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» Diario Cordoba
Fecha: 27/10/2025 18:07
Rosalía canta “solo soy un terrón de azúcar” en ‘Berghain’, el primer adelanto de su inminente cuarto disco, ‘Lux’, así que en el correspondiente videoclip lanzado hoy, hay un plano de un terrón de azúcar diluyéndose en el líquido. Sería uno de los planos más ‘realistas’ del clip producido por Canada y realizado por Nicolás Méndez, quien ya dirigió los de ‘Malamente’ y ‘Pienso en tu mirá’. Un inicio cotidiano. Rosalia, vestida de negro y sin maquillaje, entra en su casa, se quita la chaqueta, la cuelga en el perchero y descorre las cortinas del salón. En este preciso momento, cuando entra la luz del día, la cámara muestra lo que hay a su espalda, toda una orquesta sinfónica y un coro con sus miembros apretujados en el salón y en los marcos de las estancias continuas. La orquesta comienza a tocar, con la impetuosa sección de cuerdas en primer plano, y entonces, en plano detalle, observamos la joya con forma de corazón estropeada que Rosalía sostiene en sus manos. La cotidianidad y la fantasía se mezclan en las mismas imágenes. La orquesta rodea a Rosalía sin dejar de tocar mientras ella plancha, hace la cama o lava una prenda en la bañera. Un curioso realismo onírico. Cuando la cantante sale a la calle, la orquesta sigue con ella, primero a su espalda, después apoderándose de todos los espacios que ella transita, ya sea el autobús, la consulta médica o la joyería donde intenta en vano que le arreglen la joya maltrecha. Los músicos muestran siempre una actitud imperturbable, como si estuvieran tocando en el Royal Albert Hall londinense, la Scala de Milán o el Palau de la Música barcelonés. La canción es en esta parte en alemán. Berghain es el nombre de un conocido y selecto club de techno berlinés. Quizá sea una pista. Quizá no. Después Rosalía canta en español mientras Méndez monta imágenes con motivos religiosos, médicos, urbanos y cada vez más oníricos. Porque la segunda parte de la curiosa canción, indetectable entre géneros (música sinfónica, voz lírica, pop, rap), ya no tiene a la orquesta físicamente en el plano, sino que se desarrolla en una estancia –el mismo piso de antes– pintada e iluminada como si se tratara de un bosque. Rosalía, cual Blancanieves entristecida y con el corazón doblemente roto (la joya y la línea plana del cardiograma en la consulta), porque antes ha cantado que sabe muy bien lo que es, “ternura pa’l café”, y que sabe desaparecer, “cuando tu vienes es cuando me voy”, ya no viste de negro, sino que lleva un vestido claro y una cinta roja en el cabello. Un cervatillo y otros animales acuden a ella en una imagen que remite al cuento de Blancanieves, aunque el clip tiene cosas de los abruptos universos estéticos de los últimos filmes del griego Yorgos Lanthimos y algo, también, del cineasta y director de teatro soviético Kiril Serébrennikov. En esta parte quien canta es la islandesa Björk. Los ojos del ciervo lloran sangre y entonces las imágenes se degradan al blanco y negro e irrumpe la voz de Yves Tumor, seudónimo del productor de música electrónica Sean Bowie, llevando el tema a una fisicidad violenta: “Te voy a follar hasta que me ames”, grita más que canta, mientras la vida deja de ser un sueño para convertirse en una pesadilla y el primer plano de Rosalía acostada en la cama, con dos diminutas plumas de ave en las sienes, es el preámbulo de la paloma que surge de entre las sábanas. Instantes antes hemos visto la joya en forma de corazón abollada, pero la última vez que la mira la cantante ya ha recuperado su estado original. Fin del sueño, fin del cuento, otra demostración de los ambiciosos planteamientos de la artista catalana.
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