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» Diario Cordoba
Fecha: 22/10/2025 07:26
Antes de que el ser humano dominara el fuego o descubriera la palabra, ya olía. El olfato fue su primera manera de orientarse por un mundo hostil, su primer lenguaje. Desde entonces, los aromas —y la búsqueda constante de nuevos— han acompañado la evolución humana. Nacen en la naturaleza y tienen la capacidad de contar historias, transportar a lugares y evocar recuerdos. De ese universo invisible ha hablado este martes en Córdoba Dominique Roques, uno de los buscadores de esencias más prestigiosos del mundo, que ha trabajado para algunas de las firmas más importantes de la perfumería internacional, como Bulgari, Guerlain o Yves Saint Laurent. Roques ha dedicado su vida a rastrear los aromas que definen la identidad de los lugares. Su historia comenzó en Huelva donde se enamoró de los olores. Fue concretamente de la jara, de la que le cautivó su «potencia increíble», dice con emoción. Desde entonces, Roques ha viajado por todo el mundo —India, Indonesia, Egipto, Marruecos, Italia— en busca de esencias naturales. «Los hombres extraen aromas desde hace más de 5.000 años. Todo empezó con el incienso», comenta. Con el paso de los siglos, aquello derivó en la «paleta del perfumista», un catálogo de más de 150 esencias naturales. Entre lo natural y lo artificial Roques habla con pasión de la rosa de Bulgaria, del jazmín andaluz, del labdano o del cedro, y confiesa que aún hay aromas por descubrir, especialmente en los bosques tropicales. Sin embargo, es consciente de los límites: «A veces, la flor que buscas crece a 30 metros de altura. ¿Cómo extraer su esencia sin dañar la naturaleza?», se pregunta. La tecnología, admite, ha permitido capturar y reconstruir muchos de esos olores sin destruir las especies que los originan. Dominique Roques, posa junto al CRV. / Manuel Murillo Aun así, el perfumista francés reivindica la fuerza de lo auténtico. «Las marcas buscan asegurar los productos de siempre, los que saben que funcionan. La mejor rosa sigue siendo la de Bulgaria, y se aseguran cada año de tener su cantidad y su calidad», explica. Sobre el debate entre perfumes naturales y sintéticos, Roques cree que el péndulo vuelve a equilibrarse: «Tras los años 80 y 90, cuando se sustituyeron muchos productos naturales por químicos más baratos, han surgido marcas pequeñas que apuestan por la calidad y lo natural», afirma. Para él, un buen perfume debe tener flores, maderas y cítricos naturales: «Mandarina, naranja amarga, bergamota… y maderas como el ciprés o el cedro. Con esas tres familias ya estás en el buen camino». Y es que, para Roques, los olores son eternos, pero también frágiles. «Las esencias sufren amenazas, y la forma en que las tratamos dice mucho de cómo tratamos el mundo», reflexiona. Instalación de Flora en el Patio de los Naranjos. / A.J.González El Mediterráneo, un lugar único para el olfato Aunque ha explorado medio planeta, reconoce que el Mediterráneo sigue siendo un tesoro olfativo. «Andalucía es una joya única», asegura. En Córdoba, donde camina despacio observando y oliendo, dice encontrar dos aromas que definen la ciudad: el azahar y el jazmín. «Son gemelos, aunque de temporadas distintas. Cuando los mezclas, es un milagro aromático», dice sonriendo. El jazmín, confiesa, le transmite felicidad, «es algo fuera de este mundo». He visto paredes cubiertas de jazmines estos días y me ha encantado. Pasear por Córdoba es un placer para el alma», afirma. Quizá por eso, cuando se le pregunta qué podemos aprender de los olores de la naturaleza, responde con calma: «Que hay cosas eternas, como el incienso o el sándalo, pero también amenazas. El perfume refleja lo que hacemos con el planeta. Es un espejo invisible de cómo tratamos la vida».
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