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  • "Dios nos miró con amor y nos llamó": jubileo de la Vida Consagrada

    » Rafaela Noticias

    Fecha: 22/10/2025 17:49

    "Dios nos miró con amor y nos llamó": jubileo de la Vida Consagrada El sábado 18 de octubre se celebró en Rafaela el Jubileo de la Vida Consagrada, una jornada de encuentro, oración y acción de gracias que reunió a diversas congregaciones religiosas de la diócesis. La actividad comenzó en el Colegio Misericordia, continuó con una peregrinación hacia la Catedral donde se celebró la Santa Misa presidida por monseñor Pedro Torres, obispo de la diócesis de Rafaela, y finalizó con una misión por las calles y hogares de la ciudad. Entre las comunidades participantes estuvieron las Pequeñas Hermanas de la Caridad de Don Orione, las Misioneras de la Caridad, las Hermanas de San José de Buenos Aires, las Vírgenes Consagradas y miembros del Instituto Secular Oblatos Diocesanos. Cada una, desde su carisma particular, da testimonio del amor de Dios a través del servicio, la oración y la entrega cotidiana. Las Pequeñas Hermanas de la Caridad de Don Orione llevan adelante en Rafaela el Hogar Don Orione, que funciona actualmente como hogar de día. Allí brindan desayuno, almuerzo y acompañamiento educativo a niñas de entre seis y trece años. Su misión se mantiene firme: educar, contener y evangelizar, en colaboración con voluntarios y con la comunidad, siguiendo el espíritu de su fundador, Don Orione, que dedicó su vida a amar y servir al Señor en los más humildes, en los más pobres y desposeídos. Actualmente son 3 hermanas. Hermanas de Don Orione y hermanas Misioneras de la Caridad Las Misioneras de la Caridad, congregación fundada por Madre Teresa de Calcuta, comparten ese mismo espíritu de servicio. Su misión es servir a los más pobres entre los pobres, especialmente a los enfermos, moribundos, huérfanos y marginados, viviendo la caridad como una forma concreta de encuentro con Cristo en los más necesitados. Actualmente se encuentran en la localidad de Frontera y son 8 hermanas. Por su parte, el Instituto Secular Oblatos Diocesanos está formado por laicos consagrados que viven su fe en el mundo. Asumen los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia, pero continúan con su vida secular, comprometidos a transformar la sociedad desde dentro, siendo testimonio del Evangelio en medio de las realidades cotidianas. Dos se encuentran en San Cristobal y uno en Rafaela. Instituto Secular Oblatos Diocesanos Las Vírgenes Consagradas, en tanto, son mujeres que, dentro de la Iglesia Católica, se entregan a Dios de manera perpetua mediante una consagración pública realizada por un obispo. A diferencia de las monjas, viven en el mundo, manteniendo su trabajo, familia y vida cotidiana, pero su identidad es la de “esposas de Cristo”, dedicadas al servicio de la Iglesia y a la oración. Actualmente son 9. Vírgenes Consagradas Finalmente, se hicieron presentes las Religiosas de San José, radicadas en la ciudad de Tostado. En la actualidad, la comunidad está formada por cuatro hermanas que animan la pastoral en el colegio, acompañan procesos vinculados a las adicciones y la prevención del suicidio, y promueven espacios de biodanza como camino de encuentro y sanación. Religiosas de San José Algunas comunidades no pudieron asistir al encuentro, pero mantienen su valiosa presencia en la diócesis. Entre ellas se encuentran las Monjas Benedictinas, de la Abadía Nuestra Señora de la Esperanza, donde actualmente son 8. La vida comunitaria es esencial para ellas: comparten la oración y las tareas diarias, que incluyen la cocina, la confección de hostias y ornamentos litúrgicos, y la atención de la casa de retiro de la diócesis, siguiendo la regla de San Benito y la consigna benedictina “ora et labora” (reza y trabaja). También estuvieron ausentes las Hermanas de la Sagrada Familia, que se encuentran en Ceres y forman una comunidad de 4 integrantes. Su carisma se resume en la Caridad hecha servicio hacia los más vulnerables, dedicándose a la educación en la zona, y acompañando a ancianos, enfermos, personas en recuperación de adicciones y comunidades en extrema pobreza, tanto en Argentina como en países como Venezuela y Perú. Según sus integrantes, la decisión de ir a estos lugares surge del compromiso de acompañar a quienes quedan atrás, incluso cuando otros se marchan, llevando esperanza y cuidado donde más se necesita. Tras compartir un momento fraterno en el colegio, los consagrados emprendieron una peregrinación hacia la Catedral San Rafael, donde a las 11 se celebró la Eucaristía. Monseñor Pedro Torres presidió la misa, invitando a los presentes a renovar su esperanza, vivir la fraternidad y “volver a lo esencial”. Homilía de monseñor Pedro Torres: “Dios nos miró con amor y nos llamó” Homilía Monseñor Pedro Torres - Jubileo de la Vida Consagrada En el inicio de su mensaje, monseñor Torres recordó que “Dios está cerca de cada uno de nosotros, y mucho más cuando nos reunimos en nombre del Señor”, evocando las palabras del Evangelio: “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo”. Destacó la riqueza de los dones del Espíritu Santo, que distribuye carismas y ministerios para el bien de la Iglesia, y agradeció la presencia de religiosos y religiosas provenientes de distintos puntos de la diócesis, mencionando especialmente a quienes acompañan a través de las redes o no pudieron asistir presencialmente. “Hoy quiero rezar por los consagrados, los que han podido venir y los que no, particularmente desde Ceres”, expresó. Recordó también a distintas comunidades que forman parte de la vida diocesana, como las dominicas tucumanas y mendocinas, las hermanas del sur, las de la Inmaculada de Génova, los maristas y las hermanas de la Misericordia, destacando que todos ellos “han dejado la marca de su carisma”. Monseñor compartió que la jornada comenzó con una peregrinación con la Virgen peregrina de Guadalupe, que desde comienzos de año estuvo recorriendo toda la diócesis de Rafaela. En esa caminata, explicó, se invitó a los participantes a peregrinar acompañados por San Lucas y Nicodemo, dos figuras bíblicas que sirvieron de inspiración para la reflexión del día. San Lucas: el Evangelista de la misericordia “Aparece en la primera lectura que Pablo se siente solo... Solo se ha quedado conmigo Lucas”, recordó el obispo, destacando la humanidad y la calidez del apóstol. “Qué bueno querernos entre nosotros, hace falta esa nota de humanidad, de cariño, incluso para misionar”, expresó. Reflexionó sobre la importancia de los vínculos humanos dentro de la vida consagrada: “Antes de ser consagrados somos humanos. La salvación también pasa por lo cotidiano, por compartir con cariño, incluso en medio de las diferencias”. Luego, recordó que Lucas era médico, de origen griego, y que su evangelio es “el de los pobres, el de la mujer, el de la misericordia y la compasión”. Subrayó que Lucas supo adaptar el lenguaje del Evangelio a su destinatario, siendo capaz de valorar la diversidad y comunicar el mensaje de Jesús a quienes no pertenecían a la tradición judía. “El primer mensaje de este día jubilar es querernos entre nosotros, sabernos enviados a un mundo al que tenemos que escuchar, amar, comprender y descubrir en su diversidad”, señaló. “Cada misión tiene su propio lenguaje: el de la hermana Teresa con sus enfermos, el de quien trabaja con niños o con los que sufren”. Nicodemo: el llamado a nacer de nuevo La figura de Nicodemo, aquel hombre que fue de noche a ver a Jesús, fue el segundo símbolo de la jornada. Monseñor Torres explicó que los religiosos de América Latina, en su camino jubilar, descubrieron en Nicodemo una invitación de Dios a nacer de nuevo. “La vida religiosa, en su pequeñez, tiene que nacer de nuevo”, expresó, recordando que este proceso implica una profunda renovación espiritual. Desde esa perspectiva, el obispo enumeró los siete llamados que surgieron del discernimiento continental de los consagrados en América Latina: Vivir con sentido desde lo esencial. Volver al primer amor, al núcleo del Evangelio, como invitaban los santos fundadores. Volver al primer amor, al núcleo del Evangelio, como invitaban los santos fundadores. Despertar de la noche, del acomodamiento y de la desesperanza. Salir del letargo espiritual y recuperar la esperanza. Salir del letargo espiritual y recuperar la esperanza. Nacer de nuevo desde la minoridad evangélica. “Somos pequeños —dijo—, como el grano de mostaza. No importa el tamaño, importa tener vida y dar la vida.” “Somos pequeños —dijo—, como el grano de mostaza. No importa el tamaño, importa tener vida y dar la vida.” Reconocer las señales del Maestro y transformar estructuras caducas. “Cuánto nos cuesta descubrir cosas que ya no van más”, advirtió. “Cuánto nos cuesta descubrir cosas que ya no van más”, advirtió. Emprender un itinerario de discipulado misionero en sinodalidad. “Una espiritualidad de comunión”, recordó citando a San Juan Pablo II. “Una espiritualidad de comunión”, recordó citando a San Juan Pablo II. Deconstruir con resistencia y reconstruir con osadía. “El Señor quiere hacer una alianza más interior, mística”, afirmó. “El Señor quiere hacer una alianza más interior, mística”, afirmó. Cuidar y proteger la vida desde el desborde del amor. “Celebrar el jubileo es recibir la misericordia para nacer de nuevo y servir con ternura al mundo herido”, sintetizó. “El Espíritu anima la historia con osadía” En el tramo final de su homilía, monseñor Pedro Torres invitó a dar gracias “porque Dios nos miró con amor y nos llamó, porque el Espíritu nos regaló un carisma para embellecer la vida de nuestros hermanos”. Recordó que no somos huérfanos, sino hijos del Padre misericordioso, llamados a ser “instrumentos de misericordia, consolación, cuidado y esperanza”. “Tenemos la Eucaristía, tenemos a María, tenemos la maternidad de la Iglesia —dijo—, que sostiene la vida consagrada en tiempos de minoridad, para volver a lo esencial y descubrir que el Reino es don. Dios lo hace, no lo hacemos nosotros”. Concluyó evocando las palabras de Jesús a la Samaritana: “Si conocieras el don de Dios…” y animó a los presentes a abrir el corazón a ese don. “Que se abra esa fuente y surja en nosotros un peregrinar con alegría y sencillez, sabiendo que vamos a la casa del Padre”, expresó. Finalmente, pidió que María, la que cantó el Magnificat, ayude a comprender el misterio de la llamada y renueve el don bautismal en cada uno: “Que los llamados que siente la vida consagrada en América Latina resuenen en nuestro corazón y nos hagan vivir con plenitud el don bautismal. Dios nos quiere felices desde ya, y felices por toda la eternidad”.

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