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  • Teatro intergeneracional: “La emoción no tiene edad y la creatividad tampoco”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 10/11/2025 00:40

    Teatro intergeneracional - generación silver “El teatro en adultos mayores es una actividad enriquecedora que fomenta la creatividad, la socialización y el bienestar emocional. A través del teatro, los adultos mayores pueden expresar sus sentimientos, compartir experiencias y conectarse con otros”, dice Roberto Zarlenga, actor, director de teatro, comunicador, maestro. Este multifacético artista se inició en el oficio siendo muy joven a través de la Comedia del Arte, junto a Gogó Castañeda y a Dina Poleff, en los años 70 en Buenos Aires. En los 90 trabajó en Misiones, desde donde se hizo conocer en el país y más allá de las fronteras con un programa televisivo para niños que ideó junto a Gricelda Rinaldi y que fue galardonado con el Martín Fierro a mejor programa infantil: “Siesta de fiesta”. Hoy, sigue trasmitiendo sus saberes a jóvenes y a adultos mayores, que descubren capacidades escondidas en sus talleres y en experiencias como la del “Teatro del Delirio” que están realizando en varios lugares del país. “La Comedia del Arte es un estilo teatral que se originó en el siglo XVI y se caracteriza por sus personajes arquetípicos y su improvisación. La capacidad de jugar y expresarse de manera espontánea es algo natural en los niños, y es algo que podemos recuperar en la edad adulta a través del teatro”, explica Zarlenga. “La sorpresa y el descubrimiento son elementos clave en cualquier proceso artístico, y el teatro no es la excepción. La capacidad de sorprender y ser sorprendido es lo que hace que la experiencia teatral sea tan enriquecedora y transformadora”, aclara este maestro innato que se define como un eterno aprendiz. Gogó Castañeda, Roberto Zarlenga y Dina Poleff iniciaron la Comedia Del Arte en 1973 — ¿Cómo se logra este aprendizaje teatral en los que ya se consideran “demasiado viejos” para emprender cosas nuevas? — La primera técnica se enfoca en el autoconocimiento y el reconocimiento de las capacidades individuales y grupales. Es fundamental tener en cuenta que los adultos mayores tienen una perspectiva única sobre el tiempo y la vida. El teatro tiene el poder de cambiar nuestra perspectiva, de hacernos ver el mundo y nuestras propias vidas de una manera nueva y fresca. Una comunidad teatral que se caracteriza por ser amorosamente contenedora es un espacio seguro y acogedor para todos los participantes. — ¿Se trabajan piezas clásicas o solo obras experimentales? — La autoría de grupo y la exploración de obras de autores nacionales y mundiales es una forma excelente de enriquecer el proceso creativo y de crear un teatro que sea auténtico y significativo para todos los involucrados. El “teatro del delirio” es un concepto que se refiere a la libertad creadora y la apropiación de textos, autores y acciones convencionales y no convencionales para tener un producto final que nos permite crear una nueva comunidad artística. Se trata de ejercicios simples, que luego dan lugar a un espectáculo, que es el teatro del delirio, en donde todos pudieron expresar sus manifestaciones. Cada experiencia es distinta. Algunos, por ejemplo, pudieron poner en escena experiencias teatrales muy viejas que tenían que ver con los teatros callejeros de cuando eran muy chicos. — ¿Podrías darnos ejemplos de cómo se va gestando este tipo de teatro? — La escena es la siguiente: un grupo de actores, mayores, haciendo quietud, tratando de reconectarse con sus capacidades interiores, tirados sobre la alfombra, con toda una gran resistencia porque hay algunos mayores que en el único lugar que se recuestan es en la arena o en sus camas. Pero bueno, esto es una sala con alfombras, tirados y recordando un texto de Walt Whitman y tratando de no apurarse y no decir nada, sino sentir. Me celebro y me canto a mí mismo y lo que yo digo de mí también lo digo de ti. Tan solo esa frase, esa frase que fue la frase disparadora, eh, en donde todos empezaron a sentir que la emoción era muy profunda. La esencia del teatro es también la emoción, el reconocimiento de las fibras más íntimas puestas al servicio de la actuación del texto. Estos talleres, que realizo con mi gran amigo y colega de toda la vida Gogó Castañeda, dan estos resultados. Una parte del grupo, por ejemplo, armó una murga que fue el desarrollo del trabajo más increíble sobre autoría. Y ante esta murga armada con movimientos comunitarios, decían “somos la gente que no se queda sin hablar”. Esto en forma repetitiva, tipo canon, tipo mantra. Después del juego empiezan a existir desde la quietud, nuevos movimientos y luego de este entrenamiento empiezan a suceder libres opiniones sobre lo que ellos quieren decir y lo que no quieren callar. Hubo un reconocimiento estupendo de experiencias mezcladas entre la infancia y su adultez increíble. — ¿El vínculo entre jóvenes y viejos cómo se da? ¿No hay conflictos en ese trabajo intergeneracional? — Son todas experiencias enriquecedoras. En Misiones trabajamos con la Murga de la Gotita y la Murga del Forro, por ejemplo. Hay muchísimas experiencias en toda la Argentina entre adultos y jóvenes. El teatro une, recrea, nos hace sentir más humanos. Hay que partir de las características humanas y de las posibilidades humanas, como lo que me tocó vivir. Por ejemplo, en Pehuajó, cuando hicimos la Murga de las Palas, hace muchos años, eran desde jóvenes a los más viejos del pueblo, transmitiendo una experiencia de cómo ese pueblo se plantó para luchar contra una inundación. Definitivamente, la emoción no tiene edad y la creatividad tampoco. Va en las características del coordinador, del promotor, del animador, del profesor, el cómo poder integrar desde esa unidad que es la unidad humana. — ¿Qué aprendizajes se generan para los adultos mayores en estas experiencias? — Pensemos un poco en lo dado y lo adquirido. Con la mayoría de edad, muchas veces nosotros creemos que estamos compuestos por lo que es dado, por lo que venimos trayendo en nosotros toda la vida. Pero hay muchas de estas cosas que tienen que ver con lo adquirido, que es lo que se adquiere con el vínculo social en relación a las otras personas y con la sociedad en donde vos te manejás. Cuando hay vínculo empiezan a suceder cosas que tienen que ver con el redescubrir la sensualidad. Percibir que hay una sexualidad que, más allá de no ser genital, sino de energía interior. Es una energía que, desde la quietud, uno puede empezar a redescubrir, movimientos y funcionamientos insospechados, las personas empiezan a sentirse muy satisfechas. Y cuando digo satisfechas es porque es como una buena comida. Entonces, termina la clase y yo siento que están satisfechos y también con un cuerpo adquirido, readquirido, distinto. Y que esto les ha servido: estar en equipo y reconocer lo que es el cuerpo en la quietud. Estar conscientes de que están siendo atendidos las veinticuatro horas por su respiración. Y que esa respiración tiene que ver con una energía vital, que tiene que ver con la energía sexual y, al mismo tiempo, la libido de cada uno. Recuperar la libido hace que las personas se sientan más libres y más felices. Esto es lo que yo compruebo en cada una de las clases. Y no es solo para ellos, sino que es imposible como profesor no sentir esta energía y sentir que está sucediendo esta cosa. — ¿Al trabajar con gente muy adulta, hay que superar muchas barreras? Sí. Lo que yo te puedo adherir a todas las experiencias de los adultos mayores es el “no”. ¿No? Primero, cómo superaron el no y pasar a tener experiencias estupendas. Había gente que tenía un sentido de vida catastrófico porque se les acaba el tiempo y empezaban a hacer teatro y de pronto podían empezar a experimentar que no estaban muertos, que era tan solo un proceso de crecimiento en la mayoría de edad. Y cuando empezamos a hacer este teatro de delirio del que yo hablo, de pronto tenían que bailar o jugar con acciones, con mímica, y podían mover el cuerpo de una manera sin tener que ir a un gimnasio, pero sí, en equipo. Porque una cosa es mover, en los trabajos de gimnasia, individualmente, pero cuando vos trabajás teatralmente, son acciones comunitarias del movimiento del cuerpo. Y yo vi cosas, por ejemplo, de amigos y compañeros que salieron de la depresión velozmente. O sea, el teatro es sanador, es salud, bajo todo punto de vista. El arte es salud, ¿no? Me ha tocado, en estos últimos años, que he tenido varios grupos, de experimentar de manera maravillosa, cómo ellos pueden auto reconocerse de manera distinta y que pueden ser felices, que puedan revalorizar el uso del tiempo de una manera distinta. Entonces, hay cosas que tienen que ver con el deseo. Hay cosas que son las prioridades de la existencia. Bueno, se priorizan las existencias, el poder caminar, el poder hablar, el poder comunicarse, el poder emocionar a los demás, ¿no? Que tiene mucho que ver con reencontrarse con su respiración, ¿no? Y con la quietud. — ¿Hay técnicas determinadas para lograr estos cambios? — Una de las experiencias más interesantes fue esa de la quietud. Cuando de pronto, a través de las enseñanzas de María Martín, yo utilizo una técnica de gimnasia que es la gimnasia molecular nuclear que tiene que ver con la quietud. Y es increíble, porque desde la quietud se mueven fibras que normalmente uno no mueve. He visto cosas de “reencorporación”, de adquisición de habilidades, que para los compañeros de los grupos teatrales, era imprevisto. Ya no se trata del calibre de la movilidad gruesa, sino de cosas del calibre fino, del movimiento de los dedos, de las manos, de las caderas, el descontracturar las caderas, el plexo solar, irradiar desde ahí una energía que tiene que ver con la energía cotidiana. Siempre es una sorpresa, porque empezamos con gran incógnita de qué es lo que va a pasar. Y más allá de la formalidad de lo que es hacer una experiencia de aprender teatro, lo maravilloso es encontrarse con su capacidad individual.

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