22/10/2025 10:21
22/10/2025 10:20
22/10/2025 10:20
22/10/2025 10:20
22/10/2025 10:20
22/10/2025 10:19
22/10/2025 10:19
22/10/2025 10:19
22/10/2025 10:18
22/10/2025 10:17
Concordia » Hora Digital
Fecha: 22/10/2025 04:40
Hay momentos en los que un deportista se planta y dice ‘basta’. Rompe moldes, va más allá, sin importar lo que venga. El 29 de marzo de 1981, Carlos Alberto Reutemann marcó un antes y un después en su carrera: le hizo caso omiso a la orden de Williams que le pedía que le dejara el triunfo del Gran Premio de Brasil de Fórmula 1 a su coequiper, Alan Jones. Algo parecido pasó este domingo con Franco Colapinto, que se hizo el desentendido con la orden de mantener las posiciones con Pierre Gasly, el otro piloto de Alpine. Pero, a diferencia del pibe de Pilar de 22 años que recién arranca en la Máxima, el Lole de entonces se plantó porque sabía que era una de sus últimas oportunidades de ser campeón en la F1. Además, estaba al tanto de que con esa decisión le declaraba la guerra interna a la escudería inglesa, y que eso iba a ser clave en la pelea por el título durante el resto del campeonato… Casi a los 39 (había nacido el 12/04/1942) y en su décimo año en la Máxima, para ese campeonato, Reutemann dejó el alma. Se preparó como nunca antes y se mató entrenando físicamente. Se lo veía flaco y en forma impecable. “Le metí un esfuerzo bárbaro en ese sentido, con una dieta estricta, como un boxeador”, contó años más tarde, cuando ya era senador por Santa Fe. A esto se le sumaba su profesionalismo, que lo hacía meterse de lleno en la puesta a punto del auto, algo que pocos pilotos hacían. Por eso era de los mejores de su época para dejar el auto a punto. Pero la historia de ese fin de semana en el viejo Autódromo de Jacarepaguá, en Río de Janeiro (lo voltearon para armar las instalaciones de los Juegos Olímpicos de 2016), arrancó mucho antes. En 1979, Sir Frank Williams dijo que quería a uno de los tres mejores pilotos en su equipo y no dudó en ir a buscar a Reutemann, que venía de una temporada medio pelo en Lotus. El santafesino le vio al auto de Williams, el FW 07, con qué ser campeón mundial. De hecho, Jones lo consiguió en 1980. La cosa es que, cuando llegó al equipo de Grove, Carlos sabía que el número uno era Jones, que venía de 1978 en la escudería británica. Así que en el contrato había una cláusula que decía que, si en alguna carrera Reutemann iba primero y Jones segundo, y la diferencia era menor a siete segundos, el Lole tenía que dejarlo pasar al australiano. En la primera carrera de 1981, Reutemann venía ganando en el callejero de Long Beach, en la costa yanqui. Pero por esa cláusula de los “siete segundos”, se fue afuera en una chicana y Jones lo pasó. Fue obvio lo que pasó, el Lole no se mandaba esas macanas de principiante. Pero esa fue la última vez que le dio el brazo a torcer… Dos semanas después, ya en Brasil, le sacó más de medio segundo a su compañero en las dos clasificaciones del viernes y sábado (1m35s390/1m36s337 y 1m36s000/1m36s690). El domingo amaneció con un diluvio y el poleman (el que salía primero), el local Nelson Piquet, se equivocó feo con la elección de gomas, apostando a que iba a parar de llover y la pista se secaría. Nada que ver, cuando arrancó la carrera llovió con más ganas, patinó con su Brabham y el Lole lo pasó. Reutemann se puso puntero y se escapó. Después de que Jones le dio un baile a Riccardo Patrese (Arrows) y se puso a cuatro segundos de Carlos, pero nunca estuvo pegado al santafesino, que llevaba un ritmo imparable adelante en una pista que era un quilombo por la lluvia incesante. Reutemann puntero bajo la lluvia El australiano solo se le arrimó al Lole cuando este se la vio complicada con Keke Rosberg (Fittipaldi), que venía atrasado. Una vez que lo dobló al finlandés, se volvió a escapar. “Se me hizo eterno, porque Rosberg no me daba un hueco, no sé si no me veía, y no quería jugarme a un choque feo entre los dos”, relató Reutemann. Faltando nueve vueltas, apareció la temida orden de Williams. Charles Crichton Stuart, un expiloto inglés que después vendió autos y consiguió el arreglo del equipo inglés con Saudia Airlines, lo que fue el puntapié para el auspicio de la familia de Osama Bin Laden, agarró el cartel sin saber que se iba a hacer famoso en la historia de la F1: “Jones-Reut”. Se lo mostraron durante cinco vueltas, pero el Lole se hizo el sota. La diferencia con Jones era de cuatro segundos. Se agotó el tiempo máximo de la carrera y a las dos horas le bajaron la bandera a cuadros a Carlos, que cruzó la meta 4,4 segundos antes que Jones. “Un poco me equivoqué al final porque pensé que quedaba una vuelta más. Seguí como si faltara otra por las dudas”, admitió el Lole. Fue al podio donde solo lo acompañó el tercero, Patrese, porque Jones se re calentó y no fue a festejar con champán… El triunfo de Carlos Alberto Reutemann en el Gran Premio de Brasil de Fórmula 1 de 1981 Sobre el famoso cartel, Reutemann tiró que “nunca vi ningún cartel. Ni lo pude ver, y tampoco lo vi a Alan Jones atrás mío porque la lluvia no dejaba ver nada. Ni sabía que su auto (el de Jones) venía detrás. Desde que largué, tampoco vi a Piquet que estaba al lado mío, doblé primero y seguí así hasta el final”. “La carrera fue un garrón porque no paraba de llover y había que estar re concentrado en el auto para no mandarse la más mínima cagada. Las condiciones de la pista eran un desastre y tenía que hacer lo imposible para mantener el auto en la pista”, añadió. Y soltó que después de la carrera “Jones vino a saludarme, me dio la mano y listo…” Carlos Alberto Reutemann explica por qué desobedeció en Brasil 1981 Sin darle mucha vuelta al asunto y a los pocos minutos de terminar la carrera, el Lole supo que la guerra estaba declarada. Pero no solo con Jones, sino también con Williams, que al toque se puso del lado del australiano. “Se dio la orden para que Carlos dejara pasar a Alan porque eso era lo que estaba pactado para estos casos, y porque ambos pilotos habían puesto la firma a lo que acordaron”, argumentó Sir Frank. “Apenas aparece la orden, en la vuelta siguiente el piloto tiene que dejar el paso”, aclaró. “¿Y si Reutemann no lo vio?”, le preguntaron. Según la crónica del gran Germán Sopeña para la revista CORSA, “Williams le respondió con cara de pocos amigos…” Jones no se quedó callado. Cuando le preguntaron por primera vez, pensó: “Mejor hablo en un rato, cuando sepa bien qué decir…” Se tomó su tiempo, pero después salió con los tapones de punta. “Para mí, Carlos tomó una decisión muy cortoplacista con tal de ganar la carrera. Yo estaba esperando la decisión del equipo y por eso no lo ataqué en ningún momento. Ahora sé que, de esta carrera en adelante, Reutemann para mí es igual que correr contra Nelson Piquet, Gilles Villeneuve o Jacques Laffite. Es un enemigo más”, tiró. Carlos se dio cuenta de que tenía todo el derecho de quedarse con ese triunfo en Brasil. Desde la largada se la jugó de ganador. Fue una victoria implacable, de las mejores de las 12 que consiguió en la Máxima. Fue su cuarto festejo en el país vecino y el tercero que sumaba puntos. Ya había ganado con Brabham en 1972 (no era por el campeonato), y con Ferrari en 1977 (Interlagos) y 1978 (Jacarepaguá). Ahí el Lole empató en la punta del campeonato con Jones y en la carrera siguiente, en Buenos Aires, se mandó un número que al principio dio risa, pero no hizo más que avivar la llama. La gente argentina bancó a su ídolo en el Autódromo y algunos llevaron carteles con los nombres al revés “Reut-Jones”. Hasta los vendían… Jones no se achicó y le mostró a la hinchada albiceleste el cartel con el orden original “Jones-Reut” y con un Frank Williams que se mataba de risa. La silbatina no se hizo esperar y fue Reutemann el que apareció en escena y le mostró a su gente el “Reut-Jones”, y las tribunas se vinieron abajo. Mucha risa y euforia, aunque la anécdota salió cara… A fin de año, Reutemann hizo un balance de la temporada en un programa de ATC (hoy TV Pública) y sobre la carrera en Brasil dijo: “Fue lo que sentí en ese momento, no había forma de sacar el pie del acelerador y si lo hacía, dejaba el auto clavado en cualquier curva, me venía caminando a los boxes, agarraba la mochila y me iba. Esa fue la primera reacción que tuve arriba del coche. La segunda, es que nunca tuve marcada la diferencia, porque si me la hubieran marcado, les hubiera sacado más de 7 segundos”. Ese Williams FW 07C se guardó en el museo de Grove, tal cual corrió en las primeras carreras de 1981, ya que después el alerón de adelante fue reemplazado por dos alas externas. También hay una gigantografía del auto del Lole a fondo. Si bien el equipo inglés lo vendieron a un grupo inversor en 2020, su historia sigue ahí. En 2016 se vendió el chasis 17 con el que el Lole corrió en Holanda, Italia, Canadá y Estados Unidos. Esos monopostos suelen comprarlos millonarios que no quieren figurar. Pero el auto que ganó en Brasil y que todavía conserva hasta el mismo tipo de llantas, lo guardaron como un trofeo de guerra. Hoy en día, lo de piloto uno y dos no debería sorprender a nadie. Esta historia viene desde que empezó la categoría, hace 75 años. La cuestión es cuándo y cómo se aplica una orden de equipo. ¿Era tan necesario en la segunda fecha y después del carrerón que se mandó Reutemann ese fin de semana? Otro caso que hizo mucho ruido fue el de Ferrari con Rubens Barrichello en Austria 2002, cuando el brasileño venía dominando la carrera, le mandaron que dejara pasar a Michael Schumacher (que era el puntero cómodo del campeonato), pero levantó el pie antes de cruzar la meta y fue un bochorno. ¿Alguien dudaba que el Kaiser iba a ser campeón de nuevo ese año? El espíritu deportivo a veces le pasa por arriba a la firma de un contrato. Ese fin de semana, Reutemann le pasó el trapo en la pista a Jones. Sintió que ese triunfo era suyo y sabía que era una declaración de guerra contra su coequiper y el mismísimo Williams. Pero el hambre de gloria pudo más y el Lole sabía que en 1981 se jugaba la última para ser campeón mundial. Hace 44 años, se plantó y dejó bien claro que la gloria no tiene precio.
Ver noticia original