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    Parana » NSA

    Fecha: 17/11/2025 10:50

    Patricia Bullrich avanza en el Senado, Santilli en el espejo de De Narváez y el objetivo común de libertarios y K El Gobierno sacude el árbol a ver si se cae alguna manzana. Se dedicó a lanzar bengalas y globos de ensayo de proyectos que disciplinan, que le permitan ampliar la métrica del resultado electoral y cementar el camino de los dos años que le quedan. El anuncio de un acuerdo comercial con los EE.UU. es problemático por la naturaleza misma del asunto: habrá ganadores y perdedores en la economía, que van a aprovechar los adversarios para sacar ventaja. Para eso sirven los ensayos en el aire que filtraron a sus voceros. Reforma constitucional, pactos ocultos para completar la Suprema Corte y los clásicos proyectos que marcan la cancha con el solo rótulo, antes de que se conozcan los contenidos: reforma fiscal, reforma laboral, previsional, etc. – lo de siempre en la calle y en mí (diría el poeta). En política es más importante saber ganar que saber perder. Perder pierden todos, salvo el que gana, y es difícil que una derrota se convierta en victoria. Ganar ganan unos pocos y es habitual que una victoria se convierta bien rápido en una derrota si no se saben administrar los resultados. Patricia interviene el Senado El primer ademán es impedir que sesione el Congreso actual. Intentan desbaratar las sesiones en las dos Cámaras para que la oposición no arrebate los últimos trofeos, la insistencia ante el veto de ATN en Diputados, ponerle el moño en el Senado al final de los DNU, y enredar los acuerdos que hoy existen para designar, en las dos Cámaras, a los integrantes de la Auditoría General de la Nación. Esta es una transición compleja por el salto de cantidad que trae La Libertad Avanza. Los diputados salientes han sido intimados a que desalojen los despachos antes del 10 de diciembre y hay maletas con rueditas rodando por los pasillos del Senado. La vice Villarruel tras recibir a Patricia Bullrich en el Senado. En esta Cámara el cambio más trascendente es el ingreso de Patricia Bullrich, que se hará cargo del bloque de LLA y quiere adelantar la preparatoria de la Cámara para este fin de año. El reglamento dice que debe ser el 24 de febrero, pero ella quiere repetir la modalidad de 2023. En aquel año la preparatoria se adelantó a diciembre porque Cristina de Kirchner, vicepresidente saliente y jefa del partido, insistió en la misma doctrina de 2019: la presidencia provisional del Senado debe ir al partido que gobierna, aunque sea, como era y es, una minoría de solemnidad. Hizo renunciar a Claudia Abdala de Zamora, propició la vacante y asumió en diciembre el sanluiseño Bartolomé Abdala, así como, por el mismo criterio, Federico Pinedo asumió en 2019 la presidencia provisional en nombre del también minoritario PRO. Guerra en la línea de sucesión Con aquel adelantamiento en diciembre de 2023 se cristalizó, además, el grupo de “Los 39” que armó Juan Carlos Romero, y que avanzó sobre todos los socios del peronismo en la Cámara y lo desalojó del poder. Patricia quiere repetir aquella campaña y ya pide información sobre los cargos y contratos disponibles en el Senado para asumir la coordinación del nuevo oficialismo. No tiene la muñeca ni la capacidad de construcción del salteño Romero, pero aprovechará el brío del resultado electoral para quedarse en este primer raid con todo lo que queda. Abdala seguirá en la presidencia provisional hasta febrero, porque a diferencia de su homónima Abdala de Zamora, nadie le pidió que renunciase. Por eso la batalla por quedarse en la titularidad provisional será una de las peleas que animará el largo verano del 2026. Es una posición en la línea de sucesión. El modelo Menem ’93 Este es un momento oportuno para lanzar iniciativas que saquen al Gobierno y a las tribus de la oposición de la balcanización y del bloqueo de unos contra otros. Para eso sirven los proyectos quiméricos, que buscan parar a los protagonistas en un nuevo nivel en donde se diluyan las rencillas que los han llevado a donde están hoy. Carlos Menem, reelecto como presidente en 1995. No es extraño que un gobierno de formato menemista se inspire en momentos estelares de aquella experiencia de los años ’90. La principal iniciativa del peronismo de entonces fue una reforma constitucional que cambió el país que siguió a 1995. El peronismo de Carlos Menem ganó las elecciones de 1993 y apenas conoció aquel resultado exitoso, se disparó una agenda vertiginosa que en un mes sentó a Menem con Raúl Alfonsín en el domicilio de Dante Caputo para cerrar el Pacto de Olivos. Aquella elección significó la derrota del peronismo de Córdoba. La lista radical que encabezaban Jorge Neder y Mario Negri le ganó a la lista del delasotismo, que encabezaba Miguel Balestrini y que llevaba en el 4° lugar al cavallista Juan Schiaretti. La derrota fue por 7,67% y significó un freno al ascenso irresistible de Domingo Cavallo, mago de la convertibilidad desde 1991 y que se oponía, a la cabeza del establishment, al proyecto reeleccionista de Menem. El riojano supo aprovechar ese triunfo para multiplicar los efectos políticos del resultado y cambiar su destino. Cuando más lejos, más cerca de pactar La política es una colectividad supersticiosa, fatalista y cabulera que se lanza a ciegas a la rueda de la fortuna. Hay quienes ya sacan leyes de la circunstancia y emparejan la suerte del peronismo en 2009 en manos del «Colorado» De Narváez con la del «Colorado» Santilli. Diego Santilli jura como ministro de Interior con Milei. Foto: EFE De Narváez le ganó en 2009 al dream team de Kirchner, Scioli y Massa. Santilli gana por un pelo cuando La Libertad Avanza pensaba que iba a resbalar en la pelada de Espert. Santilli, un hombre que se ha destacado siempre por la amplitud negociadora, se apartó de ese talante cuando tomó a risa el pedido de audiencia que le hizo «Carli» Bianco. Ahondó la brecha con el peronismo kirchnerista que gobierna la provincia de Buenos Aires y llevó las relaciones al máximo nivel de exasperación posible. El ministro de Axel le reconocía precedencia por la victoria y se puso a disposición para reunirse. Para Santilli y sus mandantes en el Gobierno es el punto ideal para algunas quimeras como reformas institucionales, que fracasan porque el peronismo tiene la primera minoría en las dos cámaras del Congreso y ganó las legislativas del 7 de septiembre. Lo barato sale caro ¿Acaso no ocurrió lo mismo en 1993 cuando Menem y Alfonsín confluyeron en el Pacto de Olivos? La relación entre el peronismo y el radicalismo había llegado a un nivel de exasperación superior al que hoy tiene el mileísmo con el peronismo kirchnerista. Parecía que todo iba a estallar. El odio parecía explotar, pero el sistema encontró en el pacto lo que quería cada cual. Como dice Horacio Massaccesi, Menem fue a la reforma con la reelección y Alfonsín fue a lo mismo con una Constitución. Cada uno logró lo que quería. El radicalismo pagó los costos en el turno siguiente: su fórmula presidencial hizo la peor elección en toda su historia, perdiendo ante Menem por 49,84% a 16%. Pero el radicalismo ganó las elecciones siguientes en alianza con el FrePaSo (1997) y desplazó al peronismo del poder (1999). Cada uno se llevó lo que quería. Los dos pagaron el costo del desprestigio por la foto del pacto de Olivos que se creía hundiría a las dos fuerzas. Para decirlo corto: si el mileísmo y el peronismo se juntan para una reforma para cambiar una Constitución que no quieren, les sobrarían hoy los votos para hacerlo. Se han sacado de encima, por ahora, la vigilancia de ese intruso que fue Cambiemos, al que han logrado desmantelar después de que les amargara la vida durante una década. Matar a Cambiemos, objetivo común ¿Qué los divide más allá de la necesidad de polarización que los dos sectores alimentan para mantener su fuerza? Primero de todo, el proyecto que llevan adelante para destruir la fuerza que fue Juntos por el Cambio. En 2015 la coalición logró, después de décadas, que el voto de centro moderado de los grandes distritos encontrase una representación que los llevó al gobierno, desplazando al peronismo y a la derecha conservadora. Esa coalición -una alianza del PRO, la UCR, la Coalición Cívica y conservadores del interior- conservó desde ese año el nivel del 40% de los votos. El porcentaje se mantuvo en 2019, aun perdiendo, en las elecciones de medio término de 2021, y en 2023 fue el que hizo presidente a Milei. El objetivo del peronismo desde entonces ha sido hacer desaparecer esa fuerza que los había desplazado del poder, objetivo que se propuso también el conservadurismo que encontró en Milei una representación, aunque minoritaria, que se afincó en el interior. Desde 2023, los esfuerzos de los dos adversarios de Cambiemos han logrado capturar la representación de ese 40%. Es lo que sacó la alianza de LLA y el PRO en el orden nacional el 26 de octubre. Enemigos compartidos ¿Qué une al peronismo con el mileísmo? En lo táctico, comparten la hostilidad al periodismo. También la hostilidad a la Justicia, y en particular a la Suprema Corte. No hace falta resumir la descalificación de los medios que busca deslegitimar su tarea de contrapoder. Tampoco el desaire a la Corte que significó la salida de Juan Carlos Maqueda, maltratado al anunciarle la puerta cuando aún no se había cumplido el límite de edad. El episodio de Lijo y García Mansilla no ayudó a mejorar las cosas. El Gobierno recogió el legado del kirchnerismo y lo extendió en el tiempo. También comparten la crítica al contenido de la Constitución reformada en 1994. El peronismo, aun gobernando Menem, inició una era contra reformista -que siguió el ciclo de la familia Kirchner- de devaluar los institutos de esa reforma, malversando la organización del Consejo de la Magistratura, la autonomía de la CABA, el instituto del tercer senador, la necesidad de sancionar una ley de coparticipación, y buena parte de las cláusulas transitorias. Cristina de Kirchner desarrolló durante su mandato argumentos para promover una nueva reforma constitucional que asegurase más poder para los gobiernos y los liberara de la vigilancia de los poderes legislativo y judicial. Cristina y Milei, absolutistas Une a Milei con Cristina el método de tratar de gobernar sin controles, con emergencias y DNU. La versión más reciente de esta impugnación a la modernidad la hizo Cristina de Kirchner en 2022. Reclamó que los poderes del Estado fueran protegidos de la sociedad y sus controles. En un discurso ante centenares de legisladores de todo el mundo, la entonces vicepresidente se lamentó de la debilidad de los gobernantes frente a la sociedad, algo que fue deliberadamente buscado por los fundadores de la sociedad moderna para sacarla de la barbarie del absolutismo. «¿Cuánto, cuánto representa del poder, tomado en un 100%?», dijo en ese discurso de 2022. «Hablamos de poder cuando alguien toma, adopta una decisión y esa decisión se puede aplicar y es respetada por el conjunto de la sociedad, eso es el poder. Que te pongan una banda y te den el bastón un poquito es, pero créanme, créanme, créanme, y lo digo por experiencia». Llamó, siendo vicepresidente, a una reforma que intentó durante su gobierno, con los proyectos de leyes de medios y de reforma judicial -ninguna resistió el paso del tiempo-. «Tengamos en cuenta -explicó- que, cuando se adoptó esta forma institucional de gobernar, de la gobernanza, no existía la luz eléctrica. No existía el auto ni los celulares ni nada de eso. Miren como avanzó el mundo, la tecnología, cómo se fue creando y generando poder por afuera de las instituciones». «Hoy -siguió- nuestras Constituciones son un reglamento de cómo tiene que funcionar el Ejecutivo, cómo tiene que funcionar el Legislativo y eventualmente el Judicial. Sobre todo, el otro poder que está afuera: mercados, monopolios, oligopolios, poder financiero internacional, nada de eso figura en nuestras Constituciones». «Y lo peor de todo -concluyó- cuando las sociedades cada cuatro años o cada dos años eligen a sus representantes, no juzgan a ninguno de esos poderes, juzgan a ustedes, a los que están sentados en las bancas, que mucho, mucho, mucho tampoco se puede hacer”. Miguel Pichetto y Jorge Capitanich, cada cual, desde su perspectiva, se han mostrado permeables a una revisión de la Constitución. De enemigos a amantes La narrativa del mileísmo también ha sostenido una impugnación de la Argentina moderna y ha llamado a la fantasía de regresar al sistema que rigió antes de 1930 y a la constitución de 1853. Basta leer los considerandos de los proyectos de la primera versión de la Ley de Bases y los del DNU 70/23, para conocer el impulso conservador en el sentido más literal del término, de vuelta a un país de un siglo atrás. Esta coincidencia entre el peronismo y el mileísmo es tierra fértil para que en algún momento encuentren terreno común que permita superar las diferencias. El mejor momento para que esas coincidencias superen a las diferencias es cuando las fuerzas en disputa transitan por la peor relación; es entonces cuando encuentran un acuerdo, un espacio para satisfacer los objetivos de cada cual. En las ficciones románticas hay una situación tópica que inspira novelas y filmes donde quienes se odian terminan amándose. Los productores llaman a ese tópico «enemies to lovers» -de enemigos a amantes.

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