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» Diario Cordoba
Fecha: 15/11/2025 07:31
Hay muros que protegen y muros que dividen. Los primeros se tienen que cuidar, se tienen que rearmar, fortificar. Porque en caso contrario, acaban siendo igual que el muro de Adriano, en la brumosa Britania, cuando el imperio decide abandonar a su suerte a los romanos que han nacido allí, que han amado y han tenido hijos, y ahora, mientras los abandona la última legión, se tienen que enfrentar solos con los pictos. Los muros que defienden son tan necesarios como los de la antigua misión española de El Álamo, donde Davy Crockett y algunos valientes más hicieron frente a las tropas del general Santa Anna, mientras Sam Houston reunía el ejército de Texas al otro lado del Río Grande. Sus muros resistieron, como resiste el corazón de un padre: porque, al otro lado, lo que está es el hijo. Levantamos los muros que protegen para poder cuidar de todo lo que amamos. Esos muros se izan con tejidos y sangre, con cuidado y amor, y también con prudencia: porque, como sabe Dostoievski, el mal también acecha ahí fuera. Y el muro, cuando se alza para defender, el de Adriano y muchos otros, lo que hace es proteger y cuidar de la belleza. El abuso del muro, en el sentido expuesto más arriba, nos conduce al totalitarismo. El límite es difuso o puede serlo, pero tan extrema es la postura que sólo quiere llenar la geografía de muros como la de quienes proponen abolirlos, y después los levantan para su uso privado. Creo que la política de los próximos años va a versar, precisamente, sobre el uso que demos a los muros: y el muro, como tantas cosas, puede usarse para defenderse, pero también para atacar. Y dependerá de nosotros distinguir una finalidad de otra, además de elegir si estamos en un lado de un muro, o en el otro, o si, directamente, vamos a estar en contra de que alguien, artificialmente, nos sitúe en el lado del muro que más le interese. Lo que está sucediendo en nuestra vida pública sólo se entiende ya desde un uso espurio y eficaz de un muro que ha sido alzado únicamente para dividirnos. Voy por la directa: si un presidente conservador tuviera enjuiciados por corrupción al hermano, la esposa, al fiscal general y el secretario de organización de su partido, la calle estaría ardiendo. No digo yo que deba arder la calle; pero, si a eso añadimos un ex ministro y ex mano derecha también imputado, y eligiendo a dedo entre su joven mujerío mercenario, cómo habrían llenado de morado las calles esas mismas feministas que tanto bramaron en contra del beso de Rubiales. Todo eso rodea a un presidente presuntamente progresista, y si lo denuncias eres facha. Para eso se alzó el muro: para encerrarnos en el sectarismo. Salgamos de ese muro divisorio, y hablemos de los hechos. *Escritor
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