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  • La joven que recorre Buenos Aires en busca de frutas silvestres y plantas comestibles: de la naranja amarga al pesto de malvón

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 18/11/2025 04:31

    Ludmila Medina recorre la Ciudad en busca de frutas silvestres y plantas comestibles (@laciudadnosregalasabores) Camina por la Ciudad de Buenos Aires con la mirada puesta en el suelo y olfatea el aire. Es una costumbre casi ritual. Ludmila Medina, de 36 años, convierte la ciudad en un territorio de exploración. Puede aparecer sola o en alguna de sus excursiones grupales, pero siempre lleva consigo una certeza: Buenos Aires regala sabores que casi nadie imagina. Entre veredas rotas y plazas arboladas, Medina busca tesoros diminutos y desapercibidos que van desde frutas, flores y hierbas comestibles que brotan en los intersticios urbanos. Las cifras oficiales respaldan ese universo secreto. El último censo de arbolado porteño detectó unos 5.000 árboles frutales distribuidos por la ciudad. Entre ellos destacan, según el mismo relevamiento, 1.459 paltos, 1.116 limoneros, 1.170 nísperos y 292 olivos. A simple vista, podrían pasar inadvertidos para la mayoría de los porteños. Pero ante los ojos ejercitados de Ludmila, cada uno es la prueba viva de lo inesperado. “Sí, aunque muchos no lo crean se pueden encontrar todas esas frutas, aceitunas y nueces —explica Medina en diálogo telefónico con Infobae—. Lo que más me sorprende es que haya también árboles de mango y guayaba, frutas tropicales que son exóticas para la región”. El día que cambió la vida de Ludmila Ludmila no tenía en su destino convertirse en exploradora urbana. Su primera ruta la llevó por la Facultad de Ciencias Económicas. “La pasaba mal en la carrera y en los trabajos que tenía como empleada administrativa”, recuerda, y esa incomodidad fue la semilla que la hizo cambiar. En 2012, se involucró en el primer censo de arbolado de la ciudad. La experiencia resultó un punto de inflexión. La joven dejó atrás oficinas y cuentas para entregarse de lleno al misterio de las plantas silvestres. “Siempre me interesó la naturaleza. Ya desde chica, por ejemplo, me encantaba ir a la plaza con mi hermano”, cuenta. Ludmila abrazada a un árbol de naranja amarga (@laciudadnosregaasabores) En esos paseos de la infancia se gestó algo parecido a una segunda mirada sobre la ciudad. Movida por ese impulso, creó una página de Facebook: La Ciudad nos regala sabores. Allí relataba sus hallazgos y aventuras por calles y parques. Medina estudió la tecnicatura en producción vegetal orgánica en la Facultad de Agronomía. El aprendizaje formal le sirvió para ampliar su repertorio: “Así, entre mi experiencia y lo que aprendí en la Universidad pude reconocer más yuyos. Porque primero sólo me dedicaba a los árboles”. El árbol, la vecina y la bolsa de mandarinas Ludmila no olvida su primera excursión. La escena ocurrió cerca de la casa de su abuelo, en Monte Castro, al oeste de la ciudad, cuando vio un árbol desbordado de mandarinas. “Era todo verde y naranja. Hermoso”, rememora. Una vecina asomó del frente para reprenderla. —Traté de explicarle que sólo las quería probar —relata Ludmila—. La mujer me confesó que su nieto no le dejaba comerlas porque pensaba que eran venenosas. Entonces negocié. Coseché algunas y le dejé una bolsa a la señora para que las coma a escondidas de su nieto. No es casualidad que la mayoría de los árboles frutales crezcan en el oeste y sur de Buenos Aires, donde antes hubo quintas y campos. Allí, la expansión urbana se topó con una naturaleza aún por domesticar. Una de las clásicas naranjas silvestres de Buenos Aires (@laciudadnosregalasabores) Viralidad y comunidad En algún momento, el proyecto de Ludmila Medina trascendió el nicho. Un artículo de la BBC lo presentó ante el mundo y, en poco tiempo, la idea empezó a circular y ramificarse en redes sociales y medios. “Empecé a hacer caminatas y juntaba a 50 personas una vez por mes que íbamos en busca de frutas y yuyos comestibles”, recuerda. Lo que empezó siendo un hobby en soledad se transformó en actividad colectiva. Un rito nuevo para reactivar la curiosidad y el vínculo entre desconocidos. Las caminatas derivaron en el descubrimiento de veredas singulares, ausentes de los omnipresentes plátanos que hostigan a los alérgicos durante la primavera. “Por ejemplo, hay un pasaje en Floresta llamado Alejandro Korn que tiene varios limoneros en pocos metros. Otra vereda en Liniers que una parra hace sombra para los vecinos que pasan. También hay nísperos y hasta nueces pecan en Devoto”, enumera Ludmila. Durante la pandemia, replegada en su hogar, Ludmila diseñó talleres virtuales: “Hacía talleres virtuales por zoom y mostraba en el google maps las ubicaciones de los árboles con frutas”. Al regreso de la vida presencial, Medina sumó una licenciatura en Turismo Sustentable a su trayectoria. El objetivo está claro: “Mi idea es ofrecer este tipo de recorridos que pueden ser tanto para porteños como turistas”. Una de las caminatas de Ludmila por los barrios porteños (@laciudadnosregalasabores) El tomate dentro del árbol, el malvón en el pesto La observación de Medina es incansable y mutante. Su cuenta de Instagram es testigo de hallazgos diminutos que abren preguntas inesperadas, como aquel video en el que se la ve sorprendida al identificar una planta de tomate dentro del hueco de un árbol. —Seguro que alguien tiró una fruta que no iba a comer y se convirtió en una planta —explica mientras acerca la cámara al pequeño prodigio verde. La curiosidad no distingue entre especies. Una de las revelaciones urbanas recae sobre el malvón y la Santa Rita, dos plantas habituales en los balcones y jardines porteños. “Las hojas pueden servir para reemplazar a la albahaca en el pesto. También, las hojas de la Santa Rita, otro clásico de la Ciudad”, revela con entusiasmo. El mapa oculto: de la web al barrio La pasión de Ludmila comparte territorio con otros proyectos afines. Martín Simonyan, licenciado en Planificación y Diseño del Paisaje, es el creador de Arbolado Urbano: un mapa disponible online —y desde hace días también a través de una app— que permite saber qué especies pueblan las veredas y plazas de Buenos Aires, cuadra por cuadra. En julio de este año, una nota en Infobae detalló el fenómeno: “Los árboles más buscados en la Ciudad son los de palta”, sostenía Simonyan en aquel texto. Los árboles frutales están prohibidos en el espacio público, por razones de seguridad ciudadana. Pese a la restricción legal, los frutales prosperaron en la clandestinidad urbana, instalados por la acción involuntaria de las aves o por manos anónimas que desafiaron la norma. Una muestra de las plantas comestibles que se pueden encontrar en Buenos Aires (@laciudadnosregalasabores) A contramano de la normativa, los árboles frutales son también pretexto y catalizador de encuentros vecinales. Ludmila lo corrobora. En algunas zonas, los vecinos se organizan los fines de semana para cosechar duraznos silvestres y preparar dulce casero, que luego distribuyen entre quienes habitan la cuadra. “Es un poco la idea de volver a generar confianza entre vecinos. Que se conozcan, que sepan que les gusta. Que se genere interacción social”, detalla Ludmila. “Además, si hay más gente en las calles hay menos chances de sufrir la inseguridad”. Ludmila suele salir de excursión en bicicleta. Sus ojos azules van pasando de estar atenta a una bocacalle a las copas de los árboles y los cordones de la vereda. “Es que en Buenos Aires florecen plantas en cualquier lado”, afirma. En una foto, la joven aparece abrazada a un árbol de naranja amarga, clásico de Buenos Aires. Quizás sea la imagen que resuma el amor y la pasión que le pone Ludmila a sus travesías porteñas.

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