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  • Entre Ríos, Argentina

  • El Tricentenario de los orígenes del poblado

    » La Capital

    Fecha: 18/11/2025 14:11

    A principios del siglo XVIII Rosario era una pequeñísima aldea rural enclavada en el cruce del camino terrestre y fluvial que unía a la ciudad de Buenos Aires, sede de la entonces Gobernación del Río de la Plata, con Santa Fe y Córdoba, y el resto de las jurisdicciones del Virreinato del Perú, del que dependía el territorio de la actual Argentina. Por lo tanto, su condición de “posta y puerto” es un elemento clave para entender el origen y la evolución de lo que hoy es una gran ciudad. Rosario, desprovista de los arbitrios de las urbes coloniales para su sustento, dispuso de una naturaleza favorable para la existencia de un poblado rural, punto de aprovisionamiento de viajeros y embarcaciones. Estas condiciones fueron orgullosamente exaltadas ya en la primera crónica histórica de Rosario, dada a conocer en 1802 por Pedro Tuella, al vincular la fundación en 1527 del fuerte de Sancti Spiritu , en la desembocadura del río Carcarañá en el Paraná, con la demostración de que la región era la más apta para ser poblada, especialmente por las bondades de la tierra. La llegada al mismo punto, años más tarde, de una expedición proveniente del Perú sería la demostración, según Tuella, de que aquel suelo “fue el primero en ser señalado tanto por los primeros que vinieron de Levante como los primeros que vinieron de Poniente” , dando a entender que esa zona era propicia no sólo para la población sino para la integración entre flujos provenientes del Atlántico y del Pacífico, y servir de puente entre el Litoral y el interior, dotes que seguirían siendo esgrimidas por generaciones de rosarinos en los siglos XIX y XX, y que en el presente acompañan las ponderaciones de Rosario como articuladora de regiones y corredores. Podría decirse que el Tricentenario que hoy se conmemora tiene en la pluma de Pedro Tuella su génesis argumental. Fue uno de los vecinos más instruidos e influyentes de la humilde aldea de Rosario de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Nacido en Aragón, llegó al río de la Plata en 1759. En Rosario fue maestro de primeras letras, administrador de rentas, alcalde y promotor de distintas iniciativas a favor del vecindario. Se mantuvo siempre leal al rey, aun después de los sucesos de mayo de 1810, hasta su muerte en 1814. Todo comenzó con la publicación de su “Relación histórica” de Rosario en el Telégrafo Mercantil de Buenos Aires, en artículos publicados el 4, 11 y 18 de abril de 1802. Su relato, con leyendas, recuerdos míticos y creencias dadas por ciertas, fue altamente tenido en cuenta en la tradición histórica local en el siglo XIX, y lo sigue siendo. SUPLEMENTO ANIVERSARIO DIARIO LA CAPITAL 300 ROSARIO P10 EL TELEGRAFO MERCANTIL 02 Comienza de la siguiente manera: “Este lugar de Nuestra Señora del Rosario de los Arroyos, que por ser ya un pueblo bastante crecido (según sus propias palabras tenía alrededor de cuatrocientos habitantes), se le avergüenza de que se le denomine Capilla, está a setenta leguas de Buenos Aires, sobre la barranca del gran Paraná...”. Y en cuanto su jurisdicción afirma: “No contando más de lo que en el día (1801) está poblado de estancias, es de veinte leguas en cuadro, cuyos límites son: al norte el Paraná, al sudoeste el arroyo del Medio, o la jurisdicción del pueblo de San Nicolás; al sudoeste las pampas, pero en este rumbo es indefinida la jurisdicción y en ella se cuenta el fuerte Melincué, y al norte el río Cará-cará-añá”. Es en esta misma crónica donde Tuella explica el origen gaditano de la imagen de la Virgen de Rosario (que reemplazó a la que existía en el oratorio) llegada en 1773, y “la protección de su Soberana Patrona” durante treinta años. La religiosidad de aquella época explica la existencia de cuatro oratorios y la iglesia del convento de San Carlos. Godoy, la leyenda del fundador En su escrito afirmó que la fecha de nacimiento de la ciudad “era 1725”, coincidentemente con el arribo y radicación en la zona de aborígenes del Chaco protegidos por Francisco de Godoy e indios amigos, que convirtieron al Carcarañá en una línea de defensa fuente a tribus hostiles del norte: “Hacia el año 1725 se descubre el principio de este pueblo... Había por las fronteras del Chaco una nación de indios reducidos... llamados los Calchaquíes, o Calchaquiles a quienes hacían guerra e incomodaban mucho los Guaycurús, nación brava y numerosa. Era de los Calchaquíes muy amigo Francisco Godoy, y por libertarlos de estas extorsiones, los trajo a estos campos... Este fue el principio de este pueblo; y no sería mucho si entre sus glorias hiciese vanidad de tener su origen de un personaje que tenía el ilustre apellido de Godoy”. Esta información llegó a Tuella por testimonios orales, pero él no fue contemporáneo de aquellos hechos porque arribó a Rosario aproximadamente medio siglo después de la supuesta presencia de Godoy. La recopilación histórica de Eudoro y Gabriel Carrasco “Anales de la ciudad de Rosario”, publicada en 1897, da crédito a Tuella, en este y otros aspectos, aunque reconoce: “Pocas noticias hemos podido adquirir sobre el fundador de nuestra ciudad. Sabemos que pertenecía a una familia ilustre, y que en 1725 fundó al Rosario con algunos indios Calchaquíes” y agrega que se estableció con su familia, a la que le siguió la de su suegro, Nicolás Martínez. Los autores suponen que no figura en los registros parroquiales porque “se ausentaría pronto de aquellos parajes”. Estanislao Zeballos, nacido en Rosario en 1854, también dio por cierta la fundación de Godoy (a quien llama Manuel en vez de Francisco) y efectuó algunos agregados a lo afirmado por Tuella en relación con los indios: los definirá como “pacíficos y civilizados”, perseguidos por los guaraníes y no por los guaycurúes. Según Zeballos en esta “tierra blanda a los arados, bondadosa por su clima, accesible a la civilización” se fundó en 1725 la “ciudad de Concepción del Paraná”, lo que no es extraño teniendo en cuenta que el oratorio que antecedió a la capilla del Rosario estaba bajo la advocación de la Virgen de la Concepción. Frías, primera autoridad civil Carente de un acta fundacional que atestigüe un deseo explícito de que Rosario naciera ciudad como sucedió con otras ciudades de la Corona española, cobran mayor relevancia las disposiciones oficiales que pueden interpretarse como indicadores de la existencia de la aldea. En primer lugar, debe destacarse el nombramiento de un “Alcalde de Santa Hermandad” para el Pago de los Arroyos, concretada en enero de 1725, porque alude a un proceso poblacional en ciernes. Eudoro y Gabriel Carrasco, a fines del siglo XIX, y Manuel Cervera y Juan Alvarez, en el XX, dieron a conocer la designación efectuada por el cabildo de la ciudad de Santa Fe de un Alcalde de Santa Hermandad: Francisco de Frías, para el “Pago de los Arroyos”, en enero de 1725. El hecho de que este nombramiento figure en las Actas del Cabildo de Santa Fe (que se encuentran digitalizadas y son de acceso público) otorga la posibilidad de contar con un documento oficial que permite datar fehacientemente los orígenes de un proceso que al menos en su faceta institucional se inició hace trescientos años. Ese nombramiento tuvo por propósito ejercer jurisdicción sobre un amplísimo distrito rural que poseía aldeas, postas, estancias, y territorios escasamente habitados y hasta inexplorados. También en el “Pago de los Arroyos” se levantaban un oratorio, un embarcadero natural y un caserío disperso que lejos se encontraba de ser un pueblo. Tal es la conclusión de Juan Alvarez luego de relevar las Actas Capitulares: “No pudo asignársele sitio fijo como asiento de su autoridad, porque ningún pueblo existía hasta ese momento. Era un funcionario ambulante, recorredor de campañas mal delimitadas”. Alvarez entiende que este nombramiento, junto a la llegada de “forasteros”, la designación de un cura párroco en 1730 y la donación de Santiago Montenegro en 1757 de un terreno para edificar una nueva capilla son antecedentes que se sumaron para la conformación de lo que después sería Rosario. El “éxodo” como explicación El nombramiento de Frías se vincula a una aspiración poblacional en estrecha relación con la seguridad. Entre el otorgamiento de la merced real a Luis Romero de Pineda en 1689, situándolo como primer propietario en lo que hoy es el ejido de la ciudad de Rosario, y la designación del Alcalde de Santa Hermandad en 1725 transcurrieron treinta y seis años. El proceso de subdivisión de esa propiedad no alcanzaría a explicar de por sí el incremento poblacional evidenciado en ese tiempo. ¿Qué sucedió? La ciudad de Santa Fe se estaba despoblando, entre otros factores, por la ofensiva de tribus del Chaco, que llegaron a sitiarla, obligando a sus autoridades a solicitar auxilio de tropas de otras gobernaciones. Algunos de sus vecinos encontraron más seguro trasladarse al sur del río Carcarañá o al este, a la Bajada del Paraná, actual ciudad de Paraná. La región del Pago de los Arroyos estaba bajo la jurisdicción de autoridades muy distantes, que se hacían presentes para requerir servicios a sus habitantes, como formar parte de los grupos de vigilancia rural o hacer contribuciones materiales. SUPLEMENTO ANIVERSARIO DIARIO LA CAPITAL 300 ROSARIO P12 LA VIRGEN DEL ROSARIO 81161568--Marcelo Rubén Bustamante Darío Barriera explica que el nombramiento en 1784 de un tercer Alcalde de Santa Hermandad en el territorio del cabildo de Santa Fe, como consecuencia de la creación del “Pago de Coronda”, separado del “Pago de los Arroyos”, se dio a tono con lo que estaba ocurriendo en otras posesiones de la corona por el incremento de las áreas rurales efectivamente ocupadas, por el crecimiento de las actividades económicas rurales y por el aumento de la población rural. Se estima que en el territorio de lo que hoy es la provincia de Santa Fe había un total de 12.600 habitantes en 1797, de los cuales apenas 400 residían en proximidades de la capilla del Rosario. El incremento de la actividad económica de la región y las necesidades mismas de la población hicieron que las atribuciones de los alcaldes de Santa Hermandad fueran aumentando durante el siglo en que tal cargo tuvo vigencia, entre 1725 y 1825. Además de la seguridad (que quedó subsumida entre las restantes demandas), pasó a entender en cuestiones civiles, la elaboración de padrones y realización de inspecciones, velar por la instrucción elemental y las obras públicas. Es preciso señalar que no se trataba de un cargo rentado y que la complejidad creciente de la aldea motivó que los vecinos requirieran a las autoridades santafesinas su elevación al rango de Villa o Ciudad. En 1825 se la declaró “Ilustre y Fiel Villa”. Un año más tarde la Junta de Representantes le designó un “Alcalde Mayor”, lo que implicaba reconocerle a la Villa el título de pueblo. Del amplio listado de quienes desempeñaron la función de Alcalde de Santa Hermandad, la figura de Francisco de Frías merece los mayores reconocimientos, no sólo por haber sido el primero sino por haberse desempeñado cinco veces: 1725, 1733, 1742, 1745 y 1748. En el libro de entierros de la Iglesia Catedral consta que el sargento mayor Frías “murió pobrísimo” el 8 de octubre de 1748. Según Wladimir C. Mikielievich la familia de Frías se habría radicado aproximadamente en 1720 cerca de la propiedad de Francisco Gómez Recio, de quien les separaba el arroyo del Animal. Desde entonces ese curso de agua, cercano a la actual localidad de Alvear, se llama “arroyo de Frías”. Con el nombre de la Virgen En 1730, cinco años después del nombramiento del primer alcalde y la supuesta fundación de Godoy se creó el curato (parroquia) del Pago de los Arroyos y Ambrosio de Alzugaray fue nombrado cura párroco. Fue él quien tomó de los aborígenes asentados cerca del río Carcarañá la imagen de la Virgen del Rosario con la cual reemplazó a la de la Concepción. A partir de entonces, la aldea comenzó a ser conocida como “Capilla del Rosario”. El sacerdote abrió una escuela de primeras letras contigua al templo, donde también comenzó a funcionar el cementerio. Se sostiene que el cura fue la primera autoridad (aunque eclesiástica) con asiento fijo y duradero, porque el alcalde era itinerante dentro de su amplia jurisdicción que comprendía prácticamente todo lo que existiera al sur de la ciudad de Santa Fe. Por mucho tiempo Rosario fue conocida como “Villa del Rosario” (1823) y “Ciudad del Rosario” (1852), respetando la denominación dada tradicionalmente en relación con la devoción por la Virgen. El Bicentenario Al conmemorarse el Bicentenario de Rosario, en 1925, la ciudad ya era una de las metrópolis más grandes de Sudamérica, la más importante del interior del país. Factores económicos, políticos, sociales y culturales se conjugaron para ello. De los 400 habitantes de la aldea de principios de siglo XIX pasó a 9.758 en 1858, 221.592 en 1914 y 407 mil en 1926. La leyenda de Godoy fue considerada antecedente suficiente para que la Intendencia decidiera conmemorar el “Bicentenario” y se optó por un domingo próximo a la festividad de la Virgen de Rosario, el 7 de octubre, tal como lo habían aconsejado los Carrasco y Zeballos. La Capital propuso el día 3, porque un 3 de octubre de 1852 Urquiza había declarado la libre navegación de los ríos, “base del engrandecimiento de la ciudad”. Por su parte el historiador Calixto Lassaga, si bien adhería a la tesis de 1725, propuso que se conmemorara el 27 de febrero para hacerla coincidir con el día de la creación de la bandera, en 1812, hito emblemático de los rosarinos acorde con su tradición belgraniana. Todavía no se había establecido formalmente el 20 de Junio como Día de la Bandera. SUPLEMENTO ANIVERSARIO DIARIO LA CAPITAL 300 ROSARIO P11 el pago de los arroyos La “obsesión de forjarse una identidad propia” evidenciada en la necesidad de establecer “una fecha fundacional”, tal como lo define el estudio de Santiago Javier Sánchez, se dio precisamente en tiempos de tal transformación y encumbramiento ante otras ciudades, de extensa prosapia y linaje, que la dirigencia local, signada de “fenicia”, “mercantil” e “inmigrante” (en sentido despectivo) se preocupó de no ser menos reconstruyendo “un pasado y una tradición lo más lejanos y prestigiosos posibles”. Por entonces Juan Alvarez opinaba que había dos posturas dominantes entre los cultores del pasado local: “los que consideraban que Rosario tenía fundador”, y se esforzaban por hacer coincidir 1725-1925, y los que no, siendo estos últimos la minoría. En su opinión, para que hubiera fundación debía existir un pedido expreso a una autoridad superior y ésta recién se había concretado el 21 de septiembre de 1823, cuando los vecinos de la aldea solicitaron formalmente al gobernador de Santa Fe, Estanislao López, el rango de ciudad, que no le fue concedido. En cambio la Junta de Representantes de la provincia el 2 de diciembre le concedería el título de “Ilustre y fiel Villa” (en reconocimiento a los servicios prestados en la guerra por la Independencia) y designó como patrona a la Virgen del Rosario. En 1823 el gobierno provincial argumentó que tan escasa población (estimada entre 1.000 y 1.500 almas), no podría sostener presupuestariamente las erogaciones requeridas para el gobierno de una ciudad. La capital provincial siguió siendo representada en la Junta de Representantes por ocho diputados contra uno solo de Rosario, que al ser “Villa” debía contentarse con un Alcalde Mayor y un comandante militar. Gracias a Justo José de Urquiza le llegaría la hora de ser formalmente ciudad el 5 de agosto de 1852, cumpliéndose todos los requisitos formales para su nombramiento como tal. Su centenario no pudo festejarse por coincidir con el luto oficial por la muerte de Eva Duarte de Perón, la primera dama. Recién en 2002, y en ocasión de su sesquicentenario, fue puesto en valor, y se conmemora desde entonces ininterrumpidamente. El listado de hechos y personalidades a las que se les ha otorgado propiedades “fundantes” no estaría completo si no se mencionara a Santiago Montenegro, vecino que donó a mediados del siglo XVIII un terreno para la capilla de la Virgen del Rosario, fijando la plaza contigua, la actual 25 de Mayo. Contribuyó de esta manera al proceso de urbanización que se dio en la aldea. El año 1725 Por vía de la tradición oral (Godoy) o a través de la documentación oficial (Frías) puede sindicarse a 1725 como un hito demostrativo de un aumento poblacional con capacidad de acelerar el proceso de gestación de una aldea, refrendada con la decisión de crear una parroquia, cinco años más tarde. Godoy, Frías, Alzugaray, Montenegro y Tuella, inmigrantes todos, representan a la aldea en evolución. Cada uno aporta y simboliza acciones fundantes, tal como Belgrano y Urquiza en el siglo XIX, y todos aquellos rosarinos que con iniciativa y laboriosidad fueron completando luego el rico mosaico de identidades que es hoy la ciudad.

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