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  • Elecciones en Chile: desilusión con el progresismo y crecimiento de la ultraderecha, construyamos una salida por izquierda

    La Paz » Politica con vos

    Fecha: 16/11/2025 17:39

    Este 16 de noviembre se realizarán las elecciones presidenciales en Chile, en un contexto de desilusión política con el gobierno de Gabriel Boric y el ascenso de las opciones de ultraderecha. Entrevistamos a Dauno Totoro, candidato del Partido Revolucionario de los Trabajadores que impulsa La Izquierda Diario Chile, sobre el marco en que se dan estas elecciones y las posibles perspectivas. Este 16 de noviembre se realizará la primera vuelta de las elecciones presidenciales, con 4 candidatos principales: la candidata oficialista Jannete Jara, de centroizquierda, el derechista José Antonio Kast del Partido Republicano, la también derechista Evelyn Matthei de Chile Vamos, y Kaiser, del ultraderechista movimiento libertario. Entrevistamos a Dauno Totoro, candidato a diputado por el distrito 10, del Partido Revolucionario de los Trabajadores que impulsa La Izquierda Diario Chile, sobre el marco en que se dan estas elecciones y las posibles perspectivas. 1) La elección se planteó como una especie de interna de la derecha con Mattei de la derecha tradicional de Chile Vamos, Kast como figura de la extrema derecha y la emergencia de Kaiser corriendo por derecha al propio Kast. ¿Qué expresan estos diferentes sectores de la derecha y cómo actuaron en la campaña? Lo primero que uno nota en estas elecciones es la crisis del “centro burgués” o “extremo centro neoliberal” representado en la derecha por Chile Vamos, y por la Concertación en la centroizquierda. Alrededor de estos dos conglomerados se articuló el pacto de la transición. Es un síntoma de que las viejas técnicas de hegemonía del ciclo anterior ya no dan el mismo resultado y surgen nuevas disputas. El oficialismo va detrás de Jeannette Jara y la derecha está dividida entre Evelyn Matthei, José Antonio Kast y Johannes Kaiser. Matthei representa a la derecha tradicional (UDI, Renovación Nacional y Evópoli), quienes buscan recrear la política de los consensos de los años noventa, entendiéndola como la mejor forma de defender la herencia de la dictadura. UDI es uno de los partidos que ha articulado una defensa acérrima del legado de Pinochet, pero apostó por administrarla en base a un régimen “binominal” en acuerdos con la Concertación y aceptando ciertas “autoreformas” por arriba. Su discurso es el de la gobernabilidad y son los representantes más fieles del gran empresariado y de los principales representantes de la burguesía, expresado en que uno de los principales dirigentes de los grandes empresarios nacionales es a la vez uno de los principales dirigentes del comando electoral de Matthei. La contradicción que tienen es que según las encuestas estaría quedando tercera, cuarta o incluso quinta. Tiene el apoyo de los sectores más concentrados de la burguesía, pero no los votos. La principal disputa para pasar a segunda vuelta, según señalan la mayoría de las encuestas, además de la candidata del oficialismo, está entre dos candidatos de extrema derecha. Primero está la derecha republicana de José Antonio Kast, que surge como un desprendimiento por derecha de la UDI. Emergió con un discurso disruptivo en la elección anterior y un alineamiento con la extrema derecha internacional. En esta campaña se centró en una agenda securitaria evitando los temas “valóricos” tratando de ocultar su programa de ataque a las mujeres y las diversidades sexuales. A su vez, puso como referente internacional a Meloni y buscó el favor de los empresarios. Representa una especie de vuelta a la UDI de los orígenes, pero actualizada a la política de masas de la nueva derecha populista y sus políticas bonapartistas. Y luego está la derecha estilo “mileísta” que encarna Johannes Kaiser. Es una mezcla de ultraliberalismo con show permanente, que promete libertad mientras empuja un país donde el Estado se reduce al mínimo. Aunque tiene un programa similar al de Kast, dobla la apuesta (por ejemplo, en vez de 6.000 dólares de ajuste fiscal, propone el doble) y se abandera de los valores conservadores, ataque a las mujeres, etc. Tanto Kast como Kaiser buscan restaurar el “orden neoliberal perdido” tras la revuelta de 2019 pero poniendo mucho más énfasis en elevar los niveles de autoritarismo. Y en el caso de Kayser es quien más expresa una variante nueva, “libertaria” y de un nuevo bonapartismo de derecha que no quiere volver ni a la política de los consensos de la transición ni tampoco una dictadura abierta (más allá de que reivindica la dictadura y el pinochetismo), jugando con un espíritu refundacional por derecha. Es por esto que genera preocupación en la gran burguesía, porque apostar por la polarización y no por la hegemonía, implicará probablemente más inestabilidad y resistencia. 2. Y enfrente estuvo la candidata Janette Jara del Partido Comunista que se impuso en la interna del oficialismo ¿Cómo fue su campaña? La candidatura de Jeannette Jara expresa la continuidad del oficialismo de Boric, aunque es un continuismo con un sesgo hacia el centro. A pesar de la militancia en el PC (Boric milita en el Frente Amplio, una izquierda más al centro), el programa de Jara tiene menos aspectos de transformaciones que el que tuvo Gabriel Boric en 2021, y esta vez la candidatura no solo es apoyada por los partidos de la ex Concertación que formaron parte del gobierno de Boric, sino que se integró la Democracia Cristiana, un partido histórico venido a menos, muy debilitado, pero que representó a sectores de centro y centro derecha cristianos durante décadas y que incluso fue cómplice del golpe militar de 1973. Jara ganó las primarias del oficialismo con amplitud, demostrando que sus votantes querían encontrar una candidatura a la izquierda de Gabriel Boric, pero al ganar, sus gestos fueron permanentemente hacia el centro político y hacia la búsqueda de alianzas con la ex Concertación. Su campaña se basa en un discurso que combina medidas concretas tales como el aumento del salario mínimo, con darle continuidad a las fórmulas del gobierno para profundizar la normalización y gobernabilidad que entrega Boric. En ese marco, una gran mayoría está dispuesta a votar por Jara frente al avance de la extrema derecha, y si bien en las encuestas marca que gana en primera vuelta, todas dicen que la segunda vuelta la ganan los candidatos de la derecha, sea quien sea el que pase. 3) Pero esta elección se da en un marco de lo que ustedes definen como una “polarización asimétrica”. ¿Podés explicarnos este concepto? No cabe duda que vivimos la irrupción y el fortalecimiento de sectores de extrema derecha que empujan el escenario hacia posiciones cada vez más reaccionarias, nacionalistas, xenófobas y autoritarias. Y esto no es un fenómeno exclusivamente chileno. Lo vemos con Vox en España, con Trump en EE.UU., con Milei en Argentina. Son proyectos que canalizan el malestar social hacia salidas por derecha, desligando a los grandes responsables de la crisis: los empresarios, los grandes grupos económicos, y responsabilizando a los sectores más vulnerables, a las mujeres, a la población migrante, a los trabajadores precarizados. Pero hablamos de polarización, porque los centros ya no pueden otorgar solución orgánica a los procesos de la sociedad, ni al estancamiento, ni a la creciente crisis social, ni al lento agotamiento de las condiciones de vida de las masas. Pero está inclinado hacia la derecha hoy porque el sector más radicalizado y en emergencia viene por allí, mientras la izquierda institucional se modera hacia el “centro” burgués, dentro del programa del pacto neoliberal. Esta “centroizquierda”, hoy encarnada en Jara y continuadora de una especie de “restauración progresista” no constituye una alternativa para combatir a la extrema derecha. Esa asimetría se explica por un problema estructural: la crisis del régimen político heredado de la dictadura de Pinochet. El viejo equilibrio de la transición, basado en la alternancia entre dos bloques moderados, con consensos neoliberales y pactos de gobernabilidad con los grupos empresariales, se descompuso y ya no logra recomponerse. 3) ¿Cuál es la situación estructural del país en la que se dan estas elecciones? Chile llega a estas elecciones atravesado por una crisis orgánica contenida que no se resuelve, pero tampoco estalla como ocurrió en 2019. La institucionalidad logró desviar la revuelta popular, pero sin resolver ninguno de los problemas de fondo que la originaron: precarización laboral, desigualdad estructural, endeudamiento crónico, crisis habitacional, pensiones de miseria, etc. De hecho, la contradicción que tienen es que buscaron el desvío a través del proceso constitucional, y ambos procesos, tanto el primero, dirigido por fuerzas de izquierda, como el segundo, encabezado por Republicanos de Kast, fueron rechazados ampliamente por la población. El resultado es un país donde la vida cotidiana es cada vez más difícil para las grandes mayorías. A esto se suma lo que definimos como una fragmentación estructural del sistema político. El antiguo orden de la transición, ese equilibrio entre Concertación, derecha tradicional y empresariado, ya no articula “como antes”, pero tampoco ha sido reemplazado por un proyecto alternativo. Es un sistema donde las viejas fuerzas se desgastan, pero las nuevas no logran consolidar una hegemonía social duradera. 4) El gobierno de Boric es visto en la región como la izquierda institucional e internamente asumió concentrando muchas esperanzas, sobre todo de muchos que fueron protagonistas de la gran rebelión de 2019. Desde La Izquierda Diario Chile, vienen planteando que su presidencia transcurrió cediendo cada vez más a las políticas de derecha, lo que explica esa “polarización asimétrica” de la que hablan. Gabriel Boric pasó de presentarse como el candidato de las “transformaciones” durante la campaña presidencial, a encabezar un gobierno de carácter socialdemócrata, al estilo de los gobiernos de Michelle Bachelet. Su programa original representaba una “restauración progresista” del orden y la gobernabilidad. Su ethos era la pasivización de la lucha de clases para realizar reformas por arriba que canalizaran la crisis en un sentido progresista. Sin embargo, este ni siquiera fue el programa con el que terminó gobernando, porque a poco andar renunció a las reformas más estructurales, asumió la agenda de “seguridad”, militarizando territorio mapuche, por ejemplo, o aprobando la ley Nain Retamal que facilita la impunidad del gatillo fácil, entre otras. Por supuesto, hubo algunas reformas, pero siempre estuvieron sujetas a la aprobación de la derecha y las cámaras empresariales. La fórmula consistió en dar algunas concesiones pero a costa de fortalecer ciertos pilares neoliberales de fondo. Por ejemplo, la reducción de la jornada laboral fue acompañada de mayor flexibilidad laboral, el aumento de pensiones implicó reforzar el sistema privado de pensiones, entre otras medidas. Ese proceso de concesiones sucesivas dejó un efecto claro: desmovilizó y buscó desmoralizar a quienes buscaban cambios reales a la vez que fortaleció la iniciativa política de la derecha. Mientras el Gobierno se movía cada vez más hacia el “centro”, y adoptaba el programa de “seguridad” de la derecha, permitía que la extrema derecha se fortaleciera como opción. Boric no sólo decepcionó expectativas; restauró la autoridad de un sistema que venía profundamente cuestionado, apostó a cerrar el ciclo abierto por la rebelión y, en ese camino, dejó un vacío que hoy estamos obligados a disputar desde una izquierda independiente, anticapitalista y anclada en las luchas reales del pueblo trabajador. ¿Podés explicarnos cuáles fueron centralmente esas políticas que defraudaron las expectativas de gran parte de la población?¿En qué se expresa eso hoy? Hay que partir de la base de que este gobierno como bien señalan asumió con un programa de campaña que generó expectativas en amplios sectores. Hicieron campaña contra el sistema previsional chileno que está privatizado y que entrega pensiones de hambre, las AFP, hicieron campaña denunciando la represión brutal del gobierno de Piñera contra la revuelta e incluso plantearon que Piñera rindiera cuentas ante instituciones penales internacionales. En fin, se autodenominaron un gobierno de las transformaciones y de cambios estructurales progresistas. Pero rápidamente esto demostró ser falso. La coalición original del gobierno de Boric compuesta por el Partido Comunista y el Frente Amplio tomaron la decisión estratégica de aliarse y unificarse en el gobierno con sectores de la ex Concertación, los partidos neoliberales del Partido Socialista, Partido Por la Democracia y Radical, que junto a la Democracia Cristiana fueron los principales administradores del Chile neoliberal de la transición pactada, rostros además de la corrupción política empresarial y símbolos de la vieja política. Luego de eso, fueron desdiciéndose de cada punto de su campaña. Y si bien realizaron concesiones menores, fueron todas pactadas con la derecha y los grandes empresarios, como el aumento del salario mínimo, que rápidamente fue consumido por la inflación. Luego de eso, fueron desdiciéndose de cada punto de su campaña. Y si bien realizaron concesiones menores, fueron todas pactadas con la derecha y los grandes empresarios, como el aumento del salario mínimo, que rápidamente fue consumido por la inflación. Así, como te decía al inicio, terminaron legislando una reforma al sistema previsional que si bien aumenta parcialmente las pensiones, viene a relegitimar y a validar políticamente al sistema de AFP, que es repudiado por amplios sectores, inyectando nuevo dinero fresco de los bolsillos de los trabajadores a las AFP y las grandes empresas que son financiadas por ellas. En materia de demandas democráticas, las víctimas de la represión de la revuelta fueron abandonadas, llegando al punto de que al menos ocho víctimas de trauma ocular se han quitado la vida por la situación que vivían de abandono por parte del Estado. Al mismo tiempo, Militarizaron el territorio mapuche imponiendo el Estado de excepción constitucional más largo desde el fin de la dictadura. A los altos mandos de Carabineros de Chile, luego de cuestionarlos en campaña por la represión en la revuelta, terminó dándoles un espaldarazo y los mantuvo en sus cargos, a la vez que se desdijo de sus dichos sobre Piñera y terminaron tratándolo de “demócrata” llegando incluso Boric a decir que se “excedieron en las querellas” durante la revuelta, lo que fue una bofetada en la cara a las víctimas de la represión y sus familias. En el fondo, el gobierno de las “transformaciones”, decidió convertirse en una socialdemocracia responsable, en una especie de continuidad de la ex Concertación y gracias a la estabilidad neoliberal que buscaron instalar, mantener vigente el viejo régimen chileno que tan profundamente había sido cuestionado durante la revuelta. Pasaron a reivindicarse como el gobierno de la “normalización” que entregó migajas mientras revitalizó a la derecha y a la extrema derecha defraudando a su base social. 5) ¿En ese marco qué rol jugaron estos años las direcciones sindicales, de movimientos sociales, etc.? Precisamente, el análisis que hacemos de todo este proceso político no puede entenderse sin el papel desmovilizador que jugaron las burocracias sindicales y direcciones burocráticas de los movimientos sociales, tanto estudiantiles, como el movimiento de mujeres u otros. Esos sectores, muchos militantes directamente de los partidos del gobierno de Boric, especialmente vinculados al Partido Comunista y al Frente Amplio, decidieron impulsar una política desmovilizadora de confianza total en el gobierno y en el camino de los acuerdos parlamentarios. Esa estrategia de confianza institucional implicaba evidentemente desmovilizar las fuerzas sociales de trabajadores, la juventud, el movimiento de mujeres o los estudiantes para, según sus propios términos, no complicar al gobierno. Esta desmovilización lo único que hizo fue facilitar más todavía que la derecha y la extrema derecha avanzaran y retomaran el protagonismo, porque tanto el gobierno como las direcciones sindicales y de los movimientos sociales se lo entregaron al renunciar a fortalecer el camino de la organización y la movilización desde abajo en defensa de los derechos y demandas que se veían amenazados luego de una crisis económica y social a nivel internacional y en el marco de la salida de la pandemia del COVID que tuvo graves impactos sociales en el país. 6) Ustedes presentan candidaturas para el parlamento. ¿Qué propuestas plantean desde el Partido de Trabajadores Revolucionarios y LID Chile, teniendo en cuenta también la situación internacional? Cuando levantamos candidaturas parlamentarias desde el PTR y La Izquierda Diario Chile, lo hacemos con una idea fundamental: queremos poner sobre la mesa un programa que responda a quienes sostienen día a día el país, no a los empresarios ni al orden heredado de la dictadura. Y esa perspectiva no se explica sólo por la situación chilena, sino por un mundo convulsionado, atravesado por guerras, competencia imperialista y precarización, donde la masacre contra el pueblo palestino se ha convertido en el símbolo más brutal del momento. Para nosotros eso no es un asunto “externo”: es una batalla política y moral que define de qué lado se está cuando las potencias avalan un genocidio. Es decir, estamos en un marco internacional de una crisis estructural del capitalismo, donde el orden global de hegemonía de Estados Unidos se encuentra en cuestión, y esto se refleja, entre otras cosas, en las amenazas y el matonaje imperialista con el despliegue de tropas en el Mar del Caribe y frente a las costas de Venezuela. Desde el PTR presentamos candidaturas en Arica, Antofagasta, Valparaíso, Santiago y definimos 3 grandes ejes de campaña para difundir masivamente. En primer lugar, bajo el lema de “a dar vuelta las prioridades”, apuntamos a un discurso dirigido contra la agenda de los grandes empresarios a partir de una fuerte denuncia anticapitalista. Frente a la agenda de los capitalistas (que implica mayores facilidades para la inversión, seguridad, represión, ajuste fiscal), contraponemos un programa centrado en las necesidades populares de salario, salud, pensiones, vivienda, articulando exigencias básicas como un salario de 840 mil pesos, con medidas democráticas estructurales como la nacionalización de los recursos estratégicos bajo control obrero. Todo, bajo la idea de ir contra el Chile de los capitalistas y el imperialismo y en la perspectiva de un gobierno socialista de la clase trabajadora. En segundo lugar, buscamos ligar la agitación electoral con el fortalecimiento de ciertas causas y luchas clave, como es contra el genocidio en Palestina, por la ruptura de relaciones con Israel, al mismo tiempo que a nivel nacional denunciar la represión contra el pueblo mapuche, la desaparición de Julia Chuñil y el asesinato de defensores ambientales como Macarena Valdés. Y por último, desarrollamos la idea de independencia de clase, que en este caso implica total independencia del gobierno y de la candidata del Partido Comunista, a quien no apoyamos políticamente ni con el voto en estas elecciones, para mostrar que para enfrentar a la derecha se necesita una izquierda consecuente que no se dé vuelta la chaqueta, y que busque poner la agitación electoral y los cargos, en función de desarrollar la coordinación y unidad en pos de la lucha extraparlamentaria. Hay ejemplos fundamentales de resistencia a la ola derechista, con esas movilizaciones que menciono, pero también con las huelgas generales en Italia y las masivas movilizaciones por Palestina en todo el mundo. Y por eso buscamos que nuestras candidaturas sean un reflejo de esos ejemplos en Chile, una muestra de que es posible seguir otro camino al que ofrece el progresismo (que ya se demostró impotente) ante el avance de la derecha, que no es necesario votar por el mal menor y que, al contrario, es posible organizarse y hacerle frente a la extrema derecha. Nuestras candidaturas están a disposición de esa perspectiva, y planteando claramente que en Chile es necesario plantearse la lucha por construir y levantar un partido revolucionario de la clase trabajadora que tenga como horizonte la conquista de un gobierno de trabajadores de ruptura con el capitalismo. Esa es la batalla fundamental que damos como PTR, y sabemos que ese partido no nacerá del crecimiento evolutivo de nuestra aún pequeña organización, sino que se conquistará en la medida en que sean miles otros y otras quienes estén dispuestos a tomar ese desafío histórico en sus manos, y ese es el llamado también que hemos hecho en estas campañas electorales. (La Izquierda Diario)

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