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  • “Hoy vender helado es un acto de fe”: el testimonio de Nicolás Beretta – MisionesOpina

    » Misionesopina

    Fecha: 19/10/2025 10:15

    En el corazón del centro posadeño, detrás de la vidriera que exhibe cucuruchos, potes y sabores inusuales —yerba mate, moringa, jabuticaba—, hay un hombre que intenta sostener su pyme heladera con la misma pasión con la que creó su marca. Habla pausado, con tono sereno, pero cada frase está cargada de una realidad que lo desborda: “Fuimos resignando rentabilidad para no perder mercado. Y ya no sé cuánto más se puede estirar”. Nicolás es como muchos de los pequeños empresarios misioneros que lucha por sostener su negocio, ex banquero y amante de la economía, este empresario heladero con más de 20 años en el rubro conoce de números, de tasas y de inflación. “Si es de economía, preguntame lo que quieras —dice entre risas—, trabajé en mercado de capitales. Sé de qué hablo”. Hoy, sin embargo, los números que lo preocupan no son los del sistema financiero, sino los de su negocio. “Estamos con niveles de venta que se parecen a los peores años de la crisis del 2002 o 2003. Y eso, para un comerciante, es muy duro”, confiesa. Helados con identidad misionera Su heladería, de producción artesanal, tiene su fábrica en Posadas y franquicias en Jardín América e Iguazú. “La marca es misionera, la registramos nosotros y producimos todo acá”, explica con orgullo. “Tratamos de comprar lo máximo posible dentro de la provincia, porque más allá de que uno ama Misiones, también es una manera de que la plata se quede acá”. Sin embargo, reconoce que no todo se consigue en la región. “Crema de leche, por ejemplo, hay algo chiquito en Colonia Aurora, pero no alcanza. Y muchos de los productos neutros o gomas vienen de Dinamarca. Es inevitable”, cuenta. Donde sí se distingue es en el desarrollo de sabores regionales gourmet. “Tenemos once sabores hechos con materia prima local: polvo de yerba, moringa, té, roselia, pulpas de naranja, mango, mandarina… Misiones es súper generosa”, detalla. “Y más allá del costo o la conveniencia, tratamos de que sea misionero. A veces compro pulpa en el mercado concentrador o en la feria del domingo, otras voy hasta Ruiz de Montoya o Esperanza. Eso también es parte de lo artesanal”. “El consumo está vacío, como los locales del centro” El panorama económico no lo deja indiferente. “No hace falta saber de economía —dice—. Basta con salir a la calle y mirar. Vas a un supermercado o a una panadería y están vacíos. Hace veinte años que no veía tantos locales cerrados en el centro. Y eso duele, como comerciante y como ciudadano”. En su relato, la caída del consumo se traduce en un efecto dominó. “Si el que tenía ese local cierra, me deja de comprar helado. Si en ese local trabajaban cuatro personas y una me compraba helado, ya la pierdo también. Es una contracción en espiral, y cuesta mucho revertirla”. Con un tono entre resignado y reflexivo, describe el día a día de los argentinos: “El tipo laburante quiere comerse su asadito, tomar un vino y comprar un kilo de helado para los chicos. Pero hoy sale a la calle y gasta 50 o 60 mil pesos sin saber en qué. Entonces empieza a recortar. Cambia el asado por pasta, o directamente no sale. No es que no quiere consumir: no puede”. Un rubro que se enfría El empresario no duda en afirmar que el rubro heladero atraviesa un momento crítico. “En verano uno vende más, pero ese ingreso sirve para hacer colchón para el resto del año. El problema es que si ese colchón desaparece, la temporada baja se vuelve insoportable”. Aun así, en Lotta se sigue apostando a innovar. “Tenemos cucharitas biodegradables comestibles hechas con harina de arroz, bolsas de papel kraft y casi todo el packaging ecológico. Hoy estábamos lanzando un nuevo helado vegano. No paramos. Pero el esfuerzo es enorme”. Lo que falta, dice, es consumo. “La gente no compra porque no puede. No hay plata, no sale. Es así de simple”. “Hay cosas que se hacen bien” Pese al desánimo general, rescata el esfuerzo local. “Yo creo que Misiones hace un esfuerzo grande. Se cortó la obra pública nacional, pero acá se siguen construyendo casas del IPRODHA, y eso mueve mucho la economía. Cuando se corta la construcción, se corta todo. Pero cuando se activa, el dinero circula en los barrios, y eso hace crecer a todos”. No se define por una postura política, pero sí por una convicción social: “No hablo desde la política, hablo desde lo humano. El argentino es simple: quiere trabajar, comer tranquilo el domingo y ver el partido. Eso nos alcanza. Pero para eso necesitamos que la economía funcione”. Una pyme que resiste En la heladería, el murmullo de la máquina mezcladora se mezcla con el aroma dulce de la pulpa de mango. En el fondo, suena una radio local. Afuera, el sol pega fuerte sobre la vereda. Adentro, Nicolás sigue haciendo cuentas y soñando con un verano mejor. “Yo ya no sé si soy empresario —dice sonriendo—. Soy un tipo que hace helado con todo el amor del mundo. Y con fe. Porque hoy vender helado en la Argentina es, sobre todo, un acto de fe”.

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