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  • Fosforito, una voz como la de los ángeles

    » Diario Cordoba

    Fecha: 13/11/2025 12:07

    Aunque Fosforito no sea gitano, su cante está dentro de la órbita estilística gitana. Esto es, responde a lo que esencialmente debe de ser el cante jondo. Lo que, ante todo, presta su sello a su arte es la patente personalidad que trasciende por cualquier tipo o estilo de cante. Cuanto asimila lo convierte espontáneamente y por virtud propia en cante personalísimo a ningún otro parecido. Dotado de un prodigioso sentido musical, jamás comete un fallo. Es, en este aspecto, el cantaor más seguro y aplomado que conozco. Pero la cualidad que más admiro en él es la facultad de engrandecer todo lo que canta. ¿Cómo? Misterio. El más liviano fandango lo transfigura en copla magna y sobrecogedora. Y todas estas peculiaridades se funden en un cimiento de emoción que transmite al oyente como reguero de pólvora. Es Fosforito el más emotivo y apasionado cantaor de hoy. En cuanto a su repertorio, es tan vasto que nunca tan bien como en su caso sería acertado emplear el término «enciclopédico», pues abarca tanto los cantes levantinos, desde el difícil taranto, hasta las varias modalidades de malagueñas, como los cantes gaditanos -mirabrás, cantiñas, bulerías- o los sevillanos y cordobeses. Sin embargo, como Mairena, su cante supremo son las seguiriyas, soleares o martinetes. Fosforito, un grande del cante / CÓRDOBA Muchos cantaron el polo (Rafael Romero, Jarrito) antes que Fosforito, pero hasta que él no lo cantó no conquistó el polo la estimación de los aficionados. En Córdoba hay ahora una verdadera legión de poleros, a los que se les podría calificar como cantaores de la escuela de Fosforito. Lo mismo digo respecto a las soleares. Los cantaores nuevos cordobeses sienten la magia de las solemnes y medidas solares de Antonio Fernández y giran como satélites en torno a ellas. Todo ello es fruto pausible de la influencia beneficiosa de este cantaor. A partir de 1956 puede afirmarse, sin hipérbole, que Fosforito es el cantaor más estimado aquí. Y ahora pasemos a la persona. Antonio Fernández es de Puente Genil, lo que le hace diferir un poco del resto de sus coprovincianos, en el sentido de una mayor vivacidad y alegría. A sus veintisiete años ha recorrido toda Andalucía, a la que conoce al dedillo, en especial Málaga, Cádiz y Sevilla. Mediano de talla, delgado y nervioso, dotado de excelente memoria y de viva imaginación, no es extraño que le sorprenda a uno hablándole de Sófocles o de Brunequilda, de Tomas Mann o de Chilperico. Es aficionado a la guitarra como pocos, y al baile. Pero al mismo tiempo le gusta la música melodramática y el ballet clásico. «Lo que más admiro en Fosforito es su facultad para engrandecer todo lo que canta» De palabra fácil y claro de ideas, puede dar una conferencia sobre el cante quizá mejor que cualquier cantador y tan bien como muchos profesionales de la palabra, aunque estos sean más eruditos, porque Fosforito suple la erudición con algo que es más valioso aún en este caso: la intuición y la experiencia. Yo no lo he oído nunca hablar de cante en público, pero sé de buena tinta que cuando lo ha hecho ha quedado «como los propios ángeles». Hace poco tiempo que conozco a Fosforito. Recuerdo que me lo presentó en la Cuaresma de 1956 nuestro paisano Francisco Moyano Reina, en el cuartel de la Soledad de Puente Genil. En aquella ocasión, le oí unas saetas. Más tarde, aquel mismo día, en una taberna de Miragenil, hablamos de cante, de soleares, principalmente, y entonces fue cuando me di cuenta que estaba hablando con el mejor cantador que había oído en mi vida. A pesar de eso, se había limitado a apuntarme las soleares. Nada más. Cuando, pasada la Semana Santa, le oí cantar de verdad, acompañado por la guitarra de Rafael Muñoz, en casa del Pisto, quedé deslumbrado. No puedo decir más que lo siguiente: hasta aquel momento no supe lo que era cantar por soleares. Unas semanas más tarde, en el Santuario de Linares, hice el descubrimiento de lo que era capaz de cantar Fosforito por seguiriyas. Me impresionaron más áun que las soleares. Pues bien, si las remata por martinetes puros, entonces llegamos a la meta del cante. No hay nada más allá, ni más alto.

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