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  • Por qué se conmemora el Día Internacional del Champagne y qué lo hace único

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 24/10/2025 06:10

    El Día Mundial del Champagne se festeja cada cuarto viernes de octubre con actividades en todo el mundo y en la región francesa de Champagne Imagen Ilustrativa Infobae El Día Mundial del Champagne se celebra el cuarto viernes de octubre, con eventos organizados en la región y en todo el mundo. Su historia lo ha convertido en el vino más famosos, es por ello que su día sirve también para que todos los espumosos del mundo, que no pueden denominarse Champagne, también celebren. Porque solo los vinos que cumplen con ciertos requerimientos y nacen en dicha región francesa, situada en el noreste del país, pueden ostentar esa palabra en las etiquetas. Según la legislación europea, el Champagne debe cultivarse, fermentarse y embotellarse a menos de 160 kilómetros de esta histórica región. Esto explica que en Francia haya vinos espumosos que llegan al mercado con otros nombres como Cremant o Mosseux. La palabra “Champagne” tiene sus raíces en el latín “campus”, que significa campo, y captura a la perfección la esencia de la cuna de esta bebida, más allá que su consumo esté más asociado a la sofisticación y al lujo urbano. La historia del Champagne, desde su humilde surgimiento hasta convertirse en una sensación mundial, es fascinante: fueron los monjes benedictinos franceses de la Abadía de Hautvillers que hoy forma parte de un conjunto de colinas, casas y bodegas de Champagne, inscripto en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Solo los vinos originados en la región de Champagne bajo estrictas regulaciones pueden llevar ese nombre en la etiqueta. Imagen Ilustrativa Infobae Cuenta la leyenda que el monje Dom Pierre Pérignon, a cargo de la bodega, empezó a escuchar estruendos en la cava. Eran botellas que, por causa de las “atípicas” altas temperaturas primaverales, comenzaron a refermentar (por la acción de las levaduras que asimilan el azúcar y lo convierten en alcohol, pero también en gas carbónico. Por lo tanto, la presión ejercida por esas burbujas surgidas involuntariamente, provocaron los estallidos de algunas botellas. Y, ante semejante e inesperado espectáculo, se dice que Dom Perignon; que a los 19 años ingresó a la orden benedictina en la Abadía de Hautvillers de Epernay, un pueblo dentro de región de Champagne en Francia, agarró una de esas botellas y, al degustar el vino dijo “estoy bebiendo estrellas”. Ese día, 4 de Agosto de 1693, hace 332 años, quedó como un verdadero hito del vino. Su tarea consistía en supervisar la extensa producción de vinos del establecimiento, y fundamentalmente solucionar el problema de las burbujas que aparecían en unas cuántas botellas. La palabra “Champagne” proviene del latín “campus” y refiere al paisaje rural donde se elabora el espumoso más famoso Imagen Ilustrativa Infobae Como maestro bodeguero Dom Perignon sabía cómo elaborar vinos, aunque ni él ni nadie por aquel entonces podía explicar el por qué. Fue Louis Pasteur, 150 años después, quién dedujo el proceso natural de la fermentación por el cual las bacterias asimilan el azúcar y la convierten en alcohol, generando a su vez calor y CO2, es decir gas carbónico. Y si bien las burbujas que aparecían en los vinos de fines de siglo XVII eran las mismas que hoy se disfrutan y admiran en el mundo entero, en un primer momento molestaban a los monjes, que pretendían seguir haciendo sus vinos blancos y tintos como en las demás regiones europeas. Pero a causa del frío invernal, aquellos vinos detenían naturalmente su fermentación (las levaduras se paralizan a bajas temperaturas), es decir que alcanzaban un grado alcohólico moderado y tenían azúcar residual. Al llegar la primavera, y con la llegada de los primeros calores, la actividad bacteriana se reactivaba, y al estar cada botella tapada (con trozos de madera envueltos en trapos), las burbujas quedaban atrapadas, y por la presión muchas explotaban. Pero ese 4 de Agosto Dom Perignon cambió el concepto, introdujo algunas mejoras y aseguró estar bebiendo estrellas. A partir de ahí la percepción de los monjes con aquel vino cambió por completo, y con el tiempo se convirtió en el vino más elegido para las celebraciones, llegando a ser en la actualidad el vino más famoso del mundo. Imagen Ilustrativa Infobae Seguramente, Dom Perignon nunca imaginó que ese era el puntapié inicial de una creación que se convertiría en la gigantesca industria que es hoy, con ventas mundiales que alcanzan la asombrosa cifra de 200 millones de botellas anuales. Desde entonces, es símbolo de celebración y festividad en todo el mundo. El Champagne hoy El Champagne es mucho más que una bebida, es un lugar, una región con historia, un terroir. Esa palabra francesa que no tiene una traducción literal al castellano, pero que implica la relación entre un terruño, su clima y la intervención del hombre. Y lo más curioso es que en una región donde no se podía hacer vino, los franceses lograron inventar el vino más admirado y emulado del mundo. Porque allí el clima es muy frío y la nubosidad es abundante, por lo tanto, las uvas no maduran lo suficiente, siendo sus vinos tranquilos muy ácidos y livianos en alcohol. Pero gracias a la segunda fermentación en botella y a la adición del licor de expedición, se logran vinos burbujeantes con equilibrio, carácter único y gran potencial de guarda. Champagne está a casi 200 kilómetros al este de París, y es una región reconocida mundialmente por ser una de las que mejor y más vino producen. Sus principales viñedos están ubicados en el valle del Marne, la montaña de Reims, la Cote de Blancs, y en los alrededores de Epernay y Reims; capital de la región. El prestigio del Champagne parte de una regulación. Un sistema de Apelación de Origen Controlada (AOC) que sigue el principio de la demarcación de territorios vitivinícolas según criterios geográficos para garantizar la calidad del vino. En Argentina, el trabajo en viñedos de altura permitió crear espumosos con identidad propia, inspirados en el modelo de Champagne Imagen Ilustrativa Infobae Pero en Champagne las reglas van mucho más allá de los límites, porque influyen en cada proceso de la producción, tanto vitícola como vinícola. Las únicas variedades de uva autorizadas son Chardonnay (blanca), Pinot Noir y Pinot Meunier (tintas), principalmente; y las Pinot Blanc, Pinot Gris, Arbane, Pequeño Meslier, que son poco utilizadas. La producción de uva por hectárea también es limitada y se deben cosechar con un mínimo de alcohol potencial. Los vinos deben realizar la segunda fermentación en botella por un mínimo de 15 meses para los vinos sin añada, y tres años para los vintage. Este método es conocido como tradicional o Champenoise. Todo esto no hizo más que garantizar un piso cualitativo, luego cada casa fue responsable de su evolución y prestigio a lo largo del tiempo. Sin dudas el Champagne es la bebida más disfrutada en festejos y celebraciones alrededor del mundo, aunque últimamente su consumo se está desestacionalizando. Por otra parte, cada bodega que ostenta un buen espumante cuenta con un maestro de las burbujas; en Francia lo denominan Chef de Cave. Ellos son los responsables de elegir las uvas y luego seguir de cerca la elaboración de cada botella para garantizar un estilo a lo largo del tiempo, más allá de la calidad. Para ellos, las botellas en las cavas están durmiendo el sueño de la madurez, y es gracias a ese tiempo (desde un mínimo de 30 meses para los Champagnes) de descanso sobre borras que los vinos terminan de definir su propio carácter. Y dicen los expertos que nunca hay que esperar una ocasión especial para descorchar un espumante, sino descorchar uno en cualquier momento y hacerlo especial. Champagne se ha vuelto símbolo de celebración global, con ventas que superan los 200 millones de botellas cada año Imagen Ilustrativa Infobae ¿Cómo están los espumosos argentinos? Para todo elaborador de vinos espumantes, Champagne es el espejo en el cual se miran todos los productores del mundo, aunque está claro que en la Argentina ya hay varios que apuestan por un carácter propio, aunque utilicen las mismas uvas y el mismo método de la Champagne. Estos vinos llegan al mercado listos para descorchar, aunque es cierto que aquellos en los cuales figura la cosecha, más allá de haber una referencia de tiempo para la guarda, son vinos de mayor calidad y con mayores pretensiones, y por consiguiente pueden evolucionar bien en botella por algunos años. La clave de la evolución del espumoso nacional en los últimos años no está en la bodega sino en los viñedos. Encontrar los terruños más adecuados para alcanzar una buena madurez reteniendo la mayor cantidad de acidez natural fue la clave para lograr vinos base más tensos, limpios, profundos y con carácter. Por distintas razones, la Argentina ostenta una historia de elaborar espumantes de casi 100 años. Esto también significó una evolución del consumidor. Al evaluar la calidad y el potencial de la Argentina en la elaboración de este tipo de vinos, hay que tener en cuenta que Champagne está a la altura (latitud) de El Calafate, por eso son vinos de colores pálidos y poca madurez. La leyenda cuenta que Dom Pierre Pérignon expresó “estoy bebiendo estrellas” tras descubrir el efecto de las burbujas en el vino Imagen Ilustrativa Infobae Pero en Mendoza los vinos son más intensos y amarillos con un carácter maduro, y eso es parte de las características de Argentina. Según algunos hacedores, la clave está en los vinos bases, teniendo siempre a la acidez como punto de partida para lograr vinos que trasciendan el tiempo. Está claro que la altura en los viñedos de montaña (más de 2000m en el NOA y alrededor de 1500m en Mendoza), la cercanía al mar o la latitud patagónica, permiten características en las uvas que pueden derivar en vinos espumosos con carácter propio. Esa es la razón por la cual ya las bodegas dejaron de hacer este tipo de vinos para completar sus portfolios y los conciben como sus demás vinos, más allá de las bodegas especializadas en burbujas. Por eso, cada vez hay más opciones y en todos los estilos y segmentos, para brindar, disfrutar y celebrar.

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