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  • Cuando el cine romantiza la eutanasia: “Todo salió bien”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 22/10/2025 00:46

    Un escena del film Todo ha ido bien, de François Ozon Al parecer, ya no se trata solamente de terminar con un sufrimiento insoportable, sino de poder elegir libremente el momento de partir. ¿Nace un nuevo “derecho”? No son pocas las películas que en estos últimos años abordan la posibilidad de poner fin a la vida, ya sea por la eutanasia, ya sea por el llamado “suicidio asistido”, bajo una luz favorable. Terminada en nuestros días al parecer la demonización del suicidio, que de todos modos no pierde la espantosa cuota de sufrimiento para aquellos que quedan alrededor, preguntándose si no habrían podido evitar la partida de un ser querido, hoy en día voces influyentes de todo tipo parecen proponernos la idea de optar por la muerte como una salida posible para las personas que sienten que ya vivieron todo lo deseable. Ante el paso hacia un envejecimiento inexorable, frente a algunas enfermedades hasta hoy incurables o a ciertas incapacidades físicas o mentales, la única solución parece ser poner voluntariamente fin a la vida. ¿Nace un nuevo “derecho”? Películas, artículos y discursos muestran la posibilidad de poner fin a la vida, por eutanasia o por “suicidio asistido”, bajo una luz favorable (EFE/Biel Aliño) En un artículo publicado hace un tiempo en el boletín Voz (de los hispanos en EEUU), titulado “La peligrosa romantización de la eutanasia”, Israel Duro escribía: “Los defensores de la eutanasia han dado una vuelta de tuerca a su mensaje en defensa de lo que ellos consideran el derecho a morir con dignidad. Ya no se trata de enfermos a los que vivir suponía una condena por el dolor constante que sufrían, como han venido repitiendo en sus tradicionales campañas internacionales. Ahora se trata de lanzar la idea de que elegir el momento de morir es algo romántico, ya sean jóvenes -incluso niños- que consideran que no pueden más, matrimonios mayores -o no tan mayores- ‘para morir al mismo tiempo’”. Este es justamente el mensaje de “Todo ha ido bien” (o “Todo salió bien”), del prolífico realizador francés François Ozon. Frente a una incapacidad parcial que afecta a André a partir de un accidente cerebro vascular, este exitoso coleccionista de arte y marchand le solicita a una de sus hijas que lo ayude a poner fin a sus días. André puede comunicarse, André está comenzando a recuperar la movilidad de sus miembros inferiores, pero André no quiere vivir así. En el film de Ozon, luego de un ACV, André le pide a su hija que lo ayude a morir Este film se inscribe, como muchos otros, en la creación de un clima favorable al reclamo de que se legisle el derecho al “final de vida”. Varios países han aprobado ya leyes que lo despenalizan o lo permiten, Uruguay el más reciente. Cabe preguntarse si las nuevas legislaciones no llevarán a un uso indiscriminado de este permiso, siempre prohibido en casi todas las religiones. Es sabido que las leyes además tienen un componente preceptivo: si la ley lo permite, significa que es bueno y el efecto es la promoción. Es como la gran fake news usada en la campaña por el aborto: la legalización hace disminuir los casos, decían. Algo que el simple sentido común desmiente (¿por qué se optaría más por lo caro y clandestino que por lo legal y gratuito?) y lo refutan las cifras de todos los países que legalizaron. Con la eutanasia sucede exactamente lo mismo. Siempre hay una vuelta de tuerca más. El caso testigo promovido es impactante, dramático. El aborto se alentaba con la situación de alguna niña de 11 embarazada por un violador. O la mujer muy pobre que ya tiene “demasiados” hijos. Pero la ley está en realidad destinada a que cualquier mujer -ni menor, ni pobre, ni sola- que no desee tener un hijo en un momento dado se libre de ello sin riesgos. Esas mujeres eran el principal target de la legalización. Y fueron las que se movilizaron por ella. Sophie Marceau en el film de François Ozon, Una hija ante el dilema de ayudar a su padre a morir En el caso de la eutanasia sucede lo mismo. El caso testigo es el de alguna persona vegetando desde hace años y haciendo vivir a toda su familia un calvario. Pero en la práctica, la legalización llevará las cosas mucho más allá. La experiencia de Canadá muestra que la eutanasia tiende a recortar o directamente sustituir los cuidados paliativos, con el riesgo evidente de deteriorar la atención a los enfermos terminales. En el caso de André en el film de Ozon, no se trata de un sufrimiento físico insoportable, no es el haber perdido la conciencia del mundo que lo rodea, tampoco el haberse convertido en una carga para los demás: este hombre dinámico y reconocido en su medio no quiere vivir en su nueva situación. “No quiero verme así, no quiero que me vean así”, parece ser el mensaje. Que no te vean en silla de ruedas, que no te vean vulnerable, que no te vean asistido... ¿Es este el mensaje que nos envían aquellos que se arrogan el derecho a decidir cuál es el futuro deseable para la humanidad? “No quiero verme así, no quiero que me vean así”, es el argumento del personaje del film de Ozon (Imagen Ilustrativa Infobae) Existe para los medios de comunicación un código que establece que el tratamiento de los casos de suicidio debe ser prudente hasta la autocensura. ¿Ha cambiado algo? ¿O esos criterios no se aplican si se trata de ancianos o de enfermos terminales? A propósito del debate sobre la eutanasia en Francia, donde la ley tiene ya media sanción de los diputados, la periodista y ensayista Céline Pina decía que algunas propuestas, como la creación del delito de impedimento u obstaculización del suicidio asistido, parecían surgir de la idea de que “poder matar o matarse se había convertido en la última libertad por conquistar” (Causeur, 576/24). “¿Es la eutanasia la última frontera por conquistar o un verdadero retroceso humanista con desviaciones eugenésicas?”, se preguntaba Pina, y sobre esta última deformación pensaba también si no se debe a que “las sociedades piensan que la vida de un discapacitado o de un enfermo no vale nada y pesa sobre los recursos del conjunto”, y advertía de que en Canadá, país que ha legalizado la eutanasia en 2016, bajo la inquietante etiqueta “ayuda médica para morir”, “ya llegan al 27% los ciudadanos que piensan que se debería tener acceso a la eutanasia por motivos de pobreza, y un 50% en caso de discapacidad. Al lanzar el debate sobre la eutanasia, el presidente francés, Emmanuel Macron, calificó a la futura ley como "una revolución de humanismo y fraternidad" (EFE/EPA/Gonzalo Fuentes) En efecto, en un artículo del medio quebequense Libre Média (14/5/2025) Rémi Tell sostiene que “el ejemplo canadiense muestra cómo la eutanasia se convierte en una solución económica al sufrimiento; ni los nazis, dice el geriatra francés Jean-Marie Gomas, fueron tan lejos en la medicalización de la muerte”. Con toda lógica, desde la legalización, el número de “muertes asistidas” se multiplicó por 15, dice Tell, y señala que todas las salvaguardas fueron progresivamente levantadas. Lo que inicialmente estaba destinado a los pacientes terminales, con dolores considerados intolerables, se fue ampliando rápidamente a personas con trastornos cognitivos, dolores crónicos o diferentes discapacidades. Se calcula, dice el artículo, que dos tercios de las muertes por eutanasia son de personas con discapacidades. Una vez legalizada, la eutanasia no se aplica sólo a pacientes terminales sino también a discapacitados (Imagen de archivo EFE/Martin Divisek) Uno de cada tres canadienses se decía favorable a la eutanasia de personas sin domicilio fijo. “Darwinismo social”, señala Tell en Libre Média. Pero lo más grave, según su apreciación, es que alrededor de 40% de los pacientes “eutanasiados” no tuvieron acceso a cuidados paliativos ni fueron tratados por los equipos especializados en fin de vida: “En suma, se les propone morir a personas a las que ni siquiera se les propone vivir sin sufrir, un horizonte que los progresos de la medicina permiten hoy alcanzar”. En Bélgica, otro país que legalizó la eutanasia, agrega Tell, el número de eutanasias se multiplicó por cuatro entre 2008 y 2021, y, más preocupante aun, la proporción de casos psiquiátricos es creciente. Se aplicó la eutanasia incluso a menores de edad. El doctor Gomas, antes citado, dijo al medio quebequense: “Estamos frente a un vuelco completo de la ética del cuidado. Los diputados imaginan que están consagrando un libertad individual, cuando en realidad van a conceder un poder exorbitante a los médicos, el de decidir sobre la vida o muerte de los pacientes que les han sido confiados” También hay un tema de costos, como suele suceder en estas decisiones “humanitarias”. “En Francia, los seis últimos meses de vida son los más caros para la seguridad social”. La legalización de la eutanasia también tiene un costado económico: los cuidados paliativos son onerosos. Una encuesta en Canadá, mostró que el 27% cree que se justifica la eutanasia por motivos de pobreza. Darwinismo social (EFE/FERNANDO BIZERRA/Archivo) Habría que observar quiénes están detrás de esta sutil -o no tanto- campaña en favor de la “muerte digna”. Muchas sociedades primitivas, que vivían al límite de la supervivencia, descartaban a los ancianos “inútiles” -como a los nacidos deformes-, despeñándolos en un acantilado, arrojándolos al mar o abandonándolos en la nieve para que el frío diera cuenta de ellos. Parece que la superabundante sociedad capitalista, ultra moderna en lo material, está volviendo al primitivismo espiritual.

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