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» Diario Cordoba
Fecha: 22/10/2025 15:35
Almudena Grandes lo volvió a hacer. La Feria del Libro de Córdoba recibió ayer una visita póstuma de la autora. Por supuesto, no fue en forma de fantasma o espíritu sino a través de un «mensaje en una botella» enviado por dos de sus amigos, que en el caso de la escritora madrileña parece que fueron legión y que, desde que falleció en 2021 no han dejado de rendirle homenaje, de todas las formas posibles. No recuerdo si alguna vez estuvo en vida en la feria, pero el año pasado se apareció en Córdoba de la mano de Aroa Moreno y la ilustradora Ana Jarén, que presentaron Almudena. Una biografía, y este año lo ha hecho de nuevo con el amigo y escritor Rafael Reig, autor de Lo que sé de Almudena, y la cineasta Azucena Rodríguez, que compartió charla con Reig antes de asistir a la proyección de su documental dedicado, Almudena. Ante un público muy reducido, el amigo desembuchó los motivos por los que se decidió a escribir «lo poco» que dijo saber de su amiga en un volumen «que no es más que un libro, ni novela ni biografía», aclaró. Lo escribió por el deseo de librarse del sentimiento de culpa «que siempre nos queda a los que vemos morir a un ser querido, quizás porque nosotros seguimos aquí», y la necesidad de responder a una deuda inesperada fruto de las palabras que ella le dedicó en el libro póstumo que publicó su marido, Luis García Montero. «Este libro trata de Almudena, pero sobre todo, está dirigido a ella», confesó en un parlamento entrecortado y tímido, muy modesto sobre el contenido reflexivo, pero «corto» y casi anecdótico del volumen, en el que pareció no querer animar a nadie a su lectura, más bien todo lo contrario. Quizás sea esta una nueva técnica de marketing, la de quitarse mérito o valor en público. Vivencias y lecturas compartidas Reig confesó que Almudena lo enseñó a vivir «siendo como era ella, partidaria de la felicidad» y le demostró que «cualquier vida se puede convertir en una aventura si se sabe contar bien». Juntos compartieron muchas horas de conversación sobre sus lecturas compartidas y, según relata en su obra, hasta se disfrazaron de Don Quijote y Sancho para una función del colegio de los niños. En aquella representación infantil, ella hizo de Don Quijote y él de Sancho, un papel de amigo fiel y leal que volvió a representar en la Feria del Libro. El escritor sacó también su lanza de caballero andante también para defender el legado de la escritora y asegurar que «la literatura española no ha sabido aún colocarla en el lugar que merece». Según sus palabras, «a Almudena se la ha querido mucho porque ella quería a todo el mundo, eso es fácil, se le ha reconocido su éxito de ventas, pero no las aportaciones que ha realizado a la literatura española, entre ellas, la recuperación del lenguaje llano que desde Pérez Galdós se había perdido en España y se hizo visible por primera vez en Las edades de Lulú, la escritura pionera de novelas de mujeres, aunque hubiera también hombres -apostilló- y la invención de la novela de memoria histórica española, por más que ahora lo haga todo el mundo». El sentido homenaje de los amigos de la Grandes fue apostillado después en la Filmoteca con la proyección del documental que lleva su nombre, a secas, Almudena. Un retrato íntimo de la escritora, la madre, la amiga de la paella de los domingos y la aficionada del Atlétic que permite entender a quien no la conoció más que por sus libros los motivos por qué los que quienes la conocieron no se han olvidado de ella. Autores presentes en el encuentro literario 'Sin callos en el alma'. / Manuel Murillo La Feria del Libro acogió además un evento novedoso y original, de marcado sello cordobés, protagonizado por veterinarios que además escriben o escritores que trabajan como veterinarios. El Aula de Proyección Social y Cultural de la Universidad de Córdoba y la Real Academia de Ciencias Veterinarias de Andalucía Oriental organizó el encuentro literario Sin callos en el alma, en el que participaron Alba Galán Rodríguez, María Sánchez Rodríguez, Katy Gómez Catalina, Juan Pascual Beitia, Antonio Villatorio, Blanca Montoya y, a través de un vídeo, Gonzalo Ginés. Todos ellos tienen en común el hecho de compartir profesión, la de veterinarios, y una pasión, la de la escritura. Público asistente al acto organizado por el Aula Social y Cultural de la facultad de Veterinaria. / Manuel Murillo En el elenco elegido, había poetas, novelistas y divulgadores científicos que sirvieron de ejemplo e inspiración al alumnado de la facultad de Veterinaria de Córdoba. Según Evangelina Rodero, coordinadora del Aula Social y Cultural en este ámbito, «queríamos dar al estudiantado referentes para que vean que letras y ciencias no están reñidas y que se animen a desarrollar su parte creativa». Seguro que tomaron nota.
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