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» Diario Cordoba
Fecha: 22/10/2025 12:45
Fue Isabel Preysler quien le comunicó su enfermedad a Mario Vargas Llosa. No sabía cómo hacerlo. Trató de buscar las palabras adecuadas durante horas hasta que, sumida en una enorme tristeza, pero firme, le agarró en el salón. Aunque los médicos se lo habían explicado con gran precisión, ella intentó hacerlo con tacto: “La biopsia había resultado positiva. Ahora bien, la enfermedad era muy lenta”. Aquella tarde, juntos, cómo no, afrontaron otros de los tantos reveses que la pareja encaró durante ocho años. Las falsedades que les acompañaron hasta 2022, cuando se separaron, hoy, son papel mojado: Isabel, en primera persona, sin filtros, ha diseccionado su vida en Mi verdadera historia, su primera autobiografía. “Miguel Boyer fue el gran amor de mi vida”, ha desvelado. Ahora, ojo, es ella la que habla. Lo ha hecho a los 74 años y para que sus nietos conozcan quién es María Isabel Preysler Arrastia (Manila, 1951). Quería contarles cómo vivió, cómo amó y cómo lloró fuera de los focos. Sin el sesgo que, en ocasiones, fruto del mundo en el que se mueve, ha sufrido en su carne. “Fui una niña privilegiada gracias a mis padres. Tuve la suerte de crecer en el paraíso donde jugaba con mis primos. Estar al aire libre me hizo disfrutar de mi niñez”, ha comentado durante la presentación del libro en el Hotel Mandarin Oriental Ritz de Madrid. Una panorámica que invita a conocerla en profundidad desde su infancia en Filipinas hasta el presente, dejando leer entre líneas aquello que ha preferido callar siempre. De familia numerosa, Isabel rápidamente supo lo que era hacerse mayor. Casi adolescente, con 18, se enamoró de un Julio Iglesias en efervescencia. Se casaron en 1971, embarazados: no tenían previsto hacerlo tan pronto, pero dicha situación lo aceleró todo. “La fama tiene su lado bueno y su lado menos bueno. Lo que más me ha sorprendido es que ciertas personas me confesaran que les sorprendió cómo era realmente. ¿Qué pensarían de mí? Los titulares son etiquetas que no reflejan la realidad”, ha señalado. De aquel matrimonio, para el que no estaba preparada, como ha confesado, nacieron Chabeli, Julio y Enrique. Un enlace que estuvo rodeado de rumores y tensiones casi desde el principio: poco a poco, fue olvidándose de sí misma para entregarse a él. Y, mientras la revistas hablaban de supuestas infidelidades, Isabel prefería mirar hacia otro lado. Hasta que se hartó. Y lo acorraló. “Siento respeto por mis hijos y les he dejado leer su trocito por si querían corregir algo. He contado con ellos”, ha recordado emocionada junto a Tamara Falcó. A flor de piel, ha ido diseccionando los episodios que marcaron aquella nebulosa juventud. No le faltaban razones. Se divorciaron en 1978, por respeto a la mujer que era y sería. Una lucha por su independencia que, precisamente, es el eje vertebrador de unas memorias que ha tardado 36 meses en publicar: las ha escrito con calma, ahondando en los temas que tantas heridas le han dejado. No está nerviosa, sino pletórica: es la primera vez que alza la voz con tanta potencia. Esta es su verdad y, como tal, claro, no hay mejor defensora que ella. Pocos conocían los detalles que, hasta hoy, en un arrebato, ha decidido desvelar. Isabel Preysler, junto a Tamara Falcó, durante la presentación de sus memorias en Madrid. / José Oliva Entre ellos, su divorcio en Brooklyn. Hasta el tribunal de La Rota en Nueva York tuvo que desplazarse para anular su matrimonio con Julio: “Los trámites eran mucho más fáciles y rápidos que en Roma. Mi madre, que era más papista que el Papa, no aceptó esa nulidad porque había sido concedida en Estados Unidos en lugar de Italia. Este hecho me alejó de ella durante casi dos años”. Un detalle que, quizá, como otros, sólo se ha atrevido a contar cuando ha recabado la fuerza suficiente. “No me he atrevido a sacar los pies del tiesto siempre. He tenido cuidado con los medios, por supuesto. Aunque, bueno, creo que algo me conocéis después de 50 años juntos”. ¿Tratada injustamente? Regresó al altar de la mano de Carlos Falcó en 1980 y, poco después, al año, nació Tamara. Les bastó un lustro para quemar un amor que acabó en sorpresa: su relación con el ex ministro de economía Miguel Boyer. De esta unión, que formalizaron en 1988, otra vez por la Iglesia, llegó Ana. "Si bien me he sentido tratada injustamente, siempre me he quedado con lo bueno. Para mí, lo importante es qué piensan mi familia y mis amigos. El resto no puedo controlarlo", ha sentenciado bajo la atenta mirada de David Cebrián, director de Espasa. La conversación, distendida por momentos, dirigida por otros, se ha saldado con alguna carcajada de la protagonista. Está en una buena etapa, se nota. De hecho, lo ha recalcado varias veces. Isabel Preysler y Tamara Falcó, durante la presentación de 'Mi verdadera historia'. / Daniel Gonzalez Enamorarse de Miguel no estaba en sus planes. Sucedió y, pese al dolor, sólo entonces, comprendió que su matrimonio con Carlos estaba acabado. ¿Ha borrado algún pasaje tras escribirlo? "Puede", sentencia sin entrar en detalles. Un halo de misterio que ha rodeado a su persona desde el principio. Aunque Isabel insiste: "Estoy en un momento de paz y tranquilidad". Por si, oye, no había quedado claro. Hoy, Chabeli vive en Miami con su marido, Christian Altaba. Enrique se mudó hasta allí también con Anna Kournikova, lo mismo que Julio junto a Ariadna Romero. Ana, por su parte, se trasladó a Doha por el trabajo de David Verdaguer. Y Tamara se quedó en Madrid. La llamada de Vargas Llosa Con Boyer estuvo hasta su fallecimiento en 2015, fecha en la que se descubrió su romance con Mario Vargas Llosa. El 11 de febrero recibió una llamada del Nobel de Literatura invitándola a comer: "Mi amiga Elena Benarroch tenía instalada una pantalla gigante en su casa para ver los premios Oscar. A la salida de la fiesta, me besó en el ascensor. Ahí empezó todo". Para desmontar los rumores que aseguraban que él no fue feliz a su lado, Isabel ha sacado a la luz distintas cartas que intercambiaron. En una de las primeras decía: "Desde la noche maravillosa de la peletera, mi vida se llenó de juventud, sueños y deseos. Fue como si por fin comenzara a vivir con una vida que secretamente soñé desde que te vi por primera vez". Acostumbrados a llenar líneas y portadas, se instauró un relato paralelo de su relación que en este libro quiere matizar. Para cerrarla optó por mandarle otra misiva a Mario, donde le cuenta qué siente tras ver el deterioro que habían sufrido. La última frase es demoledora: "Por favor, manda a alguien a recoger todas sus cosas". ¿Teme que su familia tome represalias? Para nada: "No he esperado a que falleciera para desvelarlas. Él murió cuando las memorias ya estaban terminadas. Los textos son míos y los puedo publicar. Quería demostrar que él era feliz para desmentir a su entorno. El resto son correcciones de cosas falsas que se han dicho acerca de nosotros. Por tanto, no creo que pueda molestar a nadie". P. ¿Qué capítulo le gustaría volver a repetir? R. Mi infancia en Filipinas.
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