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  • Ángela Banzas, el premio Planeta inesperado: "Las cicatrices hay que desinfectarlas y observarlas para seguir avanzando"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 17/11/2025 10:12

    En los libros de Ángela Banzas (Santiago de Compostela, 1982) siempre está la puerta abierta a la esperanza. Emiten una luz que, pese a la penumbra por la que transitan sus personajes, tan bien perfilados, alumbra los miedos que en ellos retrata. En Cuando el viento hable reflexiona sobre el poder de la imaginación en la España de la posguerra, con un misterio familiar coleando de fondo. Su protagonista, Sofía, una joven de 20 años, creció con sus abuelos bajo una estricta vigilancia y, tras ser ingresada en el Hospital Real, descubre un mundo hasta entonces desconocido para ella. “Me encantan los retos. Intento que cada figura tenga su propio mensaje, aunque cada vez sea más difícil. Compito conmigo misma, no con los demás”, apunta la finalista del Premio Planeta 2025 que ganó Juan del Val. Esta es su quinta novela. Va a una por año, sin parar. “Tengo mucho que contar”, añade entre risas. De hecho, ya está pensando en la siguiente. P. ¿Cuál fue la chispa que encendió esta historia? R. Un episodio que viví en la infancia. Quería transitar por los recuerdos que tengo sobre mi estancia en el hospital. Quería convertirlos en un relato que recogiera la oscuridad de la posguerra, pero que tuviera un final luminoso. La imagen de partida la recojo en el prólogo: Sofía tiene 20 años y, mientras camina por el cementerio, en 1959, se topa con una lápida que tiene grabado su nombre. Entonces, empieza a preguntarse quién está enterrado ahí. Esa escena apareció como un destello en mi cabeza y, al tiempo, poco a poco, acabé trasladándola a un libro. P. No se separa de su libreta. R. Siempre la llevo encima. Suelen inspirarme las personas con las que me cruzo, hay miradas y gestos que me llevan a ciertas reflexiones. Soy de sentarme a escribir cada día. Unos son más productivos que otros, claro. Pero, en cualquier caso, los aprovecho para leer y retroalimentarme. 'Cuando el viento hable' es la quinta novela de Ángela Banzas. / ALBA VIGARAY P. La novela gira en torno a la memoria y el silencio. Como sociedad, ¿nos olvidamos muy rápido de las cosas que nos hacen daño? R. Sin duda, lo acabamos de ver con la pandemia. Todo los propósitos que nos prometimos entonces han acabado desapareciendo. Entre ellos, volver a mirar a nuestros mayores. Este libro se lo dedico a ellos, que crecieron envueltos en densos silencios para darnos a nosotros la voz. P. La protagonista nace en 1939 y crece con sus abuelos en un entorno rural. ¿Qué le interesaba contar sobre la infancia en un país marcado por el miedo de la guerra? R. Todo lo que ellos vivían en la calle acababan metiéndolo en sus hogares, lo que se traducía en más y más secretos. Me interesaban especialmente los corsés que se instauraron entonces y que despertaban desconfianzas en los demás. Hay un pasaje en el que la abuela le explica a su nieta por qué la encierra cada noche tras los rezos, hablándole del miedo que hay de puertas para fuera. Le dice que el hombre del saco está ahí, lo que despierta un miedo aún más atroz. P. ¿Las heridas del pasado desaparecen alguna vez? R. Sí, deben cerrarse a tiempo. Para ello, en primer lugar, hay que desinfectarlas y, después, tras dar algún puntito, observar la cicatriz. Hay que saber dónde empiezan y dónde acaban para seguir avanzando. P. ¿Qué referentes le ayudaron a construir el aliento gótico que atraviesa la novela? R. Están Carlos Ruiz Zafón y Edgar Allan Poe, entre otros. En general, aquello que me ha seducido como lectora desde pequeña ha moldeado mis novelas. P. ¿Es de las que reescribe en busca de la palabra exacta o de las que prefiere preservar la magia del borrador? R. Soy perfeccionista. Adoro buscar la música en el texto. No sólo me quedo en lo que estoy contando, sino también en cómo lo estoy haciendo. Me recreo en las palabras, utilizó símbolos. Escribo, leo, escribo, leo… Y así. De hecho, si cogiéramos la novela ahora mismo, posiblemente, cambiaría cosas. P. Suele ambientar sus historias en Galicia. ¿Qué tiene este territorio para influir en su manera de mirar el mundo? R. Me evoca sensaciones y emociones que me ayudan a ambientar la historia. He crecido en Santiago de Compostela y, por tanto, tengo unas fuertes raíces en mi tierra. Ángela Banzas es la finalista del Premio Planeta que ha ganado Juan del Val. / ALBA VIGARAY P. ¿Qué documentación fue clave para recrear el Hospital Real de Santiago y su vida cotidiana? R. Por un lado, gran cantidad de libros. Y, por otro, visitas especializadas al Hostal de los Reyes Católicos. Ahí descubrí gran cantidad de detalles. También recurrí al archivo que tiene la Xunta, donde pude acceder a documentos que de otra forma hubiera sido imposible. Hay que documentarse mucho para que el lector no sienta que está leyendo un libro de historia pura. Y, por supuesto, me he alimentado mucho de los mayores. Esto es algo que intento inculcar a mis hijos: tienen que aprovechar a sus abuelos. Su modo de vivir y sentir están en estas páginas. Es fundamental observar y escuchar para escribir. Me da rabia que se esté perdiendo la tradición de juntarse en la mesa. P. El Planeta le ha colocado bajo un enorme foco. ¿Qué le gustaría que los lectores descubrieran en su literatura? R. Las historias que hay detrás de mí. Soy quien las acompaña, sosteniéndola con la mirada y la voz de los personajes. Soy un medio para que lleguen a mis letras. P. Se recibieron 1.320 manuscritos para el galardón. ¿Qué le dice esa cifra sobre el estado de la narrativa en España? R. Afortunadamente, hay mucha gente que escribe. Y, por suerte, cada vez más personas leen. Sobre todo, jóvenes. Lo interpreto como algo súper positivo. Hay verdaderas joyas por descubrir. P. ¿Por qué lo presentó? R. La idea fue de mis lectoras. Como participo en distintos clubes de lectura con asiduidad, he acabado estrechando relaciones con algunas. Llevaban tiempo diciéndomelo, pero las rehuía. Sin embargo, cuando terminé esta novela, que apunta al thriller, sentí que era la adecuada. P. En su discursó reivindicó el papel de las bibliotecas en los hospitales. ¿Cómo le ayudaron a usted? R. Tenía siete años cuando me ingresaron y, cuando pude levantarme de la cama, al tiempo, comencé a ir a la escuela que había allí. Tenía una biblioteca infantil y, como mi compañera de habitación no podía ir, los cogía para las dos. Quería ayudarla y, cada tarde, leía en voz alta y disfrutábamos mucho. Para mí, los libros han sido refugios. Algo que, en una circunstancia así, con noches tan largas y oscuras, se vuelve más que necesario. P. Si dejara una nota anónima entre las páginas de Cuando el viento hable para que un paciente la descubra al cogerlo en estas bibliotecas, ¿qué pondría? R. Intentaría ofrecerles un mensaje de aliento, una caricia que le tendiera una mano. Hay mucha soledad en los hospitales, las personas enfermas viven en una burbuja paralela. Se sienten al margen. Creo que lo mejor que podría trasladarles es empatía.

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