peronismo provincial, dividido por el dedo de Cristina Fernández que impuso a Brítez, perdió la oportunidad de disputar una banca. Cacho Bárbaro, con su Frente Popular Agrario y Social, sostuvo 50.000 votos en una elección nacionalizada donde peleó contra dos gobiernos, el nacional y el provincial. Puerta y el radicalismo, mientras tanto, protagonizaron la peor elección de su historia. Herrera Ahuad, con altísimo nivel de conocimiento, sacó los mismos votos que Sebastián Macías en junio. Un golpe seco para sus aspiraciones de 2027. La peronización que le dio a su discurso y el acto del 17 de octubre no traccionaron ni un voto nuevo. En cambio, con el diario del lunes, la elección del domingo 26 le da mucho más valor a la estrategia de junio y al resultado que consiguió la renovacion encabezada por los Neo: el “blend” —esa mezcla entre renovadores y libertarios que muchos despreciaron— fue el único que logró ganarle al partido del presidente. Quienes lo habían tildado de “experimento fallido” hoy repiten en voz baja: "capaz que Rovira tenía razón". Milei, el Che Guevara del enojo Milei encarna una paradoja argentina: es el antisistema que gobierna el sistema. Para muchos jóvenes, es una especie de Che Guevara libertario, el que vino a prender fuego un sistema político que ya estaba en ruinas. Prefieren sufrir el ajuste antes que volver al pasado. No votan con el bolsillo, votan con bronca contra la política tradicional. La paradoja se acentúa en Misiones. En los pueblos yerbateros, donde la desregulación del INYM hundió los precios —los productores cobran la mitad que en 2023—, la lista de Hartfield arrasó. En Andresito, Apóstoles o San Pedro, los mismos que antes vendían a 50 centavos de dólar y hoy cobran la mitad, votaron por el espacio que los empobreció. ¿Es lógico? No. ¿Es real? Sí. La mayoría eligió esto, y eso también es democracia. No se trata de buenos o malos, sino de cansancio. Los que votan a Milei no son enemigos de la patria, no son malas personas: son ciudadanos agotados. Hartos de promesas recicladas, de nombres repetidos, de políticas que no cambian la vida de nadie. La economía de Milei no está dando ninguna señal de que vaya a mejorar. Todos los indicadores están peores que cuando asumió. El único logro es haber frenado la inflación, a costa de una crisis y recesión tremenda. Pero eso no importa porque la gente eligió que su experimento servirá para castigar a los otros. Entonces, la política tradicional tiene dos caminos: adaptarse o extinguirse. El poder ya no se hereda ni se conserva por inercia. La ola violeta no es solo un color: es una advertencia. Y si no aprenden a leerla o verla venir, la próxima los va a tapar definitivamente. *Director de Misiones Opina, periodista
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