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» Corrienteshoy
Fecha: 28/10/2025 14:08
El valor del tiempo y el arte de volver a empezar Por Tona Galvaliz Hay algo que nadie puede recuperar: el tiempo. ¿Qué estás haciendo con tu vida? Cada hora que pasa es un fragmento de existencia que jamás regresará. El tiempo que se fue, ya no vuelve; podemos intentar revivirlo en recuerdos, reconstruirlo en fotografías o evocarlo en palabras, melodías, pero la vida no se detiene, siempre está avanzando, avanzando, avanzando. El tiempo se desliza entre los días, a veces en silencio, otras con prisa, mientras nosotros seguimos creyendo que tenemos todo el tiempo del mundo; hasta que un día, algo nos sacude (una pérdida, una crisis, una revelación) y comprendemos la dimensión que el tiempo no es infinito. Cada hora que pasa es un fragmento de existencia que jamás regresará, en este punto surge la pregunta del millón que nos interpela: ¿qué estoy haciendo con mi vida? Muchos seguimos moviéndonos por inercia, atrapados en rutinas que ya no nos representan, cumpliendo expectativas ajenas o cumpliendo sueños de otros, temiendo decepcionar o cambiar de rumbo, pero el precio de no escucharse es alto: se paga con vacío, con desconexión, con la sensación de estar vivos solo a medias y en ocasiones con síntomas qué degeneran más tarde en enfermedades, y todo eso, por no ser quien estamos llamados a ser, nunca olvidemos que "el cuerpo habla lo que el alma calla. No se trata de tener tiempo, sino de darle tiempo a lo que tiene sentido. El valor y el sentido: el tiempo cobra valor solo cuando lo habitamos con presencia; cuando no lo llenamos de urgencias, sino de sentido. No se trata de correr detrás del reloj, sino de preguntarnos si el rumbo que llevamos honra lo que verdaderamente somos. Hay momentos en que la vida nos invita (a veces con dulzura, otras con dolor) a replantearnos la existencia. ¿Estoy dónde quiero estar? ¿Mis días reflejan mi verdad interior o solo una versión adaptada para encajar o, para ser funcional a otros o, al sistema? Y entonces, ¿cómo seguir? Cuestionarse no es dudar: es despertar. Cuestionarse es detener la maquinaria automática del hacer, para escuchar la voz profunda del ser. ¿Sabías que, no hay evolución posible sin introspección, y no hay propósito auténtico sin una mirada sincera hacia uno mismo? ¿Sabías que, replantearse la vida es un acto de amor? Sí, de amor hacia lo que aún puede ser, hacia lo que está latente esperando ser visto y escuchado para nacer. Volver a comenzar: siempre es posible volver a empezar; y no desde cero, sino desde lo vivido, desde la conciencia que el tiempo nos regaló a través de las experiencias. Volver a comenzar no significa borrar el pasado, sino integrarlo: abrazar las heridas, honrar los aprendizajes, agradecer los caminos recorridos, incluso aquellos que parecían equivocados, o aquellos que robaron lágrimas en soledad. Cada error tuvo un propósito, cada desvío nos enseñó algo sobre nosotros mismos, corriendo nuestros velos para que podamos ver con sabiduría y comenzara elegir desde otro lugar. Porque el verdadero renacer ocurre cuando decidimos mirar la vida con nuevos ojos, más despiertos, más libres, más fieles a nuestra esencia. Y, cuando dejamos de culpar a otros o a las circunstancias y asumimos la responsabilidad de crear una realidad más coherente con nuestro ser: el pasado enseña, pero no define ni determina, más bien, el presente elige. Y, elegir, en definitiva, es nuestra mayor libertad. Podemos elegir que pensar, a quién dedicar nuestro tiempo, cómo relacionarnos, qué historias contar, qué silencios romper o guardar. Una linda invitación: quizás hoy sea buen momento para detenerse y escuchar el reloj del alma, ese que no marca horas, sino llamados, ese que nos recuerda que cada amanecer es una oportunidad nueva para empezar distinto. Te regalo estas preguntas: ¿qué parte de mí pide ser atendida? ¿Qué nuevas decisiones me devolverían a mi autenticidad? ¿A qué sigo aferrada por miedo al cambio? ¿A qué le digo no, y a qué le diré sí de ahora en más? ¿Qué voy a hacer diferente? Porque el tiempo, ese misterio que se nos escapa entre los dedos, no viene a quitarnos nada: viene a enseñarnos a valorar lo esencial, viene a comprender que la vida no se mide en años, sino en presencia, conciencia, autenticidad y amor. Y cuando elegimos vivir desde ese lugar, el tiempo deja de asustar, se vuelve aliado y maestro, nos enseña que no es tarde, que aún hay camino, oportunidades, opciones y, que cada instante puede ser el inicio de una nueva vida si la habitamos con verdad. (*) IG Tona Galvaliz. FB/LinkedIn. María Antonia Galvaliz
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