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Gualeguay » Debate Pregon
Fecha: 17/11/2025 04:02
“Desde niño participé en la catequesis en la capilla del Barrio Molino y en la capilla de Fátima. Los domingos venía a misa y cantaba en el coro. Luciano tocaba un pequeño órgano Casio y junto a Luciana, que más tarde se unió a la Cruz Roja. compartíamos la música de la celebración. Ads En 2005 ya estaba en el coro y, hacia 2006, cuando tenía apenas ocho o nueve años, comencé a ayudar en la misa como monaguillo. En ese tiempo el párroco era el padre Isidro Galisset, y más tarde llegó Pedro Brassesco, primero como diácono y luego, a los pocos meses, fue ordenado sacerdote y al poco tiempo administrador parroquial. Se quedó para acompañar al padre Isidro que no estaba bien de salud. Con Pedro se hicieron muchas intervenciones en la parroquia San Antonio: se arreglaron los techos, se pintó el exterior, lo que hacía años que no se hacía, se instalaron turbinas para calefacción, se construyó el cinerario parroquial y se renovó el altar, que pasó de tener tres placas de granito a una sola pieza de mármol consagrado. También se trabajó en el ambón de la Palabra, que antes era apenas una columna con mármol encima. Cabe destacar que un altar, para ser tal, debe tener la reliquia de un santo, como lo tiene el actual altar y el de la Ascensión de la Virgen. Particularmente siempre me interesaron las campanas y la música, así que además de estar en el coro y de servir como monaguillo los fines de semana, me fui involucrando como campanero. Con el tiempo, cuando estaba Chela Ríos, me acerqué a la sacristía para ayudarla en su tarea de sacristana. Allí descubrí lo mucho que me atraía la preparación litúrgica de la misa, el cuidado de los objetos y la organización del servicio. Desde entonces, hasta el día de hoy, sigo colaborando como sacristán los fines de semana. También me empezó a interesar cada rincón de la parroquia. Conocí a Ricardo Mugnai cuando realizó la intervención en la puerta de entrada, pintando el vitral de la Sagrada Familia. Ese trabajo me despertó la curiosidad por las restauraciones y el mantenimiento. Comprendí que, aunque es mucho para una sola persona, con un plan de mejoras continuas se puede renovar poco a poco lo que necesita atención. Otro aspecto que me atrajo fueron las campanas y el reloj. Me intrigaban las alturas y terminé haciéndome cargo del mantenimiento del reloj, aprendiendo relojería con el señor Chessini y, sobre todo, con Pelusa y Luis De Zan. Desde chico, cuando Chela tocaba la campana para llamar a misa, yo pedía hacerlo y luego nos turnábamos entre los monaguillos. Ads Este año, en “La Noche de los Museos” exhibimos muchos objetos antiguos de la parroquia: vestimentas, candelabros y otros elementos que normalmente no se mostraban. Hoy, gracias al uso de cera líquida, los candelabros se utilizan más porque resulta más económico que la cera de abeja. Las casullas y capas que visten los sacerdotes según las celebraciones quedaron guardadas después del Concilio Vaticano II, pero todo lo demás se procura mantener en uso: sitiales, custodias, vasos sagrados, copones y cálices. Para las misas de semana usamos un cáliz pequeño, y en las celebraciones importantes o cuando viene el obispo, se usa el más grande y plateado, con siete velas en el altar. La idea es que el templo no sea un museo estático, sino un museo vivo, donde cada objeto cumple su función en la liturgia. Todo está para el uso y para la santificación, para ayudar a la espiritualidad de la comunidad. El incienso, las imágenes, los objetos, permiten llegar a las personas a través de varios sentidos. Aunque las casullas y capas se guardaron por el deterioro y por la búsqueda de mayor sobriedad después del Concilio, siempre estuvieron presentes. Esta parroquia conservó toda su riqueza después del Concilio Vaticano II. Uno de los únicos cambios fue comenzar a dar la misa de frente al pueblo y en lengua vernácula. Este año dispusimos los cuatro estandartes: dos de San Antonio, uno de la Virgen Inmaculada y otro del Sagrado Corazón. Son antiguos y han recorrido muchas procesiones, y hoy los mostramos para que la gente los recuerde como parte viva de la parroquia. Ads No sé con certeza cuál es el objeto más antiguo del templo. La construcción original, hacia 1870 a 1900, era más pequeña y no se conservan registros claros de su retablo. Con la ampliación de 1930 se agregaron elementos de gran valor: el púlpito, el mármol de Carrara y ónix con incrustaciones de lapislázuli, el cupulín chapado en oro y tallado con un águila, y el retablo mayor de once metros, una verdadera obra de arte. Creo que la imagen histórica de San Antonio es lo más antiguo que conservamos. Las imágenes articuladas de San Antonio, el Cristo y la Dolorosa, junto con el Niño de Praga en madera, provienen probablemente del mismo tiempo. También tenemos reliquias: de San Ignacio de Loyola, de San Antonio, de San Agustín y de Angelelli. Estas reliquias están expuestas bajo el sagrario, aunque no siempre se aprecian. Son pequeños fragmentos de hueso de santos, con gran importancia espiritual. A lo largo de los años hubo personas que colaboraron en la restauración. Ricardo Mugnai lo hace de corazón, sin retribución económica, por amor al arte, en especial en lo que hace a las escenografías y sus detalles como pinturas o esculturas, y al cuidado del templo. Antes, Juan Zárate pintaba y mantenía la iglesia prolija, especialmente desde la intervención de 1981, cuando se unificó la tonalidad y se eliminaron columnas marmoladas y ornamentos del techo. Hoy los desafíos son grandes. El templo necesita mejoras en el sonido, en las columnas y en los parlantes, pero lo más urgente es el problema de las terrazas, que presentan filtraciones. La torre sufrió movimientos por la sequía del pozo de la plaza en 2018 y por un rayo que cayó ese mismo año. La solución sería rehacer la terraza con chapa y perfiles, aunque requiere importantes recursos económicos y colaboración de la comunidad. Si estos arreglos no se hacen se deterioraría aún más el salón del San Antonio original y la sala del cinerario. El techo en cruz latina, hecho en chapa desde 1930, se mantiene con pintura y cuidados, aunque la humedad provocada por la respiración de la gente deteriora las pinturas con el tiempo. Libero Pierini, un reconocido escultor italiano que emigró a la Argentina cuando tenía 24 años, fue quien pintó en 1930, después de la ampliación. La parroquia es un símbolo de Gualeguay. Los turistas la reconocen como lo primero que se muestra de la ciudad. Desde lejos se distinguen la torre y el esqueleto, aunque los árboles de la plaza, de más de treinta metros, dificultan la visibilidad frontal. Aun así, la iglesia impone por su tamaño y belleza. Queda pendiente un proyecto ambicioso: la construcción de la cúpula. Es un sueño inconcluso, pero confío en que algún día se podrá realizar, después de resolver los problemas más urgentes de los techos. Volviendo al valor arquitectónico, religioso y cultural, la parroquia San Antonio es una verdadera joya que guarda en cada lugar una rica historia que en esta nota he tratado de desarrollar en parte, pero hay mucho más y que fundamentalmente debemos cuidar.
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