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Gualeguaychu » Reporte2820
Fecha: 24/10/2025 16:11
En una extensa carta dirigida a todos los estamentos de la diócesis, el obispo de Gualeguaychú, Monseñor Héctor Zordán, reflexionó sobre las nuevas prácticas culturales que contradicen al evangelio. Pidió evitar celebraciones que “introducen símbolos y mensajes que contradicen la visión cristiana” y requirió a los catequistas evitar la confrontación simbólica, que podría expresarse en vestir a los niños como santos en un gesto de oposición o de “competencia” con otras costumbres”. “Vivimos en una sociedad pluricultural e interconectada, en la que los límites entre las tradiciones propias y las costumbres ajenas se desdibujan con rapidez. Es comprensible que se introduzcan en nuestras comunidades prácticas de todo tipo que no siempre coinciden con los valores del Evangelio, o incluso, en algunos casos, los contradicen” señala Zordán en la misiva difundida en la diócesis. El obispo destacó en otro párrafo que “ (…) Cuando surgen celebraciones o prácticas populares ajenas o contrarias a la fe — especialmente aquellas que exaltan lo oscuro o lo supersticioso—, el creyente está llamado a discernirlas con libertad interior y testimoniar con claridad su identidad cristiana, sin agresividad ni desprecio, pero también sin confusión ni sincretismo”. “(…) Invito paternalmente a reflexionar y a desalentar con prudencia y claridad la participación de niños y adolescentes en celebraciones o costumbres que, bajo apariencia de diversión, introducen símbolos y mensajes que contradicen la visión cristiana de la vida, de la muerte y de la esperanza” agrega. Y destaca “Tenemos en nuestra tradición un tesoro espiritual inmenso: la fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos, profundamente arraigadas en el corazón creyente de nuestro pueblo. Son días para afirmar la fe en la comunión de los santos, en la vida eterna y en la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). Evitemos, sin embargo, caer en la tentación de la confrontación simbólica, que podría expresarse en vestir a los niños como santos en un gesto de oposición o de “competencia” con otras costumbres”. La carta Carta Pastoral sobre la fidelidad evangélica ante las nuevas prácticas culturales No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto. Rm 12,2 Queridas comunidades que peregrinan en el sur entrerriano. Con esas palabras del apóstol Pablo deseo introducir esta reflexión fraterna, dirigida a toda la comunidad diocesana, especialmente a las familias, a los catequistas, a los educadores y a todos los agentes de pastoral. Discernir con la serenidad del Evangelio Vivimos en una sociedad pluricultural e interconectada, en la que los límites entre las tradiciones propias y las costumbres ajenas se desdibujan con rapidez. Es comprensible que se introduzcan en nuestras comunidades prácticas de todo tipo que no siempre coinciden con los valores del Evangelio, o incluso, en algunos casos, los contradicen. Ante esta realidad, el discípulo de Jesús no puede responder desde el miedo o la condena, sino con la serenidad que brota del Espíritu, porque “el que posee el Espíritu puede discernir todas las cosas” (ICo 2,15). La Iglesia no vive de reacciones impulsivas, sino de convicciones profundas. El Papa Francisco exhorta a mantener una mirada creyente y esperanzada: “Los males de nuestro mundo —y los de la Iglesia— no deberían ser excusa para reducir nuestra entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer. Además, la mirada creyente es capaz de reconocer la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que ‘donde abundó el pecado sobreabundó la gracia’ (Rm 5,20).” (Evangelii gaudium, n. 84). Sin embargo, esa apertura al diálogo no significa indiferencia. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña: “Todos los hombres tienen el deber, y por tanto el derecho, de buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su Iglesia; y una vez conocida, abrazarla y guardarla fielmente.” (CEC, 2104), y este deber implica también dar razón de la propia fe (cf. 1 Pe 3,15). Por eso, cuando surgen celebraciones o prácticas populares ajenas o contrarias a la fe — especialmente aquellas que exaltan lo oscuro o lo supersticioso—, el creyente está llamado a discernirlas con libertad interior y testimoniar con claridad su identidad cristiana, sin agresividad ni desprecio, pero también sin confusión ni sincretismo. Custodiar con ternura la fe en familia Deseo dirigirme de manera particular a los padres de familia cristianos, primeros educadores de la fe de sus hijos. El Papa san Juan Pablo II enseñaba: “Los padres deben ser conscientes de que el ejemplo de su vida cotidiana es el primer modo de educación de la fe: la familia es, por tanto, la primera escuela de las virtudes sociales.” (Familiaris consortio, n. 36). Y el Código de Derecho Canónico recuerda que: “Los padres tienen la obligación gravísima y el derecho primario de educar a los hijos, también en la fe.” (CIC, can. 226 §2). Por eso los invito paternalmente a reflexionar y a desalentar con prudencia y claridad la participación de niños y adolescentes en celebraciones o costumbres que, bajo apariencia de diversión, introducen símbolos y mensajes que contradicen la visión cristiana de la vida, de la muerte y de la esperanza. Educar en la fe significa ayudar a los hijos a distinguir entre lo que divierte y lo que ayuda a crecer, entre lo que banaliza el mal y lo que ilumina la vida con el bien. En la familia se aprende también que la verdadera alegría no se disfraza, sino que nace de saberse amado por Dios y llamado a la santidad. “Nos amó y se entregó por nosotros” (Ef 5,2) 3. Tejer con creatividad la comunión A los catequistas, educadores y agentes de pastoral los animo a ser creativos y propositivos en este tiempo. Tenemos en nuestra tradición un tesoro espiritual inmenso: la fiesta de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos, profundamente arraigadas en el corazón creyente de nuestro pueblo. Son días para afirmar la fe en la comunión de los santos, en la vida eterna y en la esperanza que no defrauda (cf. Rm 5,5). Evitemos, sin embargo, caer en la tentación de la confrontación simbólica, que podría expresarse en vestir a los niños como santos en un gesto de oposición o de “competencia” con otras costumbres. Esa actitud, aunque bien intencionada, podría alejarnos del espíritu evangélico de mansedumbre. El camino cristiano no es el de la contraposición agresiva, sino el del testimonio luminoso. El Directorio para la Catequesis enseña: “El primer acto de evangelización es el testimonio de una vida auténticamente cristiana, donada, libre y alegre” (Directorio para la Catequesis 2020, n. 39). Invito, pues, a que en las instituciones educativas, las parroquias y las comunidades se promuevan celebraciones de la vida, de la santidad y de la esperanza, con signos de luz, oración por los difuntos, gestos de caridad y encuentros familiares. Así el pueblo cristiano, sin confrontar, puede mostrar con gozo la verdad y la belleza de su fe. El Código de Derecho Canónico nos recuerda, además: “Todos los fieles tienen la obligación y el derecho de procurar que el mensaje divino de la salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo.” (CIC, can. 211) Y también: “Los laicos, cada uno según su condición, deben cuidar de que el espíritu evangélico impregne el pensamiento y las costumbres, las leyes y las estructuras de la sociedad.” (CIC, can. 225 §2). No lo haremos desde el miedo, sino desde la alegría de quien cree en la victoria del amor sobre toda oscuridad. La Bienaventurada Virgen María, Reina de todos los Santos y Madre de la Iglesia, nos ayude a mirar el mundo con ojos de misericordia, a discernir con sabiduría y a testimoniar la fe con serenidad y alegría. Monseñor Zordán
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