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  • Cien años de memoria viva: el Instituto Judío de Investigación celebró su centenario en la Biblioteca Nacional

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 11/11/2025 06:31

    Silvia Hansman, directora de IWO, habla de los orígenes polacos del instituto (foto: Patricio Zunini) “Un archivo es recuerdo de lo que no debe ser olvidado. El refugio de la historia y la memoria. Un modo de preservarlas. Tarea nada fácil en tiempos turbulentos como los actuales”. Con estas palabras, Perla Sneh, vicepresidenta de IWO —el Institutuo Judío de Investigación—, resumió anoche el encuentro que celebró el centenario de la institución en la sala Borges de la Biblioteca Nacional, repleta hasta el último asiento. La elección del lugar resultó casi simbólica. Como señaló Sneh, celebrar en la Biblioteca Nacional Mariano Moreno significaba encontrarse en el "gran archivo del pensamiento y la memoria cultural argentina“, un ámbito que comparte con IWO la misión de preservar aquello que el tiempo amenaza con borrar. Silvia Hansman y un momento emotivo antes de recordar a Moishe Korin (foto: cortesía Pigu Gómez) Una misión que atraviesa un siglo Desde 1928, la Fundación IWO conserva, investiga y difunde materiales documentales sobre la historia, la cultura y los lenguajes del pueblo judío, mediante su biblioteca, archivo histórico, museo, cursos y actividades culturales. Su historia se remonta a 1925, cuando nació en Vilna —entonces parte de Polonia, hoy capital de Lituania— como una forma de vehiculizar la urgencia de documentar la lengua y la cultura de los judíos de Europa Central y Oriental en un contexto de crecientes identidades nacionales y persecuciones. El proyecto contó desde sus inicios con el apoyo de figuras como Albert Einstein y Sigmund Freud. Como explicó ayer Silvia Hansman, directora de IWO, la intención era crear “un lugar para guardar la documentación porque el pueblo judío no tenía Biblioteca Nacional”. Entre 1925 y 1939, IWO desarrolló un verdadero movimiento popular de documentación, apoyado por académicos y judíos de distintos ámbitos que, en ausencia de otras autoridades nacionales que reconocieran la cultura judía, vieron al instituto como ente patrimonializador. Hansman retomó las palabras del historiador Simón Dubnov, quien invitaba a las comunidades judías a tomar conciencia de que sus documentos se estaban perdiendo y debían actuar de inmediato para tomar la escritura de la historia en sus propias manos. Ese llamado inspiró la creación de cuatro áreas fundacionales: lingüística, historia y sociedad, pedagogía y literatura. Las tesis de Vilna, redactadas en 1925, definieron los pilares del IWO: investigación rigurosa, educación moderna y compromiso con la comunidad. La institución se fundó sobre la convicción de que la historia y el archivo debía construirse desde abajo, con la participación de “ramblers”: recolectores voluntarios que recorrían ciudades, aldeas y mercados para encontrar libros, cartas, testimonios, canciones, proverbios y objetos. Entre ellos había maestros, obreros, músicos y muchos jóvenes que se formaban en etnografía con materiales preparados por el instituto. La respuesta fue inmediata: se formaron grupos de apoyo en distintas ciudades, se abrieron sedes en Nueva York y Buenos Aires, y comenzó una red de colaboración internacional. Uno de los momentos más impactantes de la noche, con el trío Garfunkel - Garber - Brenile intepretando "Vilne, Vilne!" (foto: cortesía Pigu Gómez) La música como puente El encuentro en la Biblioteca Nacional estuvo marcado por la música: un canal de encuentro, de nostalgia, de resistencia, de futuro. Desde el coro que interpretó el “Himno a la alegría”, de Beethoven, hasta las canciones de la Shoá y el “Frilling”, de Kaczerginski, que más de uno cantó sin evitar el llanto, la sala Borges fue un lugar de celebración y memoria colectiva. Las canciones, entonces, fueron el testimonio de una cultura que se negó a desaparecer. Samuel Rollansky fue una de las figuras centrales evocadas durante la noche. Nacido en Varsovia en 1902, en una familia recién llegada de Vilna, llegó a Argentina en 1923 fascinado por las descripciones del escritor Hersh Dovid Nomberg, que hablaba de una comunidad judía vibrante, profundamente apegada a la cultura idish. Rollansky se convirtió en un pilar indiscutido de la literatura, la educación y el teatro idish argentino. Durante más de 50 años dirigió el IWO, fundó y enseñó en la Escuela de Maestros, fue docente en el Seminario de Maestros de la AMIA, dirigió escuelas en Moisesville, y entre 1957 y 1984 lideró junto con Samuel Rosenberg la monumental serie “100 obras maestras de la literatura idish”. Otra figura fundamental fue el ya mencionado Shmerke Kaczerginski, quien llegó a Argentina en 1952 después de un recorrido extraordinario. Él también nació en Vilna. Se crio en un hogar de niños huérfanos y a los 12 años se convirtió en aprendiz de linotipista. En 1929 fundó Yung Vilne, un grupo literario que unía el arte con el compromiso político y social. Durante la ocupación alemana, desempeñó un papel fundamental en la vida cultural del gueto de Vilna: forzado a trabajar para los nazis en el saqueo de la biblioteca del IWO, formó la célebre “Brigada de papel” que salvó miles de libros y documentos culturales escondiéndolos dentro del gueto. “Frilling” —una elegía por la muerte de su esposa— y otras canciones fueron emblemas de la época. Después de pasar los últimos meses de la guerra con los partisanos en los bosques, participó en la liberación de Vilna en agosto de 1944 y comenzó a localizar los libros, obras de arte y archivos escondidos. Al llegar a Argentina declaró: “Espero encontrar aquí entre ustedes mi Vilna” y se sumó con pasión a la labor cultural de IWO. Murió en abril de 1954 en un accidente aéreo al regresar de una charla en Mendoza. Su recopilación de “Canciones de los guetos y campos de concentración” sigue siendo una referencia fundamental para investigadores y músicos. Abi Korin Los líderes y la transmisión generacional En el evento también se reconoció la tarea de los presidentes recientes del IWO cuyo trabajo, “muchas veces silencioso y siempre muy comprometido”, fue parte fundamental del camino hasta el presente. Entre ellos, Moisés Kijak, médico psiquiatra y miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional, pionero en la lectura psicoanalítica de la literatura idish y profesor invitado en la Universidad de Oxford. “Que no se priven del enorme caudal de conocimientos, de sabiduría que se ha ido acumulando en el transcurso de nuestra historia y del cual el IWO es un portaestandarte”, dijo, desde un video. Saúl Drajer, médico cardiólogo con destacada trayectoria de activismo universitario, gremial y de derechos humanos, quien presidió IWO en la década del 2000 sosteniendo la institución en tiempos de grandes crisis sociales y económicas, también habló desde la pantalla. “Presidir una entidad que tiene una línea de nobleza respecto del idish es una cosa fantástica", expresó. “Es una entidad seria, científica y eso me encantó. Ya tengo 87 años y mi memoria no es lo que era, pero muchas cosas se han hecho muy, muy bien. Espero que siga maravillosamente y espero que siga progresando.” El equipo de IWO también agradeció públicamente a Oscar Hansman por su liderazgo durante la última década. Con una vasta trayectoria comunitaria en diversas organizaciones educativas y políticas, fue secretario de Ayuda Social de la AMIA, desde donde impulsó programas innovadores de asistencia para la tercera edad y de acompañamiento a familias en situación de vulnerabilidad. Como presidente de la Fundación IWO por más de una década, Oscar aportó su experiencia comunitaria para afianzar los vínculos con otras organizaciones y promover acuerdos con instituciones académicas y de patrimonio cultural, impulsando con determinación la transición generacional. El momento emotivo fue el recuerdo a Moishe Korin, que asumió la presidencia de IWO en 1994, el año del atentado a la AMIA que puso en riesgo la existencia misma del instituto. Moishe condujo con firmeza la reconstrucción hasta 1996. El asesinato de su hijo Abi en la masacre del 7 de octubre en Israel fue un golpe devastador. A pesar del dolor, Moishe continuó transmitiendo con entereza su fe en la educación, la cultura y la vida. Su esposa Sara recibió el reconocimiento en su nombre. Cuatro personas reconocidas por su labor en relación al IWO. Judith Lewitan es la segunda desde la derecha; estuvo a cargo de la digitalización que se hizo con los documentos originales del IWO. Una nueva resistencia Al término de la Segunda Guerra Mundial se estableció la organización “Reconstrucción Cultural Judía” con el objetivo de recuperar pertenencias del pueblo judío que habían sobrevivido a los saqueos y destrucción de los nazis en varios países de Europa. Algunos de estos materiales llegaron a Buenos Aires y se guardaron en el archivo del IWO. Tras el atentado de la AMIA, quedaron nuevamente sepultados entre escombros y cenizas. Alguien comenzó a llamar al grupo de voluntarios “La Segunda Brigada de Papel”. La restauración y reclasificación de la colección tomó aproximadamente un año. En total se salvaron 60,000 libros, 32,000 periódicos y revistas, 9,000 fotografías y tantos otros documentos y obras de arte. En reconocimiento al trabajo que muchos hicieron entonces y que se continuaron haciendo, subieron al escenario Kelly Olmos, quien puso a disposición la logística necesaria para hacer posible el rescate; Judith Lewitan, quien junto a la compañía que hoy desarrolla la experiencia educativa Ticmas fue la impulsora del primer proyecto de digitalización a escala de los materiales rescatados; Jorge Evia, responsable técnico de la microfilmación de los archivos de sobrevivientes; Susana Ezcura y Jorge Dubatti del Instituto de Artes del Espectáculo de la UBA por el proyecto de relevamiento de los afiches. La digitalización de los fondos del IWO se ha convertido en una tarea fundamental. La fundación mantiene áreas de investigación en idish, Shoá, genealogía y proyectos de digitalización que facilitan el acceso remoto a parte de sus fondos. Este trabajo permite que generaciones presentes y futuras puedan acceder a testimonios esenciales para comprender la historia de los judíos de Europa oriental y su legado en Argentina y América Latina. Todas las personas que fueron reconocidas recibieron una lámina del artista León Poch, cuyo archivo ha sido recientemente incorporado al IWO gracias a la generosidad de sus hijas. Un laboratorio de memoria y futuro En su reflexión final, Perla Sneh resumió el significado profundo del instituto: “El IWO ha preservado en distintas situaciones —a veces las peores— un acervo cultural invaluable en idish y en otras lenguas de la diáspora, y ha hecho de esa herencia un motor de transmisión, conocimiento y creatividad. Creado por intelectuales que soñaban con un centro universal del saber judío, sobrevivió a exilios y persecuciones y pérdidas violentas, volviéndose refugio frágil y obstinada resistencia." Con el tiempo, el IWO se consolidó como un espacio de memoria y a la vez de impulso a la investigación y la reflexión crítica sobre la historia cultural judía en toda su extensión. Continúa siendo un referente indispensable, un puente hecho de historias, un laboratorio de investigación y un ámbito de encuentro donde la memoria dialoga con las nuevas generaciones. El encuentro terminó, como no podía ser de otra manera, con una invitación a cantar juntos.

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