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La Paz » Politica con vos
Fecha: 06/11/2025 20:37
Mientras en Nueva York los votantes desoyeron la advertencia de Donald Trump sobre cortar fondos si ganaba un candidato progresista, en Argentina parte del electorado asumió como cierta la amenaza de que “no habría ayuda” si perdía La Libertad Avanza. Dos escenas distintas que revelan cómo se juega la autonomía democrática frente al poder hegemónico. Por Roberto García Trump, un mismo libreto en dos escenarios En la previa a las elecciones legislativas argentinas de octubre de 2025, Donald Trump —ya instalado nuevamente en la Casa Blanca— dejó caer una frase que recorrió los medios y las redes: “El apoyo de Estados Unidos a la Argentina dependerá de quién gane las elecciones”. El mensaje no fue inocente. Funcionó como un recordatorio de que el respaldo financiero, crucial para un país en crisis, estaba supeditado a la continuidad del gobierno de Javier Milei. Casi en simultáneo, en Nueva York, el mismo Trump intervenía de modo similar: advertía que si el candidato “comunista” Zohran Mamdani ganaba la alcaldía, “sería altamente improbable que los fondos federales lleguen al Gran Nueva York”. Pero allí la amenaza no surtió efecto: Mamdani ganó con amplitud, pese al intento de condicionar el voto. Autonomía cívica y madurez democrática en Nueva York La victoria de Zohran Mamdani —un joven político de origen ugandés, activista progresista y defensor del Green New Deal— fue una señal potente. Los neoyorquinos no solo desoyeron el miedo, sino que votaron como gesto de independencia frente al poder federal. Las urnas en la ciudad más cosmopolita de Estados Unidos confirmaron que cuando la sociedad internaliza la práctica democrática, las amenazas pierden peso. Trump no logró torcer la voluntad ciudadana ni instalar el temor económico como variable de elección. En palabras de un analista de The Guardian, “el electorado neoyorquino respondió a la presión con más democracia, no con sumisión”. Falta de autoestima, vulnerabilidad y resignación política en Argentina En el caso argentino, la situación fue distinta. La advertencia de Trump cayó en terreno fértil: una economía devastada, un oficialismo que construyó su campaña sobre la idea del “respaldo internacional”, y un electorado temeroso del aislamiento financiero. El mensaje externo se convirtió en un insumo interno. Funcionarios libertarios y medios afines amplificaron la declaración del presidente estadounidense como garantía de “credibilidad internacional”, al punto de transformar una amenaza en un activo electoral. En los hechos, una porción del electorado votó bajo chantaje simbólico, creyendo que su decisión podía determinar el acceso o no a dólares, créditos o inversiones. Así, la democracia quedó parcialmente secuestrada por la lógica de la necesidad. El espejo que devuelve la cultura política ¿Por qué los neoyorquinos resistieron la presión y los argentinos la absorbieron? Las respuestas no son simples, pero sí reveladoras. En Estados Unidos existe una tradición institucional más sólida y una ciudadanía acostumbrada a discutir, criticar y hasta desafiar a su propio presidente. En Argentina, la fragilidad económica y la dependencia financiera colocan a la sociedad en una posición más permeable ante los mensajes del poder global. La amenaza de Trump fue usada internamente como parte del marketing político, mientras que en Nueva York fue percibida como un abuso de poder. El contraste deja al descubierto algo más profundo: la diferencia entre una democracia que ejerce su autonomía y otra que la negocia. Universidad pública y pensamiento crítico: los primeros blancos Aceptar la subordinación a una agenda externa no solo compromete la soberanía económica: erosiona también la soberanía intelectual. Cuando la política se define desde el miedo o la dependencia, las instituciones que piensan —como la universidad pública— se vuelven incómodas. Por eso, defender la autonomía educativa y científica es también defender la autonomía democrática. Si el pensamiento crítico desaparece, el poder se vuelve incuestionable. Y ahí es donde el voto deja de ser un acto libre y se transforma en una obediencia disfrazada de elección. Soberanía o sumisión Lo ocurrido entre Nueva York y Buenos Aires es más que un contraste electoral. Es una advertencia. Una sociedad que vota sin miedo sostiene su democracia. Una sociedad que vota por miedo la entrega. Mamdani desafió al poder y ganó. En Argentina, el poder desafió a la sociedad y ganó también, pero con otra lógica: la del condicionamiento. El problema no es Trump ni Milei, sino el reflejo de un país que aún mide su futuro en función de lo que dice otro. Y mientras ese reflejo siga gobernando el voto, la soberanía seguirá siendo una palabra vacía.
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