Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Terapia sin alma

    » Diario Cordoba

    Fecha: 05/11/2025 08:49

    ¿Y si estar mal a veces fuera humano? Hemos confundido vida buena con vida sin aristas. La tristeza -que antes se cursaba como estación del alma- se trata hoy como avería técnica. Donde había maestros, amigos o silencio fecundo, levantamos un mostrador de protocolos, cuestionarios y píldoras. Ivan Illich advirtió que una sociedad enferma cuando vuelve expediente la experiencia y expropia a las personas la gestión de su fragilidad. La tristeza, que pedía compañía y palabras verdaderas, se volvió trámite; y el sufrimiento, que reclamaba sentido, se archiva bajo un código. Pretendemos curar lo incurable -finitud, desengaño, duelo- con placebos de laboratorio y un positivismo de taller que esteriliza biografías. No se trata de denigrar la psiquiatría ni la farmacología cuando son necesarias, sino de recordar su frontera. El abuso terapéutico atrofia el músculo interior con el que soportamos lo real. Si cualquier abatimiento es trastorno y cada lágrima, síntoma, no solo patologizamos la vida; la empobrecemos. Viktor Frankl enseñó que uno no se salva al dejar de sentir dolor, sino al descubrir un para qué que haga llevadero el sufrimiento. El consuelo químico puede ser puente; el sentido es la orilla. Y el sentido se elabora despacio: palabras no consigna, amistades fieles, paciencia de orfebre, una memoria que no huya de nombres ni fechas. ¿Qué perdemos al reducir la tristeza a cortocircuito neuroquímico? Perdemos su gramática: examen de conciencia, rectificación, perdón, reparación, aprendizaje de la renuncia. Olvidamos que hay dolores que no se arreglan: se atraviesan. Y que, al atravesarlos sin anestesias superfluas, se revela un tesoro: cambio de vida, comprensión más honda del otro, mirada menos soberbia. Vivimos rodeados de prótesis anímicas: ‘apps’ de calma, dietas emocionales, mantras de empresa. Útiles si recuerdan su condición auxiliar; peligrosas si sustituyen la sabiduría que hacía del dolor un maestro. La tristeza pide ser escuchada, no silenciada; compañía, no vigilancia; tiempo, no prisa. Y, sobre todo, no confundirla con la desesperación, su caricatura. ¿Y si estar mal a veces fuera humano? Tal vez aprenderíamos a acompañar sin invadir, a distinguir entre dolor y daño, a ofrecer un hombro y no una plantilla. Tal vez devolveríamos a la ciudad la red de sacristías laicas -bibliotecas, plazas, cafés, tertulias- donde el alma se demora. Tal vez aceptaríamos que la alegría no es temperatura constante, sino gracia que visita a quien no le cierra las ventanas. No renunciemos a la medicina cuando haga falta; renunciemos a vivir medicados del alma. La tristeza, cuando no se pudre en narcisismo, puede ser fértil: educa, templa, purifica. En una época que prefiere la sonrisa al rostro y la estadística a la experiencia, urge recuperar la disciplina interior que convierte lo sufrido en sabiduría. La salud verdadera no es ausencia de pena, sino presencia de sentido.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por