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» Diario Cordoba
Fecha: 20/10/2025 14:00
Cada año, millones de toneladas de plástico terminan en el océano. Es un problema ambiental grave y en crecimiento exponencial, que, según los expertos, requiere soluciones sistémicas y una transformación profunda en los patrones de producción y consumo. Esta es la conclusión central de un estudio realizado por investigadores de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología (NTNU), que analizaron más de cincuenta medidas aplicadas en ese país nórdico en los últimos 40 años para abordar la contaminación plástica marina. La investigación, publicada en 'PLOS Sustainability and Transformation', revela que la gran mayoría de las intervenciones realizadas hasta ahora se centran en la limpieza y el reciclaje, lo que supone abordar los síntomas, pero no las causas fundamentales del problema. Gestión responsable de los océanos "Las soluciones actuales se centran principalmente en la limpieza después de desechar el plástico. Clasificamos, reciclamos y recogemos el plástico en la orilla. Pero ¿qué hay de los métodos que cambian por completo la forma en que producimos y consumimos plástico?", se pregunta Natalya Amirova, autora principal del estudio. Una gaviota busca alimento en una bolsa de basura en una playa. / Pixabay El análisis, que revisó 52 intervenciones aplicadas en Noruega desde la década de 1980, mostró que la mayoría se basan en el reciclaje, la limpieza de playas, la eliminación de microplásticos y el uso de materiales alternativos. Estas medidas, aunque importantes, son consideradas de ‘bajo potencial transformador’ porque no alteran los patrones subyacentes de producción y consumo. Solo tres intervenciones fueron identificadas con capacidad para generar cambios profundos: la red municipal KIMO (Organización Internacional de Autoridades Locales), la Estrategia Nacional de Economía Circular del gobierno noruego y el Panel Internacional de los Océanos (High-Level Panel for a Sustainable Ocean Economy). Las tres inciden en valores intrínsecos y prosociales, como la protección ambiental, la igualdad política, la sostenibilidad ecológica y la gestión responsable de los océanos. Un problema social complejo Según el informe, las intervenciones transformadoras son aquellas que modifican las intenciones del sistema; es decir, los paradigmas, valores y metas fundamentales de la sociedad. "La contaminación por plásticos es un problema social complejo. Por eso, buscamos maneras de contribuir a cambiar el sistema mismo. Buscamos medidas que puedan cambiar por completo nuestra forma de pensar, ya seamos productores, políticos o consumidores", señala Amirova. El estudio, no obstante, también identificó limitaciones significativas en esas intervenciones prometedoras: carecen de objetivos y plazos definidos, lo que dificulta evaluar su impacto real en la reducción de la contaminación plástica. Además, Además, tanto el Panel Oceánico como la Estrategia de Economía Circular aún priorizan valores materialistas, como el crecimiento económico, por encima de la salud de los océanos. Playa repleta de plásticos. / EFE "El Panel Oceánico y la estrategia del Gobierno para una economía circular verde también se caracterizan por valores externos, es decir, valores motivados por recompensas, reconocimientos u objetivos ajenos a la actividad en sí, donde priorizan la prosperidad económica sobre la salud de los océanos", explica Amirova. Exposición a valores materialistas La investigación incorpora la teoría del psicólogo estadounidense Tim Kasser, quien sostiene que los cambios sociales solo pueden ocurrir cuando los tomadores de decisiones en los diferentes niveles de la sociedad están expuestos a valores prosociales y proecológicos, y actúan en consonancia con ellos. "Las investigaciones demuestran que si estamos más expuestos a valores materialistas, tendemos a elegir comportamientos y decisiones asociados a ellos, a la vez que rechazamos comportamientos que beneficien a la sociedad y al medio ambiente", expone Amirova. La influencia de los valores en el comportamiento cotidiano es crucial. "Si estás en pleno Times Square de Nueva York, estarás rodeado de carteles publicitarios para comprar. Si, por el contrario, estás en el centro de Trondheim, te rodearán diversos mensajes, incluyendo mensajes prosociales y proecológicos", indica Amirova. Botellas de plástico flotando en el agua. / Pixabay Las influencia de las redes sociales Las redes sociales, con sus noticias y anuncios, influyen en el comportamiento diario. Esto también se aplica a la percepción del mar. "Una noticia que describe al océano como la séptima economía más grande del mundo nos da una visión materialista del océano", subraya la científica. "Pero el océano no es solo cuestión de dinero; también contribuye a nuestra salud física y mental. Existen valores sociales y ecológicos asociados al océano. Al tomar decisiones, debemos tener esto presente y no considerarlo únicamente como una mercancía", añade. Los investigadores proponen varias intervenciones transformadoras. Sugieren reemplazar los indicadores económicos convencionales por métricas de salud oceánica en la toma de decisiones gubernamentales. "Esto permitiría a las autoridades evaluar las medidas en función de la calidad del agua, la biodiversidad y otros indicadores, en lugar de priorizar los indicadores económicos", detalla Amirova. Estilos de vida menos materialistas También abogan por establecer objetivos y plazos claros para reducir los residuos plásticos en las primeras etapas de la cadena de valor, y por apoyar más decididamente a las iniciativas de base y a las pequeñas empresas con modelos de negocio libres de plástico. Los plásticos invaden ya todos los océanos del planeta. / Gary Bell / Getty Images "Por ejemplo, al apoyar iniciativas locales y pequeñas empresas con un perfil de residuo cero, se puede aumentar su presencia frente a las grandes empresas. Esto no solo reduce el consumo de plástico, sino que también beneficia a las comunidades locales", afirma. Otras propuestas de los autores del estudio incluyen reducir la proporción de publicidad con fines de lucro en favor de mensajes sin fines de lucro que promuevan el bienestar colectivo, y fomentar comunidades que aboguen por estilos de vida menos materialistas y más circulares. "Si queremos tener alguna esperanza de mejorar la situación y evitar que haya más plástico que peces en los océanos del mundo en 2050, como muchos predicen, debemos lograr un cambio de actitud a nivel individual. Esto, a su vez, debe conducir a cambios de comportamiento", concluye Siv Marina Flø Grimstad, coordinadora del proyecto Sweet Spot al que pertenece esta investigación.
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