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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 06/11/2025 11:48
Charlton Heston y Edward G. Robinson en Soylent Green (1973) En 1973, la película Cuando el destino nos alcance (“Soylent Green”) irrumpió en la ciencia ficción con una visión inquietante del futuro: una Nueva York superpoblada, asfixiada por el calor y la escasez, donde la supervivencia depende de un misterioso alimento producido por una corporación todopoderosa. Cincuenta años después, el mensaje del film sigue generando debate, no solo por su audaz retrato de la crisis ambiental y la desigualdad social, sino por la forma en que anticipó —y exageró— los temores de su época sobre el destino de la humanidad. El origen de Cuando el destino nos alcance se remonta a la novela ¡Hagan sitio! ¡Hagan sitio! (“Make Room! Make Room!”) de Harry Harrison, publicada en 1966. Tanto la novela como la película nacieron en un contexto de creciente alarma por la superpoblación, impulsada por la Guerra Fría y el auge del comunismo en Asia. Obras como “La explosión demográfica” de Paul R. Ehrlich alimentaron el debate científico y social sobre los límites del crecimiento y el futuro de los recursos del planeta. Sin embargo, la adaptación cinematográfica dirigida por Richard Fleischer introdujo un giro radical ausente en el libro: el canibalismo como solución extrema a la crisis alimentaria, una decisión que marcaría el tono y el impacto del filme. La trama sitúa la acción en el año 2022, en una metrópolis donde la población ha alcanzado los 80 millones de habitantes. Las calles rebosan de personas sin hogar, el agua y los alimentos escasean, y la mayoría sobrevive gracias a las raciones de Soylent Green, un producto supuestamente elaborado a partir de plancton marino. La fábrica de soylent green, el único allimento disponible para la enorme mayoría de la poblacion La historia sigue a un detective, interpretado por Charlton Heston, que investiga el asesinato de un alto ejecutivo de la corporación Soylent. A través de su pesquisa, la película revela un mundo donde la brecha entre ricos y pobres es abismal, la violencia y el desempleo son cotidianos, y la vida digna se ha convertido en un privilegio reservado a unos pocos. Un amigo viejo (Edward G. Robinson) le habla al detective de tiempos pasados, que él no conoció, en los cuales consumían tomate y lechuga, entre otros alimentos frescos que ya han desaparecido por completo. El ambiente opresivo se ve acentuado por el calor constante, atribuido al efecto invernadero, y por la presencia de centros de eutanasia masiva, donde los ancianos pueden elegir una “muerte asistida”, como se la llama hoy, rodeados de imágenes de un pasado perdido. El destino real de esos ancianos es alimentar al resto de los humanos: es la siniestra solución hallada a la sobrepoblación y la escasez de alimentos por una elite que domina al resto de la población compuesta por individuos que ya no tienen ni el estatus de personas; son espectros incapaces de rebelarse. El mundo apocalíptico que imagina Soylent green Más allá de su argumento, Cuando el destino nos alcance pretende ser una advertencia sobre los peligros de la evolución humana sin control, evidentemente inspirados en pronósticos catastrofistas, periódicamente reiterados pero nunca verificados. Juan Luis Caviaro, en su análisis publicado en EspinOf, subraya que la película, al igual que otros clásicos del género, utiliza la ciencia ficción para cuestionar el rumbo de la sociedad y alertar sobre la autodestrucción provocada por la ceguera colectiva. El film denuncia la desigualdad, la degradación ambiental y la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, encapsulando su mensaje en la figura de la corporación Soylent y en la revelación final sobre el verdadero origen de su producto estrella. Como señala este director de cine, la cinta “es un toque de atención al ser humano en general, le avisa que, tal y como están las cosas, mejor vivir el presente, como sea, porque esto se acaba, nos cargamos el lugar donde vivimos; nos estamos cargando el futuro”. Desde una perspectiva más actual, Slate reconoce que Soylent Green fue pionera al abordar temas como el efecto invernadero y la crisis ambiental, y que su estreno coincidió con el auge del movimiento ecologista y el temor a la sobrepoblación. Sin embargo, critica su tendencia a la hipérbole y su visión unidimensional de los problemas, señalando que la realidad de 2022 dista mucho de la distopía planteada en la pantalla. Según Slate, “la hipérbole de Hollywood ahoga un contexto que es tan relevante hoy como hace 50 años”, y la película, en su afán por conmocionar, simplifica desafíos que en la vida real son mucho más complejos y matizados. Sin embargo, si analizamos las que parecen ser las políticas públicas de salud en algunos países altamente desarrollados respecto de la posibilidad de que la población acceda a la llamada “muerte digna”, alternativa a la que recurrirían seguramente no pocos mayores sometidos a situaciones dolorosas de diverso origen, no es tan descabellado imaginarnos salidas -menos espantosas que las del film- pero igualmente tendientes al control de una población que parece sobrar. Película ‘Soylent green’ (Richard Fleischer, 1973) La comparación con la novela original de Harrison revela diferencias sustanciales en el enfoque y el mensaje. Mientras el libro explora la superpoblación a través de múltiples narrativas y evita soluciones extremas como el canibalismo, la película opta por una narrativa moralista y directa, sacrificando la ambigüedad y la riqueza de matices. Harrison, según recoge Slate, se mostró abiertamente crítico con la adaptación, considerando que “denigró la novela”. A pesar de ello, algunos analistas consideran que la especulación hiperbólica es inherente al cine de ciencia ficción y que, cuando se ejecuta con acierto, puede abrir debates necesarios sobre el futuro. En última instancia, Cuando el destino nos alcance sigue siendo un referente del género, tanto por su capacidad para anticipar preocupaciones sociales y ambientales como por las controversias que suscita su visión del porvenir. ¿Estamos realmente tan lejos de esta visión apocalíptica? Es inevitable asociar la película con algunos de los argumentos que surgen en los debates acerca de la legalización de la eutanasia, como la carga que representarían los ancianos enfermos para su entorno... Si pensamos en la renovada vigencia del malthusianismo, que atribuye la responsabilidad por la pobreza y la desigualdad a la sobrepoblación, no estamos tan alejados de las “soluciones” propuestas por Soylent Green. La cultura del descarte, que tanto denunció el papa Francisco, encuentra siempre nuevas formas y justificaciones.
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