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» Diario Cordoba
Fecha: 16/11/2025 10:59
No será porque a Córdoba le falten bienes declarados Patrimonio de la Humanidad. Ahí están la Mezquita-Catedral (9 de mayo de 1984), el Casco Histórico (1994) y Medina Azahara (2012), además de bienes intangibles como la Fiesta de los Patios (2012), los rituales del toque de tambor de Baena y otros 16 municipios de cinco comunidades autónomas (28 de noviembre de 2018) y los Muros de Piedra Seca de 8 países mediterráneos y que reconocen estos elementos en las dehesas de Los Pedroches (2018). Incluso hay otros genéricos, que en mayor o menor medida, tocan a Córdoba como la tradición cetrera (2012), la dieta mediterránea (2010) y, en ese mismo año, el flamenco. Sin embargo, y pese a no tener un carácter local, este último nombramiento del Comité Intergubernamental de la Unesco del 16 de noviembre en Nairobi se vivió entonces, y aún hoy se siente, como algo particularmente propio, más allá de que la propuesta que elevó el Ministerio de Exteriores a la Unesco hubiera nacido de las comunidades autónomas de Andalucía, Extremadura y Murcia. Lo que implica la declaración Y es que todo lo que ocurre y cómo se toma cada cosa no tienen muchas veces nada que ver. Incluido el nombramiento del flamenco como Patrimonio de la Humanidad. Así, y respecto a lo que significa que un bien sea inscrito en la lista de la Unesco hay que decir que indudablemente supone un respaldo institucional y un impulso promocional, pero ni va acompañado de fondos y, es más, ni implica dar por terminado el trabajo. Todo lo contrario. Se convierte en una responsabilidad más para las administraciones y la ciudadanía a la hora de proteger este bien, si no quiere que la propia Unesco les haga pasar la vergüenza de colocarlo en la Lista del Patrimonio en Peligro e incluso le llegue a retirar el título, que ya ha ocurrido alguna vez. Por cierto, hay que recordar también que entre los valores que tiene en cuenta la Unesco para otorgar este reconocimiento universal hay dos que afectan de lleno a las artes flamencas: ser conjunto de conocimientos que pasa de generación en generación (no tiene por qué ser escrito ni estar reglado) y el suponer un cuerpo de saberes que crea comunidad, identidad y sentimiento de pertenencia a un grupo. Como ven, una definición de libro en el caso del flamenco y Córdoba. Otra cuestión es cómo se tomó en su día esta declaración y cómo se vive ahora, quince años después. En 2010 las reacciones registradas variaron entre las más escépticas hasta el entusiasmo y el puro alborozo, pasando por las de aquellos que no preveían cambios significativos para el futuro del flamenco y los que, al menos, mostraban su contento por un reconocimiento universal que contrasta con el tratamiento que estas artes muchas veces han recibido en España. «Los grandes ciclos mantienen en alto el nivel de participación de figuras, aunque hay quienes ven cierto declive» Buen momento para el análisis En todo caso, la conmemoración del nombramiento de la Unesco quince años después nos permite echar un vistazo a lo que se está haciendo por el flamenco o, como mínimo, hacer una radiografía de su situación actual. Por ello, nos remontaremos muy poco, lo estrictamente necesario, a la ya larga historia del flamenco, que hunde sus raíces en la música popular hibridada desde hace siglos y tan ligada a minorías marginadas y hasta perseguidas como gitanos, moriscos o mestizos del Caribe. Para este análisis nos centraremos, pues, en esta inmediata década y media a través de tres ejes fundamentales: las infraestructuras flamencas, con los grandes certámenes, ciclos e instituciones ligadas al flamenco; el estudio, la investigación y la docencia y, en un tercer ámbito, en los artistas que ahora mantienen en alto la llama del flamenco, aunque en este último capítulo pasemos de puntillas para evitar caer en la reiteración, ya que de ellos se habla largo y tendido, como bien se merecen, en este libro conmemorativo. «Han surgido nuevas iniciativas flamencas gracias a colectivos, instituciones y el tirón de los nuevos gustos y el turismo» Festival de la Guitarra y ‘noviembre flamenco’ De hecho, quizá el primer e innegable efecto de la declaración de la Unesco del flamenco como Patrimonio de la Humanidad fue la institucionalización del Día del Flamenco, una jornada que creó hace pocos años la Junta de Andalucía y que ha trascendido el ámbito regional y, en el caso de Córdoba, también lo temporal, ya que prácticamente se ha extendido a todo el mes aprovechando que peñas flamencas, instituciones y academias han arrancado sus cursos y las agendas de espectáculos y citas en torno al cante, el baile y el toque están más a rebosar que nunca. La edición de este libro, sin ir más lejos, se encuadra perfectamente en esos actos del nuevo noviembre flamenco. Festival de la Guitarra Sin embargo, ya en 2010 la Ciudad donde no duerme el flamenco, o más contundentemente aún la Ciudad del Flamenco, como reivindica Paco del Cid para Córdoba, no podía quejarse de falta de eventos, comenzando por el propio Festival de la Guitarra que en su 31ª edición, la de 2011, la primera con el flamenco como Patrimonio de la Humanidad. Un memorable ciclo donde no faltaron genios de todas las músicas (ZZ Top, John McLaughlin, Pablo Milanés, Ariel Rot o Andrés Calamaro) y, por supuesto, flamencos de la talla de Manolo Sanlúcar, Víctor Monge Serranito, Joaquín Cortés con el espectáculo Calé, José Antonio Rodríguez, Paco Serrano, Manolo Franco, Inmaculada Aguilar, Javier Latorre, Antonio El Pipa... Y ese concierto en homenaje al recién fallecido Rafael Alberti de Vicente Amigo con la Orquesta de Córdoba que hizo época. En estos quince años han ido arreciando las críticas por cierto descenso en el nivel de las figuras que congrega el Festival de la Guitarra en cada edición, aunque no tanto en el campo flamenco. Particularmente, ello se dejó notar durante la pandemia, que imponía restricciones y confinamiento a los artistas extranjeros al desplazarse. También en estos años el sistema de contratación de grandes artistas ha cambiado y, entre otros aspectos, se fija con mucho más adelanto, haciendo que sea más difícil competir con empresas privadas por la propia dinámica de las contrataciones desde la gestión pública. Tampoco han ayudado las sucesivas crisis económicas antes y después de la pandemia, mientras que se disparaban los precios de las entradas para muchos bolsillos. La Noche Blanca Más centrada en el flamenco está esa Noche Blanca que cuando llegó el título de la Unesco ya había celebrado tres ediciones. En la de 2011, con los ojos aún puestos en alcanzar la Capitalidad Europea de la Cultura (2016) antes del varapalo que recibió la ciudad, Córdoba se rindió en aquella edición a Eva Yerbabuena, India Martínez, Niña Pastori, Miguel Poveda, José Antonio Rodríguez, Diego Carrasco y Tomasito, David Pino, Los Evangelistas rindiendo tributo a Enrique Morente... Todo un catálogo desde lo más académico a lo más heterodoxo del cante, el baile y el toque, con esta fórmula plenamente consolidada que une dos Patrimonios de la Unesco: el Casco Histórico de Córdoba, reconocido universalmente en 1994, y el Flamenco, incluso tres años antes de que estas artes se declarasen Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, lo que da cuenta de lo claro que lo tenía la ciudad. Celebración en el Centro Andaluz del Flamenco de la declaración de la Unesco, el 16 de noviembre de 2010, con Fosforito entre los presentes. / CÓRDOBA La nómina de esta última edición de la Noche Blanca, la 16ª, no se quedó atrás y también contó, catorce años después, con Eva Yerbabuena, además de El Pele, Raimundo Amador, Aurora Vargas, Rocío Luna y Rafa del Calli... Lo que no quita que como en el caso del Festival de la Guitarra haya voces que piden más presupuesto y figuras de primera línea, bien por estar demasiados bien acostumbradas a las largas listas de reconocidos genios del flamenco en esta cita o quizá porque realmente lleven la razón. El Concurso Nacional de Arte Flamenco Con muchísima menos cabida para la heterodoxia está el Concurso Nacional de Arte Flamenco (CNAF), el concurso de los concursos, plenamente consolidado desde hace más de medio siglo y al que el nombramiento de la Unesco en 2010 le pilló en plena celebración de su 19º ciclo trienal. En el mismo se habían inscrito 109 participantes en la sección de cante, 40 en la de baile y 18 en la de guitarra. Los ganadores fueron el montillano Antonio José Mejías Portero, en el cante, y el guitarrista jerezano Antonio Rey Navas, quedando desierto el primer premio en la modalidad de baile. Se da la circunstancia de que este fue un certamen, sin necesitar del acicate de la declaración de la Unesco, que resultó revolucionario en sus bases. Así, se mantuvieron los premios al mejor en cada arte pero desaparecieron los premios por palos para potenciar al artista más completo, se limitó la edad de los cantaores a 50 años para favorecer jóvenes valores y aumentó la cuantía de los premios hasta los 12.000 euros al ganador de cada categoría. En estos 15 años el certamen se ha ido también adaptando y en la presente edición del CNAF el primer premio es de 15.000 euros y de 3.000 euros para el finalista en cante, toque y baile, salvo para una cuarta modalidad que no existía por entonces y se inaugura este año, la de instrumentista, con 12.000 euros para el primero y 2.000 para el finalista. Sin embargo, participan menos de la mitad que hace década y media: 37 admitidos en la sección de cante, 17 en la de baile y 14 en la de guitarra, con tres participantes inscritos en la naciente modalidad de instrumentistas. Eso sí, es más que significativa la programación paralela de espectáculos y actividades complementarias, que vienen a hacer este año más grande ese mencionado noviembre flamenco cordobés, desde funciones para escolares a presentaciones, jornadas, coloquios o proyecciones. (ver https://teatrocordoba.es/cnaf). Más ciclos e instituciones. A estas alturas, cabe preguntarse de nuevo si la declaración de la Unesco del 16 de noviembre de 2010 ha tenido un impacto directo en esa espectacular oferta flamenca de Córdoba que la convierte en un provincia singular en la que «al menos todos los fines de semana, en uno u otro sitio, hay flamenco, cuando no lo hay toda la semana. Eso no pasa en ningún sitio», recordaba recientemente Paco del Cid. Al parecer, y por los años que llevan trabajando instituciones y colectivos flamencos, que en su práctica totalidad cuentan con más de 15 años de antigüedad, no habría una relación directa, salvo en cuestiones puntuales como el mayor predicamento de las zambombas flamencas en Navidad o la proliferación de tablaos en el centro histórico, que también podrían achacarse a otras causas como, respectivamente, ese cierto atractivo de los palos festivos en fechas señaladas o al boom turístico de las últimas dos décadas. Ciertamente no dejan de surgir agradables sorpresas como los lunes flamencos de la taberna de Santa Marina o las veladas que cuajan cuando se tercian en la taberna de la Fuenseca, que también responden a una tradición de siglos y a un vacío que cubrió en parte el ciclo Ruta de las Tabernas de Córdoba, con la Asociación de Artistas Flamencos de Córdoba (AAFC), por cierto, fundada ya hace un cuarto de siglo. Este año sí es nuevo, sin embargo, el ciclo Ruta Flamenca por las Tabernas Históricas, para los 14 establecimientos ya obtuvieron este sello de reconocimiento municipal el pasado año. «En el aspecto de investigación, formación y documentación hay que citar al CFF, a la Cátedra de Flamencología y al Ateneo de Córdoba» También es posterior a la declaración de la Unesco el ciclo Empéñate en el Flamenco, que va por su 7ª edición, organizado por la AAFC y la Fundación Cajasur (que sin embargo ya prestaba una especial atención al flamenco años antes de 2010 y que aún lo hace en solitario, por ejemplo, con su ciclo en Viana). Es el mismo caso que la Diputación de Córdoba, que ya miraba al flamenco antes de 2010, aunque su actual circuito provincial Flamenco en nuestros Pueblos vaya por su 13ª edición. Más claro se ve en los Miércoles Flamencos del Conservatorio Superior de Música Rafael Orozco que, sin embargo es uno de los más antiguos de España al crearse en 1902 (y por cierto, actualmente con tres itinerarios de flamenco); o el circuito andaluz de peñas Solera Flamenca, que impulsa el Instituto Andaluz del Flamenco, entidad que también se constituyó un lustro antes de la declaración de la Unesco y que para entonces ya organizaba eventos. Porque más allá de la apuesta que siempre hizo el IMAE y que se materializa en la organización del Festival de la Guitarra (44 ediciones), la Noche Blanca (16 ediciones) y el CNAF (desde 1956), la gran oferta flamenca cordobesa es muy anterior al reconocimiento mundial. Por ejemplo, en Pozoblanco la peña Antonio Fernández celebra este año su 50º aniversario y el de su certamen; el Cordobán Flamenco va por su 28º ciclo, el Festival de Cante Grande Fosforito (Puente Genil) lleva 59 ediciones, 53ª la Vendimia Flamenca de Doña Mencía, la Cata Flamenca de Montilla ha celebrado este año su medio siglo, 46 ediciones la Noche Flamenca de Aguilar, el Salmorejo Flamenco de Baena 48 ciclos o 20 el Festival Flamenco Curro Lucena. La lista es interminable, casi como le relación de peñas flamencas federadas en Córdoba, con 41 entidades según la última información de la web de la entidad, cada una con su programación, El CFF y la Cátedra de Flamencología Y todo ello sin olvidar a dos instituciones que, además de ofertar flamenco al público en general, son el pilar en Córdoba de la investigación y de la documentación de estas artes, entidades que tampoco precisaron el respaldo internacional para echar a andar. Hablamos del Centro Flamenco Fosforito, inaugurado en 2013 pero cuyo germen es muy anterior, con ciclos actuales como Café Cantante, Matinales flamencas, Al calor del Flamenco... Y la Cátedra de Flamencología Agustín Gómez, de 1996, que sigue en fechas a las de Jerez y Granada, pero que es la única vinculada directamente a una universidad y actualmente dirigida por David Pino, y de la que se ocupa un capítulo en esta misma obra. Más aún, hay que incluir en este capítulo de la investigación, la recopilación y la documentación todo el trabajo que ha realizado el Ateneo de Córdoba en el campo del flamenco, particularmente en una primera etapa desde su creación como Ateneo Casablanca en 1984. Las administraciones públicas Un último aspecto desde lo institucional sería el papel de las administraciones públicas, particularmente en los aspectos normativos, de difusión y educativo, aunque tampoco falten ciclos divulgativos que permitan disfrutar del flamenco en vivo. Sobre la cuestión, y además de la citada Diputación de Córdoba con sus ciclos, hay que citar al Ayuntamiento de Córdoba no solo por la iniciativa del CFF o el propio IMAE, sino también por su apoyo puntual a eventos, incluso con ciclos como el del Imtur Flamenco en la terraza, en el Centro de Recepción de Visitantes de la ciudad. El bailaor Keco, durante la celebración del 5º aniversario de la declaración de la Unesco. / CÓRDOBA También sería el caso de la Administración autonómica, a través del Instituto Andaluz del Flamenco, aunque en el aspecto normativo hay muchas dudas por parte de los expertos para elogiar la labor de la Junta, independientemente del signo del partido en el gobierno, en estos años. Al respecto hay que recordar que el nuevo Estatuto de Autonomía, que por referéndum se aprobó el 18 de febrero de 2007, incluye un punto cuyo debate aún no está cerrado ni dentro ni fuera de Andalucía, ese que dice que le corresponde a la Junta «la competencia exclusiva en materia de conocimiento, conservación, investigación formación promoción y difusión del flamenco como elemento singular del patrimonio cultural andaluz», que ya es mucha «exclusividad» no solo frente a otra comunidades autónomas muy flamencas (Extremadura, Murcia, Castilla León, Cataluña o Madrid), sino también porque hasta 2023 no se desarrolló una Ley Andaluza del Flamenco que, si bien hizo entrar estas artes en las aulas, nació sin presupuestos para defender los otros fines que propugna el estatuto. Como ven, la celebración del 15º aniversario de la declaración del Flamenco como Patrimonio de la Humanidad permite hacer una completa radiografía de estas artes en la provincia de Córdoba, en las que es tan innegable la influencia de aquella declaración (aunque solo sea para visibilizar la afición en múltiples actos cada mes de noviembre) como ingenuo pensar que el buen músculo del que hace gala el flamenco en Córdoba en la actualidad se debe exclusivamente al nombramiento por parte de la Unesco. Más aún en unos momentos en los que aún hay que valorar el impacto que está teniendo la reciente Ley Andaluza del Flamenco y en los que, sobre todo, se pide dotaciones para todo a lo que aspira la Ley del Flamenco.
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