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» Diario Cordoba
Fecha: 15/11/2025 12:07
"Hay un hilo conductor entre Núremberg y La Haya", afirma Gurgen Petrossian, experto en Derecho Internacional, desde la histórica Sala 600 donde el 20 de noviembre de 1945 arrancó el juicio del Tribunal Militar aliado contra 24 procesados, tres de ellos en ausencia, miembros de la cúpula del extinto Tercer Reich. "Aquí se aplicaron conceptos nuevos del derecho internacional moderno como crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra, guerra de agresión… Se marcaron pautas de futuro al enjuiciar a jerarcas del nazismo, a su industria colaboradora, militares, civiles o médicos", prosigue Petrossian, de la Academia Internacional sobre los Principios de Núremberg. El hilo conductor, entre los 700 kilómetros que separan Núremberg de La Haya discurre en doble dirección: en el Palacio de la Paz de La Haya, sede actual de la Corte Internacional de Justicia (CIJ), se habían celebrado entre 1899 y 1907 dos Conferencias de Paz. En la segunda se aprobaron 14 convenios del Derecho de la Guerra clásico. Eran compromisos de mínimos, pero el objetivo era ya limitar el uso de la fuerza en conflictos armados. La monstruosidad desplegada durante los 12 años de existencia del Tercer Reich y la devastación de Segunda Guerra Mundial, con 50 millones de muertos, precipitó la fórmulación de un derecho penal internacional moderno. Ante el Tribunal Militar formado por Estados Unidos, Francia, Reino Unido y la Unión Soviética respondían con rostro pétreo y provistos de auriculares para atender a la, entonces innovadora, interpretación simultánea figuras clave del aparato nazi como Herman Göring y Rudolf Hess, entre otros. El fiscal jefe, el juez estadounidense Robert H. Jackson, les imputaba crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y conspiración contra la paz. El término genocidio no estaba tipificado como crimen. Un jurista polaco, Rafael Lemkin, había iniciado la identificación jurídica del genocidio en 1944. Pero su definición tuvo que esperar hasta la Convención para la Prevención y Sanción del Genocidio de 1948. Es decir, dos años después de que Núremberg dictara sus 12 condenas de muerte, más 7 penas de prisión y 3 absoluciones, tras un total de 218 vistas. Once de los condenados fueron ahorcados el 16 de octubre de 1946; Göring se suicidó la víspera de su ejecución con una cápsula de cianuro. Robert H. Jackson, fiscal jefe estadounidense. / Archivos Nacionales, College Park, MD, EEUU El desafío judicial del genocidio "El concepto de genocidio es complejo. Establecerlo es muy difícil, es necesario demostrar una intencionalidad específica y clara de destruir a un grupo determinado. Hay que penetrar en el cerebro de quien lo perpetra", afirma Petrossian. El cargo de genocidio no fue incluido en el juicio contra la cúpula nazi. El proceso se había abierto medio año después del suicidio en su búnker de Adolf Hitler y de la capitulación del Tercer Reich, el 8 de mayo de 1945. Su base jurídica era el Estatuto de Londres suscrito por los aliados en agosto. La acusación contaba con los datos de expertos y juristas que llevaban documentando los crímenes de guerra nazis desde 1943. "El derecho penal internacional reclama tiempo, y paciencia, de las víctimas", alerta Petrossian. "Se entiende por genocidio el propósito deliberado de destruir un grupo por razones de nacionalidad, étnica, raza o religiosas. Se puede cometer matando a las personas de ese grupo o por otros medios, infligiéndoles daños serios físicos o mentales, sometiéndoles a condiciones infrahumanas, impidiéndoles tener hijos o arrebatándoles los suyos para transferirlos a otro grupo": así se define ese cargo en el acceso para visitantes de la Corte Penal Internacional (CPI), puntal del derecho internacional moderno junto con la CIJ. Ambas cortes tienen su sede en La Haya. La CIJ, máximo órgano judicial de la ONU, está alojada en el Palacio de la Paz, un hermoso edificio de ladrillo rojo propio de la arquitectura neerlandesa; la CPI se ubica en un enorme edificio de perfiles rectilíneo, casi en el extrarradio. Desde julio de 2002, se aplican desde ahí los principios del Estatuto de Roma de 1998, ratificado por 124 países. Que entre quienes no reconocen o ignoran su trabajo estén dos de las potencias que en 1945 juzgaron a los jerarcas del nazismo --Estados Unidos y la actual Rusia-- no es razón, según el jurista Petrossian, para tirar la toalla. "El derecho internacional pervive aunque no se implemente. Obliga a su cumplimiento a toda la comunidad internacional y a trabajar en la prevención del genocidio", afirma. Vista de la sala 600 del Palacio de Justicia de Núremberg, donde se llevó a cabo el histórico juicio contra el Tercer Reich. / FILIP SINGER / EFE Del edificio de perfiles rectilíneos del CPI partió en 2023 la orden de detención contra el presidente ruso, Vladímir Putin. Hasta ahora ha sido desatendida por los países que ha visitado, incluidos suscriptores del Estatuto de Roma. Le siguió en 2024 la orden de detención contra el primer ministro israelí, Binyamín Netanhayu. Ello no ha impedido al líder de Israel (país que tampoco es suscriptor del CPI) reunirse en la Casa Blanca con Donald Trump ni ser recibido en Budapest por el primer ministro Viktor Orbán, quien desvinculó a su país de esa Corte antes de la visita. En La Haya, pero en este caso en el Palacio de la Paz, se examina la demanda por genodicio contra Israel presentada en 2023 por Sudáfrica. La CIJ de la ONU ha emitido medidas cautelares para obligar a Netanyahu a "evitar actos de genocidio". Hasta ahora, la justicia internacional ha reconocido tres genocidios: contra los tutsis en Ruanda, el de Srebenica en Bosnia, que ocupó al Tribunal Especial para la ex-Yugoslavia, y el de los vietnamitas y cham en Camboya. De los aliados a la justicia tardía alemana La Sala 600 recibe al visitante con una simulación virtual del proceso celebrado en 1945. En el piso superior hay una exposición sobre el primer juicio y los 12 que le sucedieron entre 1946 y 1949, con 177 acusados. La justicia aliada procesó a funcionarios, militares y miembros de las SS, médicos, abogados, banqueros y empresarios que engrasaron la maquinaria nazi. Núremberg, la ciudad que había elegido Hitler para los gigantomaníacos congresos del Partido Nacionalsocialista (NSDAP) entre 1933 y 1938, representa la "superación de ese pasado", según la directora del Memorial, Nina Lutz. El presidente de la Corte Internacional de Justicia (segundo por la izquierda) y otros jueces, durante una vista por la demanda por genocidio contra Israel presentada por Sudáfrica. / REMKO DE WAAL / EFE La tarea de impartir justicia correspondió primero al tribunal extranjero, en una Alemania ocupada militarmente por los aliados. El primer juicio al nazismo de la justicia alemana arrancó en 1963, instruido por el fiscal Fritz Bauer y conocido como el 'Proceso de Auschwitz'. Abrió la caja de los truenos a centenares de juicios en las décadas siguientes. La condena en 2011 a John Demjanjuk, un ucraniano que sirvió como guarda en el campo de Sobibor, abrió la puerta a una serie de juicios por complicidad en crímenes del nazismo. Desde entonces han respondido ante tribunales nonagenarios y hasta centenarios, hombres o mujeres. "Núremberg revolucionó el derecho internacional porque introdujo el concepto de la responsabilidad individual", recuerda el jurista Petrossian. Para Alemania, el principio esencial es que el asesinato no prescribe.
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