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  • Cuando el planeta grita, los satélites responden

    Parana » Inventario22

    Fecha: 21/10/2025 10:14

    Cuando el planeta grita, los satélites responden Desde la órbita, funcionan como centinelas silenciosos que registran movimientos de placas tectónicas, crecidas de ríos y cambios en la cobertura vegetal Fecha/Hora: 21/10/2025 08:30 Cód. 108809 Tiempo de lectura: 3.41 minutos. Un terremoto en Chile, un ciclón en India, incendios en Bariloche que destruyen nuestros parques naturales y lluvias torrenciales en Bahía Blanca. En los últimos meses, los titulares parecen un catálogo de catástrofes. La Tierra grita y no es metáfora. Es la evidencia de un cambio climático que multiplica la frecuencia y la violencia de los desastres naturales. La ciencia, sin embargo, ha encontrado una forma de escuchar ese grito. Desde la órbita, los satélites funcionan como centinelas silenciosos que registran movimientos de placas tectónicas, crecidas de ríos y cambios en la cobertura vegetal. Esos datos no son un lujo científico, son segundos ganados para evacuar familias, proteger infraestructuras críticas y planificar rescates. En un desastre, cada segundo importa. Según Naciones Unidas, el 90% de los desastres naturales se deben a inundaciones y tormentas, y en las últimas dos décadas su número se duplicó respecto del promedio histórico. Para enfrentar esta realidad, en 1999 se creó la Carta Internacional sobre el Espacio y los Grandes Desastres, una red de cooperación que reúne a agencias como NASA (EE.UU.), ESA (Europa), CONAE (Argentina) y AEB (Brasil), entre otras. Su promesa es concreta: brindar información satelital gratuita a los países afectados, en tiempo real. Argentina activó la Carta en 2025 tras las inundaciones en Bahía Blanca, que dejaron más de mil evacuados en pocas horas. En 2024, imágenes satelitales sirvieron para mapear incendios en Córdoba y San Luis y la crecida del río Uruguay en Concordia, Entre Ríos. En el plano internacional, la Carta se utilizó en 2025 para ciclones en India y Vietnam, inundaciones en Palestina y Venezuela, y hasta para detectar un derrame de petróleo en el mar Caspio. Cada activación implica cooperación técnica inmediata: generación de mapas de riesgo, monitoreo en tiempo real y bases para la reconstrucción. Cada imagen puede significar un rescate a tiempo. Los últimos diez años marcaron un salto tecnológico. Los nanosatélites redujeron los costos de acceso al espacio, permitiendo a países en desarrollo lanzar constelaciones propias. La inteligencia artificial y el big data procesan en segundos lo que antes llevaba días: anticipar qué barrios quedarán aislados tras un sismo o dónde una inundación será más letal. Pero las preguntas también se multiplican. ¿Quién controla esos datos? ¿Qué pasa si la decisión de evacuar una ciudad depende de un satélite extranjero? El dilema de la soberanía tecnológica y la equidad en el acceso a la información atraviesa hoy el debate sobre seguridad climática. En nuestra área, y como profesores e investigadores universitarios, estudiamos la responsabilidad internacional de corporaciones transnacionales por daño transfronterizo y el uso de tecnología satelital. El eje no es solo tecnológico, es también jurídico y político. Cuando un desastre cruza fronteras ùcomo el derrame tóxico de nitrobenceno en el río Songhua (China, 2005), que afectó a 600.000 personas en la ciudad rusa de Khabarovsku surge la pregunta inevitable: ¿quién responde? ¿La empresa que opera la planta, el Estado donde ocurre el hecho, o la comunidad internacional que debe actuar? Hoy persisten vacíos legales en materia de responsabilidad internacional, como son la soberanía sobre los datos satelitales, la atribución de responsabilidades a corporaciones transnacionales y la falta de reglas claras sobre compensación en daños ambientales transfronterizos. Nuestro trabajo busca empujar esta discusión hacia el espacio público: cómo traducir la evidencia científica en normas internacionales robustas, que asignen responsabilidades y eviten que la cooperación en materia de emergencias quede atrapada en disputas de poder. La Tierra grita con tormentas más intensas, incendios más feroces y sequías más prolongadas. Los satélites, la inteligencia artificial y la cooperación internacional ofrecen segundos vitales para responder, pero la verdadera cuestión es si estamos escuchando lo suficiente o seguimos reaccionando tarde. La tecnología espacial no reemplaza la solidaridad ni la responsabilidad. La clave es transformarlas en un escudo colectivo, donde la ciencia, el derecho y la política trabajen juntos. Porque, al final de cuentas, los datos no valen por sí mismos: valen en tanto puedan salvar vidas.

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