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  • Fopea: Sobre la libertad, el periodismo y su frágil existencia

    Parana » AnalisisDigital

    Fecha: 10/11/2025 00:36

    Estuve escuchando a grandes referencias del periodismo latinoamericano en el Congreso de Fopea, que se realizó este último fin de semana. No pienso detenerme en referencias puntuales a los temas debatidos, porque en gran medida, se trató de una enorme catarsis del periodismo sobre la gran incertidumbre que afronta no sólo el oficio, sino la sociedad sobre la que operó durante un par de siglos, y que hoy no consigue leer con ninguna claridad. Es un momento de enorme confusión. Y más que nunca, la sensación es de ignorancia absoluta: «Nadie sabe nada», se llama un podcast de humor que hacen dos catalanes, y que sin haberlo sabido, resume en cada tópico que aborda, una buena síntesis del presente. El poder, el político y el real, pasa por circunstancias también confusas. A cada nueva hegemonía le crecen enanos que la desafían. Y a los periodistas, si es que todavía se puede usar esa única generalización, nos pasa lo peor que le puede pasar a un oficio: está en dudas su propia existencia. Pasemos de la obviedad de los paises en los que rigen dictaduras. De eso se habló y sobre eso no hay mucho más que charlar: El periodismo, como factor indispensable de cualquier democracia, sólo puede ocupar el lugar de la resistencia, si puede, y si no termina en prisión o asesinatos. Ocurre, incluso, en paises donde también rige la democracia de baja calidad, claro. En Argentina, pese a la violencia intestinal que hay sobre el periodismo desde el oficialismo nacional , todavía no ocurre. Pero no hay nada que garantice lo contrario: Hay una gran masa social que no sólo descree del periodismo, sino que lo aborrece y desea su extinción. A eso lo alimenta un sector de la política que dice que la sociedad no nos odia lo suficiente, del mismo modo que otros sectores, hasta no hace tanto tiempo, nos acusaba de ser cómplices de la dictadura, cuando no confluíamos en el río de los devotos. Entonces, de lo que se trata hoy no es sólo de los límites al ejercicio del periodismo, afectado por un montón de factores, sino de la propia subsistencia del oficio: El periodismo ha pasado a ser un actor prescindente para una gran parte de la ciudadanía, y un descarte para quienes no quieren ni les interesa que el periodismo funcione con todas las garantías. Los hechos dejaron de ser sagrados Al periodismo, y se repitió hasta el cansancio en el Foro, le toca sufrir las mismas miserables generalidades que le tocaron ( y le sigue tocando)a la política tradicional: Todos, parecemos formar parte de una gran cofradía de «ensobrados» y «operadores», que sólo publicamos para favorecer o perjudicar a algún actor de la escena pública. Y hasta que se demuestre lo contrario, soportamos el principio de culpabilidad: somos corruptos, y todo lo que hacemos es perseguir objetivos asociados a intereses oscuros, y lo más grave: aunque revelemos verdades contrastadas, que deriven en causas judiciales y en condenas, esas verdades serán relativizadas por los principales actores de la democracia. Si me gusta es verdad, sino me conviene, es mentira. Todo forma parte de este cambalache justificatorio del destrato: la posverdad, las fake news, los ejércitos de trolls, el lawfare y todas y cada una de las nuevas categorías que trajeron consigo la internet y sus precisas hijas gemelas, las redes sociales, van bombardeando un oficio que debe ser un servicio público, pero fue cediendo a las necesidades y los temores. Hoy, aquello de que «la opinión es libre, los hechos sagrados», sellado en piedra por Charles Scott como lema de The Guardian en 1921, ha sido desplazado por «la opinión es comprada y los hechos dependen de quienes compraron esa opinión». Lo dicen el presidente, una ex presidenta, diputados, senadores y lo dicen también, un montón de periodistas que funcionan como voceros ocasionales de esos dirigentes. De libertades, pauta pública y mercado privado ausente Hay una verdad tan brutal, que de algún modo termina dándole sostén al desprestigio del periodismo en Argentina. Una encuesta de FOPEA dice que el 83% de los periodistas decimos tener problemas de libertad de expresión. Tememos a casi todo: a perder el empleo, a que los medios cierren, a perder a los anunciantes, a que se enojen los gobiernos que pautan en esos medios, y también, a las hordas de opinantes de redes sociales que condicionan lo que publicamos a manera de autocensura. ¿Cómo funciona, entonces, un oficio que nació precisamente como resorte contra el miedo? A la sempiterna crisis argentina, le creció la competencia de las redes sociales: los empresarios no necesitan de los medios para sostener sus marcas: Meta y ByteDance concentran la inversión directa de los grandes recursos privados. Pautar en redes, es mucho más útil que hacerlo en medios: eligen a quienes, a que edades, a que sectores sociales y culturales dirigirán sus mensajes… ¿ Para que necesitan al periodista y a sus programas en radio, en TV o en las propias plataformas digitales? Ni hablemos de los diarios de papel, y a sus portales: compiten con las redes y aunque pueden apelar a las suscripciones, son muy pocos los que pueden ofrecer un diferencial que justifique pagar por lo que en un click se consigue de manera gratuita. Hoy, lo que se celebró como la «democratización de la información «se fagocitó a la información. Y la sobreinformación, ya se sabía, provocó un nivel de fragmentación que no conoce ( por ahora) ningún consenso para reconducirlo. Encima, en la mayor parte del país, la desinversión privada en la histórica torta publicitaria, dió paso a una hiperdependencia de la pauta pública. Los gobiernos se han convertido en los principales sponsors de los medios. Si no están los gobiernos provinciales, los municipios, las legislaturas, no hay posibilidades de pagar los costos de funcionamiento. Y los gobiernos, de todos los colores, sutil o groseramente, condicionan lo que se publica. Con premios y castigos. Con dilaciones en los pagos, generando situaciones de asfixia para los medios de provincia. Sin leyes que regulen la inversión publicitaria pública y sin margen para denunciar sus arbitrariedades , la mayoría de los medios están en riesgo de subsistencia. Y en algunos casos, terminan siendo «salvados» por dinero de origen confuso, casi siempre vecino del delito organizado. Prender Youtube, usar la IA y generar comunidades Los medios, se multiplicaron. Ya no se trata del viejo y querido blog nacido a la luz del incipiente internet: El abaratamiento de los costos para emitir, han producido una explosión de canales audiovisuales de opinión, sin que intermedie nadie para fijar cánones elementales de calidad: hablar mas o menos bien el idioma, por ejemplo, o tener la mínima responsabilidad para que detrás de una afirmación, exista una prueba, o un conjunto de elementos que la consoliden como una información. Hoy da igual lo que se afirma, más allá de los abominables insultos anónimos, y nadie se ocupa de exigir que aquello que se afirma, deba ser confirmado. ¿ Pero qué puede hacer el periodismo contra eso? Nada. O si,claro, puede aprovechar este escenario para reformular sus maneras de comunicar: Lo siento por el sector de colegas que sueñan con el regreso de las redacciones donde gobernaba el humo y al cierre de la edición se iban a los bares a ver amanecer: No existe más, y no volverá a suceder. Lo que le queda al periodismo es adaptarse a los tiempos. Aceptar que las condiciones requieren de nuevas formas de comunicar. Entender que en estos tiempos de scroller continuo, si se quiere impactar, se necesita es síntesis y entretenimiento. Y nuevas maneras de comunicar, aunque todavía no lo reconozca la academia. Hay que salir del encierro que nos generó el siglo de las luces periodisticas, y aprovechar, con la rigurosidad del caso, las nuevas herramientas de la manera más precisa y responsable posible. Usar la IA, para chequear, para corregir, para impactar. Y abandonar esa melancolía que procura recuperar los fueros de aquel cronista que tomaba nota, y tenía diez horas para escribir lo que se iba a terminar publicando mañana. Hoy todo es fuga, y a la vez, todo es imperecedero. Lo que decimos, lo que emitimos, pierde interés a los cinco minutos. Pero todo permanece en las redes. Hoy, como nunca, es más urgente formarse. Ya no se trata sólo de leer, ver cine, escuchar música y viajar. Hay que formarse en nuevas tecnologías, hay que aprender por dónde y de que manera circula la información. Y hay que buscar ese instante, que nos deja a veces la realidad, para promover lo que informamos. Porque al final, hoy más que nunca, los que terminan decidiendo nuestra supervivencia, es nuestra audiencia. Los que nos leen, los que nos ven, los que deciden sostenernos. Un ejemplo maravilloso de eso es BTCH de Jairo Straccia, el programa levantado sin razones por Radio con Vos, que terminó retornando a los pocos días al aire, por la vía del streaming y a través de un esquema de sustento que inventó Hernán Casciari. El periodismo está en riesgo de desaparecer. Pero hay una buena noticia en eso: Hay tiempo para defenderlo y cuidarlo, apelando a los tópicos de siempre: seguiremos existiendo mientras haya gente del otro lado dispuestos a escucharnos o leernos. El problema no son ellos, sino nosotros. Si no nos consumen, es porque hay algo que estamos haciendo mal, o porque no les interesa lo que decimos. Y hay que hacerse cargo de eso. (Publicado en www.conicherep.com.ar)

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