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» Primerochaco
Fecha: 08/11/2025 07:14
Entre opiniones, silencios y ciertas perplejidades, fuimos cruzando ideas sobre el presente. François Dubet recupera de Spinoza una idea tan lúcida como dolorosa: las pasiones tristes son aquellas que nos quitan la fuerza de actuar. La tristeza, la ira, el miedo, el resentimiento. Las sociedades modernas, dice, ya no se sostienen en grandes relatos de esperanza: el progreso, la justicia social, la revolución o el bienestar. Todo eso se derrumbó o perdió sentido. Lo que queda es una suerte de competencia permanente entre individuos solitarios, un sálvese quien pueda emocional y económico que nos va dejando cansados. En eso se instala la desconfianza, la sospecha de que los otros siempre están un paso adelante o que el sistema está diseñado para excluirnos. Y así crece una sociedad que ya no se piensa a sí misma. Política del desencanto El resentimiento ha reemplazado al compromiso, dice Dubet, y el miedo al futuro se impone sobre la imaginación. En este país (y en algunos otros también) eso se siente todos los días: los discursos se vuelven violentos, las posiciones se endurecen, y la empatía se disuelve entre consignas. No es casual que las democracias se llenen de gritos. Es el sonido de las pasiones tristes buscando una explicación que nadie da. Pero el problema no es solo económico. Es existencial: no sabemos hacia dónde vamos, y la política, atrapada en su propio espejo, ya no ofrece horizonte. Frente a eso, hay quienes eligen la ironía, otros la evasión, y unos pocos la reconstrucción paciente de los vínculos. Son esos los que todavía creen que se puede volver a confiar, aunque cueste. El Club Lo que se desprende de la lectura de este libro parece sencillo, pero resulta revolucionario: reconstruir la solidaridad. Pensar fuera de la caja, sí, pero no en soledad. La salida —si es que hay una— no está en los dogmas, ni en las fórmulas viejas, ni en los recitales con cuatro camperas ni en los bailes desde un balcón que prometen refundar la patria cada cuatro años. Está en atreverse a pensar distinto, pero con el otro al lado, sabiendo que el desacuerdo no es una amenaza; es un punto de partida. La rebeldía consistiría en volver a imaginar lo común. Algo así como fundar un club. Sargento Pimienta Luego de Dubet, pensé en aquel discazo que cambió la historia del rock: Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band. Más que un LP, es una declaración de intenciones. Los Beatles habían comprendido que para seguir siendo ellos mismos debían transformarse en otros: ¡inventaron una banda! Osadía pura de estos genios. El desafío de estos tiempos sería reencarnar en una nueva versión, despojados de la queja o del desencanto. Cada época, dice Dubet, tiene sus pasiones dominantes. La nuestra eligió la tristeza. Pero toda tristeza es una posibilidad. El momento de cambiar de instrumento, de salir del ruido y buscar otra cosa; más humana, más desafiante, más compartida. Porque incluso en medio del desconcierto, hay lugar para actos de imaginación colectiva. Como ese invento Beat, necesitamos un nuevo escenario desde donde animarnos a improvisar. Puro Jazz tal vez. Y volver a escuchar aquel tema simple y luminoso: With a Little Help from My Friends… Como una ayuda pequeña, para volver a empezar.
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