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» Diario Cordoba
Fecha: 27/10/2025 17:59
Un año después de la terrible dana de Valencia, que dejó una trágica secuela de muerte y destrucción, este mes volvían las lluvias torrenciales a la Comunidad Valenciana y a Baleares. A principios y mediados de este mes de octubre, la Unidad Militar de Emergencias y otros cuerpos de seguridad tuvieron que emplearse a fondo para resolver una larga lista de inundaciones, averías y desastres que alteraron la vida de miles de personas en estas comunidades autónomas. Los pronósticos de los climatólogos se van cumpliendo: lluvias torrenciales de este tipo, antes excepcionales, están volviéndose preocupantemente cotidianas. Imagen de archivo de una de las danas en Valencia. / Agencias Ello sucede además en un año hidrológico con un 7% más de lluvias que la media, aunque con una fuerte desigualdad territorial: mientras A Coruña superó los 2.500 l/m², Fuerteventura no alcanzó los 80 l/m². Así es que Galicia, las comunidades cantábricas, el sureste peninsular y los archipiélagos registraron niveles por debajo de lo habitual, según datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). No es casualidad, es el cambio climático “Estos cambios en los patrones atmosféricos han ocurrido muchas veces en la historia del planeta, pero hoy existen factores de aceleración como el CO2 y la contaminación de origen humano que modifican su comportamiento”, explica a EFEverde Joan Martí, jefe del Servicio de Evaluación y Gestión de Riesgos Naturales, Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Martí destaca que el calentamiento global está alterando la circulación del aire, lo que afecta directamente a la evaporación, la formación de nubes y, por tanto, a la intensidad y distribución de las lluvias. Esto está provocando estaciones más irregulares, con lluvias intensas en periodos muy cortos, seguidas de sequías prolongadas. Una dana pasa por encima de la península española. / Agencias Además, si llueve sobre los suelos, calcinados y vulnerables por los incendios forestales de este verano, "los arrastres de sedimento pueden alterar la dinámica de los cursos fluviales”, advierte. "Muchas zonas inundables siguen urbanizándose" Pero estos eventos no se explican solo por el clima, sino también por la ocupación del territorio. Aunque España ha avanzado en identificar zonas inundables, muchas de ellas siguen urbanizándose, lo que “siembra las condiciones para que un episodio extremo se convierta en tragedia”, señala a EFEverde, Abel López Díez, investigador de la Cátedra de Reducción del Riesgo de Desastres y Ciudades Resilientes de la Universidad de La Laguna. Tras uno de estos episodios «nos centramos únicamente en recuperar la normalidad, en limpiar calles y ahí se queda todo», opina López. Aunque valora la respuesta inmediata en limpieza y subvenciones para la recuperación económica de Valencia, advierte que todavía falta una estrategia real de reducción del riesgo. En su lugar, el enfoque actual está en desarrollar más tecnología capaz de predecir. Martí coincide en que hay un aspecto técnico importante, de hecho «ya existen equipos dedicados a hacer modelos para entender la dinámica entre la atmósfera, el agua, la temperatura del mar, y por qué ocurrió esta tragedia». Pero también está el factor humano. Un camión de la UME bombea agua de la carretera del aeropuerto de Ibiza este lunes. / J. A. RIERA Por un lado, la gestión de alarma y la coordinación entre instituciones fallaron pues «ni civiles ni autoridades tenían claro qué debían hacer», y por el otro, hubo mucha ayuda de voluntarios que, con buenas intenciones pero por desconocimiento, tiraban el fango de las calles por alcantarillas, el cual se solidifica y las tapona". Prevención con adaptación López subraya que parte de la solución pasa por mejorar la infraestructura de defensa, como las redes de drenaje pluvial, que deben adaptarse a volúmenes de lluvia mayores. También destaca la necesidad de reforzar los sistemas de alerta temprana, la coordinación institucional, definir tiempos concretos de recuperación tras un desastre y la formación ciudadana, para que la población conozca los riesgos del entorno y sepa cómo actuar en caso de emergencia. En esa adaptación climática, Rafael Seiz, coordinador de políticas de agua de WWF España, defiende que se replanteen los planes para estar preparados a fenómenos cada vez más extremos, y combine herramientas técnicas con soluciones basadas en la naturaleza. Desperfectos en un edificio de Ibiza tras la dana 'alice'. / Toni Escobar Según Seiz, los ecosistemas pueden jugar un papel clave en la prevención. La reforestación con bosques de ribera o sauces no solo frena la velocidad del agua, sino que también protege el suelo y crea refugios naturales para la biodiversidad. “El paso rápido del agua con sedimentos, rocas y vegetación arrasada destruye el cauce. Pero si se encuentra con barreras naturales, se ralentiza y se mitiga el daño”, explica a EFEverde. Sin embargo, “el cambio climático hace que cada vez sea más difícil prever estos eventos, por lo que necesitamos una mentalidad de largo plazo. Pero eso tiene un retorno político poco visible”, afirma Seiz. Aun así, valora la Ley de Cambio Climático como “un paso importante” en la dirección correcta, aunque insuficiente si no se acompaña de una mayor ambición y coordinación entre administraciones.
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