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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 31/10/2025 06:32
Anastasia Pavlenko muestra su brazo herido (Archivo personal de Anastasia Pavlenko) La casa particular de Tetiana Karmazina, de 66 años, está ubicada cerca de la orilla del río Dnipro, en el distrito Dniprovskyi de Kherson. Esta zona también es conocida como “Voienka”. El 30 de marzo de 2025, Tetiana salió de su casa a la calle para buscar a su perro, que había corrido fuera del portón. No escuchó el sonido del motor del dron. Cuando llegó a la intersección más cercana, vio un dron sobre ella. “Estaba posado, no sé si en el techo de una casa o en un árbol, y apenas salí, despegó. Vi una luz roja y enseguida entendí que iba a lanzar algo. Y así fue”, recuerda Tetiana. El explosivo cayó a sus pies. Su pie derecho fue arrancado y el izquierdo quedó gravemente destrozado por los fragmentos de la explosión. Tetiana había dejado su teléfono en casa, así que tuvo que arrastrarse hasta la vivienda para pedir ayuda. “Estuve arrastrándome como una hora y media, creo. El perro se acercó a la puerta, no me reconoció y empezó a morderme las manos — cuenta la mujer. — La puerta estaba cerrada y me costó mucho abrirla. Luego todavía tenía que arrastrarme un buen trecho hasta la casa, pero llegué”. Durante cuatro meses después de la herida, la mujer tuvo que usar yeso. Tetiana todavía sigue haciendo ejercicios para recuperar la movilidad de su pierna izquierda y ya puede empezar a apoyarla poco a poco. Planea viajar a la vecina ciudad de Mykolaiv para iniciar el proceso de colocación de una prótesis en la pierna derecha. Hasta hace poco, la pensionista se movía por su casa arrastrándose, sentada sobre una tapa de cubo y empujándose con una pierna, un ingenioso método que ideó ella misma. Antes de la herida, Tetiana caminaba unos 10 kilómetros diarios, algo que ahora extraña profundamente. Se ve obligada a pasar la mayor parte del día sentada en casa, aunque dedica mucho tiempo a la lectura. Tras el ataque, se mudó a una zona más segura de la ciudad. Sin embargo, cuenta que muchos de sus vecinos no abandonan el peligroso barrio cercano al río porque temen que los saqueadores roben sus viviendas. Nataliia Derhach, de 48 años, hasta hace poco vivía en la localidad de Antonivka, situada a orillas del río Dnipro. El 12 de enero, a las 8 de la mañana, salió a pasear a su perro y escuchó un zumbido. Levantó la cabeza y vio dos drones; entonces corrió a esconderse detrás de unos árboles. “Corrí detrás de ellos, me agaché y cubrí al perro con mi cuerpo. Estuvieron sobre mí, probablemente unos tres o cuatro minutos. Me veían perfectamente: sabían que era una mujer, que tenía un perro, que lo protegía con mi cuerpo. Pero eso no los detuvo. Mi error fue que o yo, o el perro, nos movimos. El primer lanzamiento fue a mi izquierda; tuve mucha suerte de que hubiera un camino de cemento cerca y la bomba cayera al otro lado, en la tierra. El segundo ya no lo escuché. De inmediato empecé a sangrar”, relata Nataliia. Natalia Dergach en el hospital tras ser alcanzada por explosivos lanzados desde un dron. (archivo personal de Natalia Dergach) Como consecuencia de las explosiones, Nataliia sufrió heridas en todo el cuerpo: en el torso, un brazo, ambas piernas y la cabeza. También sufrió una conmoción cerebral. El perro resultó herido. Después de aquello, Nataliia y su esposo se mudaron a una zona más segura de Kherson. Zona roja Captura de pantalla de un mapa de la zona costera de Kherson. (Victoria Balytska) El distrito Dniprovskyi y la localidad de Antonivka, donde vivían Tetiana y Nataliia, se encuentran en la llamada “zona roja” de la región de Kherson. Este territorio incluye parte del centro regional y las aldeas ribereñas de Sadove, Bilozirka, Pryozerne, Komyshany y otras. Del lado ruso del frente los separa únicamente el río Dnipro. Esto permite a las fuerzas rusas bombardear constantemente las zonas de las que fueron expulsadas por las tropas ucranianas en noviembre de 2022. Durante el último año, los ataques con drones se han intensificado varias veces. Los habitantes cuentan que prácticamente no pueden salir de sus casas sin poner en riesgo sus vidas. Los rusos comenzaron a utilizar de forma masiva los drones a finales del verano y comienzos del otoño de 2024. Publican regularmente sus “cacerías” en canales y redes sociales, afirmando que atacan únicamente a militares y vehículos de las Fuerzas Armadas de Ucrania. En septiembre de 2024, en uno de los canales rusos de Telegram apareció una imagen grabada desde un dron: una persona en bicicleta avanzaba por un camino rural de la región de Kherson. En la descripción se indicaba que el operador ruso había grabado a un “soldado de las Fuerzas Armadas de Ucrania” justo antes de que el dron lanzara un proyectil sobre él. El autor de la publicación aseguraba que el militar había resultado gravemente herido y que sus compañeros no podían evacuarlo. La calidad de la imagen estaba lejos de ser buena; sin embargo, Anastasiia Pavlenko, de 24 años, se reconoció a sí misma en la grabación. La joven no servía en las Fuerzas Armadas; era vecina del pueblo de Antonivka y madre de dos niños pequeños. Aquel día había perdido el autobús y decidió ir en bicicleta. Cerca del puente de Antonivka, sobre el río Dnipro, notó que un dron la seguía. Foto 10: captura de pantalla de un canal ruso de Telegram en la que se ve a una persona en bicicleta, a la que Anastasia reconoció como ella misma. (Captura de pantalla proporcionada por Pavlenko) “Despega desde el tejado y empieza a perseguirme”, recuerda Anastasiia. “Yo giro el manubrio a la derecha, luego a la izquierda. Entonces él se da cuenta de que a mi derecha hay una zanja, así que ya no puedo ir por ese lado. Giro hacia la izquierda, el dron se aleja, me enfoca con la cámara y lanza el proyectil.” El artefacto golpeó a la mujer y rodó hasta sus pies. Se escuchó una explosión. Anastasiia sufrió una grave lesión por explosión de mina y tuvo que someterse a varias cirugías para extraer fragmentos metálicos. Uno de ellos quedó alojado en su pierna, lo que la obligó a desplazarse con muletas, y cuando el dolor aumentaba, en silla de ruedas. A pesar de un largo tratamiento, la joven aún cojea. Recientemente, los médicos encontraron otro fragmento en su pulmón. Anastasia Pavlenko muestra su estómago herido. (Foto del archivo personal de Anastasia Pavlenko) Según la Administración Militar Regional de Kherson, en la segunda mitad de 2024 las zonas más afectadas fueron las aldeas de los suburbios de Kherson – Antonivka y Kindiyka –, pertenecientes a los distritos Dniprovskyi y Korabelnyi. El mayor número de ataques se registró en septiembre y octubre, con hasta 2.700 ataques de drones por mes. Durante ese mismo periodo, 47 habitantes de la región murieron y 578 resultaron heridos, entre ellos 8 niños. En 2025, los drones rusos comenzaron a alcanzar también el centro de Kherson. Sin embargo, la zona ribereña del río sigue siendo la más atacada y la frecuencia de las explosiones ha ido en aumento. Solo en los primeros siete meses de este año, Rusia utilizó 16.322 drones de ataque de distintos tipos contra el territorio liberado de la región de Kherson. Resultaron afectadas 847 personas civiles, de las cuales 79 murieron y 768 fueron heridas, entre ellas 11 niños, según datos de la Administración Militar Regional de Kherson. En agosto de 2025, la intensidad de los ataques aumentó drásticamente: la región fue atacada por hasta 2.500 drones por semana. Esta tendencia continúa en septiembre. Aunque las fuerzas ucranianas logran derribar alrededor del 80% de los drones enemigos, en el último mes y medio los ataques han causado la muerte de 15 personas y heridas a otras 118. Tipos y métodos Los militares rusos no solo lanzan explosivos desde los drones, sino también minas antipersonales, las llamadas “pétalos” o “mariposas”, prohibidas por la Convención de Ottawa. En junio, el presidente Zelensky firmó un decreto sobre la retirada de este tratado internacional que prohíbe el uso y obliga a los Estados parte a destruir sus reservas de minas antipersonales. Rusia, Estados Unidos y China no son signatarios de dicha convención. Ucrania se adhirió en 2005. También iniciaron su salida del acuerdo los países bálticos –Estonia, Letonia y Lituania–, así como Polonia y Finlandia, que comparten frontera con Rusia. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Ucrania declaró que la agresión armada de la Federación Rusa obligó a estos países a revisar su participación en la Convención. Oleksandr Perederei, un habitante de Kherson de 46 años, lleva varios años evacuando en su vehículo todoterreno a personas, cuerpos de fallecidos, animales y pertenencias desde la zona roja. Mientras circulaba por una carretera de uso común, pasó dos veces por encima de un “pétalo”. La primera vez ocurrió el 20 de abril de 2025 en Antonivka, de donde evacuaba a dos familias. El “pétalo”, casi invisible, yacía en la carretera. “En cuanto entré en Antonivka, avancé unos 300 o 400 metros y pisé una mina. Fue justo delante de esas personas. La rueda explotó; la cambié con la ayuda de la gente que estaba evacuando. Actuamos rápido: uno quitaba la rueda, otro ajustaba el gato. Lo hicimos todo deprisa, bajo los drones”, recuerda el hombre. Oleksandr Peredery con su perro cerca del vehículo que utiliza para evacuar a personas. (archivo personal de Oleksandr Peredery) La segunda vez pasó por encima de una mina antipersonal diez días después del primer incidente, en la carretera cerca del puente de Antonivka. “La velocidad era muy alta; me arrancó el guardabarros, la puerta, el parachoques y el revestimiento del paso de rueda. El coche quedó muy dañado”, cuenta Oleksandr. “Además, ellos las repintan especialmente del color de la carretera o del suelo, dependiendo de dónde vayan a lanzarlas. Saben el color del terreno gracias a los videos grabados por los drones. En el suelo es muy difícil verlas”. En aquella ocasión, por suerte, la explosión solo dañó el vehículo. Sin embargo, las minas antipersonales también cobran vidas. Según la Administración Regional de Kherson, desde comienzos de este año tres personas han muerto y otras 53 han resultado heridas a causa de las explosiones de los “pétalos”. A pesar del peligro, Oleksandr sigue evacuando a la gente. La jersonense de 44 años, Olha Chernyshova, está convencida de que los drones rusos cazan, ante todo, a las personas. Cuando el operador no logra detectar a una persona, lanza los explosivos sobre casas o vehículos. La mujer vive en una zona de Kherson cercana al río Dnipro. En septiembre de 2024, drones rusos lanzaron explosivos sobre sus dos automóviles. Repararlos le costó a Olha casi 100 000 hryvnias (unos 2 500 dólares). Según los habitantes locales, el año pasado los operadores de drones aún estaban “practicando” y afinando su puntería. Para hacerlo, elegían cualquier blanco: una persona o un animal. Natalia Derhach, que dirige un refugio de animales, tuvo que evacuar en octubre pasado desde Antonivka a un perro herido y al cuerpo de otro animal muerto. “Dos perros estaban tomando el sol. El dron les lanzó una ‘bombita’. Eran completamente distintos: a uno lo destrozaron con metralla y al otro, prácticamente lo hizo pedazos”, cuenta la mujer. Qué contienen los explosivos Un agricultor inspecciona un dron de combate ruso que se estrelló en su campo, en medio del ataque de Rusia contra Ucrania, en la región de Kherson, Ucrania, el 24 de julio de 2025. )REUTERS/Ivan Antypenko) Los residentes de Kherson han notado que las bombas lanzadas desde los drones varían en su poder destructivo. Natalia Derhach sufrió múltiples heridas por metralla en el costado izquierdo del cuerpo, además de una contusión y un barotrauma. “El problema con estos drones —explica Natalia— es que nadie sabe con qué los llenan. En mi lado izquierdo tengo heridas desgarradas: los fragmentos entraron y se quedaron allí. En cambio, en la pierna derecha, uno de los fragmentos entró y explotó por completo dentro del músculo.” A Tetiana Karmazina le amputaron la pierna derecha por debajo de la rodilla. La pierna izquierda sufrió una fractura compleja. Por la naturaleza de las heridas, la mujer llegó a la conclusión de que sus piernas fueron alcanzadas por un explosivo cargado con clavos. En 2025, los rusos comenzaron a utilizar con mayor frecuencia drones conectados por fibra óptica, que no son sensibles a los sistemas de guerra electrónica (GE). Además, los drones empezaron a modificar su altitud de vuelo de manera que las personas no tuvieran posibilidad de refugiarse. “Vuelan muy alto, a unos 400 o 500 metros, y cuando detectan un objetivo, se lanzan en picada. Solo los escuchas cuando ya los ves claramente, casi a una distancia a la que podrías tocarlos con la mano”, cuenta Natalia Derhach. También se habla de una nueva táctica de ataques dobles: a menudo los drones rusos operan en pareja. Después de que uno lanza el explosivo sobre una persona, el otro permanece en el aire, esperando, para impedir que alguien socorra al herido o recoja el cuerpo. Por esta razón, los servicios de emergencia —como la policía o las ambulancias— no siempre pueden acudir a los llamados. La municipalidad de Kherson cubrió la carretera principal que conduce a la ciudad con redes antidrones. Aunque no salvan vidas, sí enredan a algunos de los drones pequeños. (Nataliya Gumenyuk/The Reckoning Project) Los paramédicos acuden a los llamados con casco y chaleco antibalas: es un requisito obligatorio, cuenta Oleksii Alferov, de 65 años, paramédico del servicio de urgencias de Kherson. Actualmente se encuentra de licencia sin goce de sueldo, ya que, incluso después de varios meses de baja médica, sigue cojeando y continúa tratando las secuelas del ataque con dron contra una ambulancia. El 17 de abril de 2025, su equipo recibió un llamado en el distrito Dniprovskyi de Kherson, muy cerca de la orilla del río Dnipro. Los transeúntes habían solicitado asistencia para una persona herida tras un ataque con dron. Oleksii y el conductor llegaron al lugar, colocaron al herido en una camilla dentro de la ambulancia y se dirigieron al hospital. Oleksii le estaba prestando atención médica cuando, tras avanzar unos 300 metros desde el punto de rescate, se produjo una explosión. Sintió un dolor agudo y vio que sangraba: había sufrido una grave herida por múltiples fragmentos de explosivos. Oleksiy Alferov, paramédico del servicio de ambulancias de Kherson, en pleno trabajo. (foto del archivo personal de Alferov) “Lo más probable es que ese dron estuviera en modo de espera”, cuenta Oleksii. “Fue un impacto directo en el vehículo, justo en el asiento del pasajero. La ambulancia quedó inutilizada, prácticamente destruida. El conductor resultó un poco menos herido, pero también sufrió lesiones”. Oleksii está convencido de que el operador vio claramente que estaba atacando un vehículo médico, ya que la ambulancia tenía todas las marcas correspondientes. Un taxista que pasaba por el lugar llevó a Oleksii y al conductor al hospital. El paciente fue trasladado por la policía al centro médico. Oleksii Alferov fue condecorado con la medalla “Por la vida salvada” por decreto presidencial con motivo del Día de la Independencia de Ucrania. Planea reincorporarse al trabajo en octubre. Debido a las lesiones sufridas, es poco probable que pueda volver a conducir una ambulancia, por lo que probablemente atenderá las llamadas desde la central de emergencias. Una ambulancia en Kherson dañada por explosivos lanzados desde un dron. (Foto del archivo personal de Oleksiy Alferov) Los drones rusos cazan no solo de día, sino también de noche, utilizando cámaras térmicas. En la zona costera de Kherson no existe un lugar ni momento seguro. El transporte público prácticamente no funciona, y los habitantes temen salir en sus vehículos particulares. Como los drones también atacan subestaciones eléctricas, las viviendas se quedan sin electricidad y surgen problemas de comunicación. La gente se ve obligada a abandonar sus hogares. Algunos residentes todavía permanecen en la zona costera, pero esta se está convirtiendo poco a poco en un desierto. Desde la liberación de la ciudad en noviembre de 2022, las autoridades regionales han evacuado a más de 47.000 personas de Kherson y sus alrededores, según informó la Administración Militar Regional. A finales de agosto de este año, las fuerzas rusas intentaron paralizar una arteria de transporte crucial de la región: la carretera M-14 Kherson–Mykolaiv. Los drones empezaron a atacar vehículos civiles que circulaban por esta vía. Las autoridades locales, junto con el ejército, desplegaron todos los medios posibles: sistemas de guerra electrónica (GE) y redes antidrones extendidas a lo largo de la carretera. El tráfico se restableció, aunque nadie puede garantizar una seguridad total. Caza de los indefensos La municipalidad de Kherson cubrió la carretera principal que conduce a la ciudad con redes antidrones. Aunque no salvan vidas, sí enredan a algunos de los drones pequeños. (Nataliya Gumenyuk/The Reckoning Project) Desde la zona costera también se evacúan instituciones sociales. Hasta diciembre de 2024, en Antonivka funcionaba el Dispensario Oncológico Regional de Kherson, que atendía a 34.000 pacientes oncológicos de la región. Sin embargo, desde el otoño de 2024, los drones rusos comenzaron a atacar sistemáticamente el centro médico, desde el cual se puede ver el río Dnipro, cuenta su directora, Iryna Sokur. Al principio, los drones cazaban el transporte público y a las personas que esperaban en las paradas, relata la médica. Más tarde, comenzaron a perseguir a individuos y vehículos privados en cualquier lugar. Incluso empezaron a lanzar explosivos en el aparcamiento del hospital. “El número de mis empleados que venían al trabajo en su propio coche disminuía constantemente, porque los vehículos de los médicos caían con frecuencia en la zona de impacto. Nuestro estacionamiento siempre estaba lleno, y entonces comenzaron los ataques con drones”, dice Iryna. En el otoño de 2024, un paciente del hospital resultó gravemente herido tras el ataque de un dron a un automóvil. Y el 26 de noviembre de 2024 murió una técnica de laboratorio del dispensario oncológico. Lo vio la enfermera del hospital, Tetiana Starostenko. Su turno nocturno había terminado, y alrededor de las 8:00 salió del centro médico. Ya se había acostumbrado a mirar primero al cielo y vio un dron que perseguía a un coche que se dirigía hacia el hospital. “Vi que un hombre conducía a gran velocidad y el dron lo perseguía. Cuando finalmente alcanzó el coche, lanzó una bomba: cayó sobre el maletero. El vehículo se detuvo. Cuando me acerqué, el hombre gritaba de dolor, era horrible de ver. Mi compañera estaba en el asiento delantero, muerta. Un fragmento la había atravesado de lado a lado por el respaldo”, recuerda Tetiana. Iryna Sokur cuenta que esos hechos desmoralizaron al personal. Después del 2 de diciembre de 2024, el transporte público dejó de circular por la zona de Antonivka, donde se encontraba el centro oncológico, por lo que el equipo decidió trasladarse. “En sus canales de Telegram los rusos escribían que había militares allí — explica Iryna. — Pero nunca hubo nadie más que nuestros pacientes oncológicos. Y la mayoría de ellos son personas mayores.” ¿Por qué lo hacen? Un residente cruza una calle cubierta con una red antidrones, en medio del ataque ruso contra Ucrania, en la ciudad fronteriza de Kherson, Ucrania, el 2 de octubre de 2025. (REUTERS/Nina Liashonok) Yo caminaba por la calle, un hombre empujaba a su esposa en una silla de ruedas y un dron empezó a seguirnos — recuerda la jersonesa Olha Chernyshova. — Corrimos una cuadra hacia abajo, él con la silla de ruedas y yo, intentando escondernos entre los arbustos y los árboles, pero el dron seguía detrás. Se veía claramente que estaba cazando.” Olha llama a esta caza de personas vulnerables, que no pueden valerse por sí mismas, un nuevo tipo de terrorismo: “Es una forma de intimidar a la gente, de obligarla a marcharse; un chantaje, en realidad, terrorismo. Se ve desde dónde despegan los drones: desde los territorios ocupados. Lanzan los explosivos y luego regresan.” En mayo de este año se publicó un informe de la Comisión Internacional Independiente de la ONU de Investigación sobre Ucrania. La Comisión concluyó que las fuerzas armadas rusas cometieron crímenes de lesa humanidad en forma de asesinatos y ataques contra la población civil con el objetivo de “sembrar el terror”. También consideró que el comportamiento de las fuerzas rusas puede calificarse como crimen de lesa humanidad en forma de desplazamiento forzado de población, ya que “el carácter masivo y sistemático de los ataques y el terror ejercido sobre la población obligaron a miles de personas a abandonar sus hogares”. Los autores del informe destacan además que la difusión pública de grabaciones de los ataques y de mensajes con amenazas anunciando nuevos atentados aumentó el miedo entre la población, y que la publicación en canales rusos de Telegram de videos con asesinatos y heridas de civiles constituye un “crimen de guerra por atentado contra la dignidad humana”. “Estuve dos meses y medio hospitalizada. Todos los días ingresaban víctimas de los drones. Para ellos es el trabajo más interesante: que nos enojemos, que pidamos a nuestro gobierno entregar Kherson, — cuenta Tetiana Karmazina. Pero no nos enfadamos, no pedimos nada, soportamos todo de ellos. Y ellos solo atacan a los civiles.” Producido por el Laboratorio de Periodismo de Interés Público, parte de The Reckoning Project, que reúne a periodistas, analistas y abogados ucranianos e internacionales para documentar crímenes de guerra.
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