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» Misionesopina
Fecha: 16/11/2025 02:28
Por Jorge Benigno Gómez* Una escena repetida En los años 90, Argentina escuchó un discurso que prometía modernización y competitividad. El resultado fue otro: flexibilización, precarización y pérdida de derechos. Hoy, tres décadas después, el país parece atrapado en un déjà vu. La nueva reforma laboral revive aquellas recetas con idéntico lenguaje de eficiencia y adaptación, pero con el mismo trasfondo: ajustar la vida de los trabajadores al compás del mercado. El tiempo como recurso administrable Un reloj marca las horas con precisión implacable. Cada segundo que avanza nos recuerda que el tiempo es el recurso más valioso de la vida. La reforma laboral busca manipular ese reloj: jornadas de hasta 12 horas, bancos de horas que convierten el descanso en variable de ajuste, contratos “más fluidos” que facilitan la contratación y el despido. No se trata solo de normas jurídicas: se trata de cómo se administra la vida misma. Los cuerpos bajo presión Michel Foucault llamó biopolítica al poder que regula cuerpos y poblaciones. En el ámbito laboral, esto se traduce en disciplinar la fuerza de trabajo, moldear subjetividades dóciles y adaptables. La reforma argentina, bajo la promesa de eficiencia, amplía el control empresarial sobre los cuerpos: trabajadores más flexibles, más disponibles, más subordinados. El cuerpo se convierte en territorio de disputa, sometido a la lógica del mercado. Modernización o retroceso Los defensores de la reforma aseguran que no se trata de quitar derechos, sino de adaptarlos. Pero adaptarlos ¿a qué? A un mercado que exige flexibilidad extrema, a un modelo que privilegia la inversión por sobre la dignidad, a una lógica que convierte la vida en recurso administrable. Jornadas extendidas, indemnizaciones limitadas y contratos simplificados no son avances: son retrocesos disfrazados de modernización. El biosindicalismo como resistencia Frente a este panorama, emerge el biosindicalismo: un sindicalismo que no solo defiende salarios, sino que incorpora la justicia ambiental y social como parte inseparable de la lucha laboral. En un país atravesado por crisis económicas y ecológicas, este enfoque resulta inédito y urgente. El biosindicalismo recuerda que la defensa del trabajo es también la defensa de la vida, de la salud y del entorno. Una decisión colectiva La reforma laboral argentina no es un paso adelante, sino un retroceso que amplía el control empresarial sobre el tiempo y los cuerpos de los trabajadores. Bajo la promesa de eficiencia, se consolida un modelo que subordina la vida al mercado. La pregunta que debemos hacernos como sociedad es política y vital: ¿queremos un futuro de trabajadores dóciles y flexibles, subordinados al mercado, o un país donde el trabajo se piense desde la dignidad, la justicia social y la sostenibilidad? La respuesta no puede quedar en manos de tecnócratas ni inversores. Es una decisión colectiva. Y es aquí donde el biosindicalismo ofrece una alternativa: resistir, organizarse y recordar que la vida no se negocia. Porque cuando el tiempo y los cuerpos de los trabajadores se ponen en disputa, lo que realmente se juega es el futuro de la democracia. *Director del Observatorio de Trabajo UNICOM-MERCOSUR
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