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Gualeguaychu » El Argentino
Fecha: 20/10/2025 07:31
En el Mes de la Inclusión, conversamos con Emiliano Naranjo, primer profesor de Educación Física con discapacidad motriz en Argentina. Su recorrido interpela los prejuicios, resignifica el movimiento y abre caminos para una pedagogía más humana. Lunes, 20 de Octubre de 2025, 6:15 Por Sandra Insaurralde En un país donde la discapacidad aún se enfrenta a múltiples barreras, Emiliano Naranjo decidió transformar su historia en herramienta pedagógica. Desde su rol como docente universitario, y con una trayectoria que combina saberes corporales, jurídicos y comunitarios, su voz se vuelve imprescindible para pensar la inclusión más allá de los discursos. “Lo que me impulsó a estudiar educación física fue el conocimiento profundo de mí mismo, en particular de mi situación motriz y de mis posibilidades concretas de movimiento”, contó, en diálogo con EL ARGENTINO. Naranjo nació con una problemática neurolocomotora que lo vinculó desde temprano con el movimiento: estimulación, rehabilitación y entrenamientos son parte de su rutina desde siempre. “Todo ese saber acumulado en mi cuerpo no podía quedar ahí, debía capitalizarlo. Y encontré en la educación física el camino más coherente para hacerlo”, dice. Emiliano Naranjo en el patio de una de las escuelas secundarias Prejuicios que pesan más que el cuerpo Al buscar su primer trabajo como docente los obstáculos no fueron técnicos ni académicos, sino simbólicos. “El primero, sin dudas, es el prejuicio que cada persona construye en relación con la discapacidad. El segundo, la representación estereotipada del rol profesional que uno debería desempeñar”, cuenta. En un campo donde se presupone dominio físico, su corporalidad generaba tensiones. “Las resistencias no respondían a mis capacidades reales, sino a juicios previos profundamente arraigados. A las personas con discapacidad les cuesta mucho conseguir trabajo, cualquiera sea la formación que elijan. Porque vivimos en una sociedad prejuiciosa que determina quién puede y quién no puede ocupar ciertos lugares”, afirma el docente. Su inserción laboral en instituciones educativas fue, en sus palabras, “particular”. La novedad de su recorrido lo volvió bien recibido, esperado y escuchado. “Lo cual debería ser la norma para cualquier persona, no la excepción”. Pero esa bienvenida no eliminó las tensiones: “A veces se espera demasiado de mí, como si no pudiera cometer errores o tener conflictos laborales como cualquiera. Aparecen los egos, las dificultades para trabajar en equipo y la resistencia a tomar decisiones que efectivamente garanticen el derecho a la educación inclusiva”. Además, señaló barreras invisibles: “Hay barreras estructurales más sutiles, pero igualmente determinantes. Por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires no existe una regulación clara que permita a las personas con discapacidad escalar dentro de la carrera docente. El acceso a cargos de ascenso muchas veces está vedado de hecho, aunque no lo esté de derecho. Esa ausencia de normativa refuerza una desigualdad que no siempre es visible, pero que limita nuestras trayectorias”. El aula como espacio de transformación Hoy, Naranjo forma futuros docentes en el ámbito universitario. “Cada vez encuentro más apertura, más interés y, en muchos casos, un mayor compromiso por parte de los estudiantes”, manifestó a EL ARGENTINO. Desde la primera clase, plantea que el encuentro educativo es una responsabilidad compartida. “Esto último -el compromiso- no es menor. En los tiempos que corren, sostenerlo no es sencillo. Por eso, en cada inicio de cursada, desde la primera clase, dejo en claro que el encuentro educativo es una responsabilidad compartida. Que cada parte -docente y estudiante- tiene que hacerse cargo de una porción del proceso, del momento que vamos a vivir juntos. Cuando eso ocurre, cuando ambas partes asumen su parte del acuerdo, la experiencia suele ser valiosa. Muchas veces me han dicho, incluso mucho tiempo después, que esas clases los marcaron”. La discapacidad, afirmó, ya no puede ser ignorada. “Genera interés y a veces obliga a tomar posición. El desafío como docente es sostener ese interés y lograr que no sea efímero. Que lo que moviliza en el aula pueda traducirse en una práctica profesional más inclusiva, más consciente y más humana”. ¿Abrir puertas o golpear fuerte? ¿Su recorrido abrió puertas para otras personas? “No creo que sea algo que pueda medirse en términos de sensaciones. Lo que sí sé -porque me ha llegado por relatos, por fallos judiciales, por historias concretas- es que el camino que transité, tanto en términos jurídicos como en cuanto a la visibilidad pública de mi historia como persona con discapacidad en el ámbito de la educación física, sirvió para que muchas otras personas con distintas discapacidades empezaran a pensar la carrera docente como una posibilidad real en sus vidas”. “Ahora bien, no sé si efectivamente esas puertas se abrieron. Porque eso ya no depende de mí, sino de la sociedad en su conjunto. Yo solo golpeé la puerta, por decirlo de algún modo, y usé todos los recursos a mi alcance para lograr que, en mi caso, se abriera. Las puertas no las abre una sola persona. Las abre o las cierra la construcción social que hacemos entre todos”, agregó. Emiliano Naranjo viaja por toda la Argentina dando charla y contando su experiencia de vida Cambios urgentes y sueños colectivos Para que más personas con discapacidad accedan a empleos dignos, Naranjo propuso un cambio transformador: “Asumir un compromiso genuino con los derechos humanos, entendido como un interés real por lo que le sucede al otro”. El profesor de educación física criticó las narrativas extremas que distorsionan la humanidad de las personas con discapacidad: tanto el “ejemplo de superación” como la “inhabilitación total”. “Ambas terminan siendo funcionales a la exclusión. Las personas con discapacidad somos, ante todo, personas. Personas que trabajan, que sostienen a otros, que se sostienen a sí mismas, que contribuyen al tejido social. Negar eso es negar nuestra humanidad”. Por último, a los jóvenes con discapacidad que sueñan con ser docentes, les dejó un mensaje: “Me voy a permitir una respuesta poética, sin perder la claridad. Hay un verso de Borges que dice: "Si el sueño fuera, como dicen, un engaño, un reposo de la mente, ¿por qué, al despertarnos bruscamente, sentimos que nos han robado una fortuna?" El mensaje es ese: no se dejen robar los sueños. Porque los sueños, cuando son genuinos, son una fortuna. Y cada persona tiene el derecho y la responsabilidad de construir sobre ellos, no solo por sí misma, sino por la posibilidad de una sociedad más justa”. En el Mes de la Inclusión, el testimonio docente nos recuerda que el cuerpo también es territorio de disputa, de memoria y de transformación. Y que la pedagogía, cuando se enraíza en la experiencia, puede abrir caminos donde antes solo había muros. “Mi lucha no es mía, es la de muchos. Yo solo he tenido la suerte de llevarla en voz alta”, concluyó Naranjo.
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