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» Misionesparatodos
Fecha: 19/10/2025 09:53
Lo que en algún momento la política no quiso reconocer u ocultó se transforma en un argumento de campaña jugando incluso a favor. 1.Corría el año 1983. La democracia era una promesa y, mientras Raúl Alfonsín emergía como un vendaval democrático y transformador, un peronismo baqueteado llegaba a las elecciones. En septiembre, en un acto de campaña, habló el candidato a vicepresidente y por entonces líder del partido, Deolindo Felipe Bittel. Ante un estadio de Vélez colmado, el dirigente chaqueño enunció uno de los actos fallidos más notorios. La frase fue: “Como en el 45, la opción es “Libertad o dependencia. Y los peronistas siempre optamos por la dependencia”. Un estadio ruidoso casi que no tomó nota. Pero la historia ulterior del peronismo pre-renovación demuestra que Bittel no hacía otra cosa que decir una verdad. Una que le daba vergüenza reconocer. 2. ¿Qué es en términos reales la batalla cultural? Es un tema más goebbeliano que gramsciano: en lo concreto consiste en correr la cancha. Desafiar desde todos los sitios posibles ciertos consensos para poder sumar a la discusión otros, aún más extremos. 3. Decir, por caso, que personas homosexuales que tienen hijos son pedófilos (como sería siguiendo esa demencial lógica, el caso de Scott Bessent, por ejemplo) sin que nadie entre los propios seguidores se indigne, habilita otra suerte de permisos. Si se acepta esto, se pueden aceptar otras cosas, como la pérdida de la soberanía en determinadas decisiones elementales de política económica. Además, implica un avance institucional llamativo. ¿Por qué Bessent no le hizo una formal exigencia de disculpas a Javier Milei? Seguramente, porque en el fondo lo que une a la ultraderecha estadounidense con la de la periferia, es algo que transciende a determinadas batalles para darle lugar a otras: económicas, macro y micro, en este caso. Esto no les gusta a los autoritarios El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad. 4. Lo que en algún momento daba vergüenza y se reprimía (es decir, se ocultaba), como al vetusto Bittel, hoy es enunciado directamente. Como diría el Presidente: hay alguien detrás de la estrategia electoral que piensa hoy que ante la opción Braden o Perón, los argentinos, o al menos la mitad de los argentinos, elegirían a Braden. 4. El principal historiador del nazismo, el inglés Ian Kershaw escribió sobre la cuestión por primera vez en 1985. Su libro se llama, precisamente: La dictadura nazi, problemas de interpretación. Allí plantea una cuestión sumamente interesante sobre la discusión en la Alemania para entender el horror que se había padecido. La pregunta que se hacían los historiadores es ¿Hitler y sus seguidores representaban el mal, casi en sentido ético o había algo en la estructura de aquella Alemania, en la historia sociopolítica que habilitó la llegada de las ideas más extremas? A la luz de los hechos actuales, quizás la respuesta sea doble: hay en el extremismo un sentido de la oportunidad, que hace ganar espacios (la batalla cultural sería, parafraseando a Carlos Melconian, un rompehielos) y un uso de las circunstancias económicas que lo habilita. 5. Los gobernadores del centro (no solo geográfico) están destinados a protagonizar los próximos dos años electorales. Salvando las inmensas diferencias de tiempo y espacio, deberían estar alertados de este mecanismo que es al mismo tiempo moral y de ideas (y de intereses) que se juegan en la aceptación del protectorado de Trump (que no es exactamente lo mismo que el de los Estados Unidos). La cuestión moral, en todas sus acepciones, debería tenerse en cuenta 6. Volvamos a Kershaw. En la Alemania pos 1933 hubo un esfuerzo del gobierno en buscar su legitimación en la clase industrial y los moderados. Y cómo el temor al comunismo (en ese entonces realmente existente) habilitó la aceptación de lo intolerable. 7. Javier Milei señaló en una entrevista de esta semana con Esteban Trebucq que su diferencia con cierta parte del espectro político argentino era una cuestión de “matices”. En la misma entrevista dijo algo curioso: “nosotros sostenemos ideas, no somos fascistas”. Es interesante la apelación de las ideas. Hay un político que dijo algo similar, que parece darle la razón al Presidente, hace casi cien años: “Nosotros discutimos, sí. Discutimos las ideas. Pero una vez que se ha tomado una decisión, no solo la muerte, sino la vida misma debe ser puesta al servicio de la realización de esa idea”. 7. En el mismo reportaje, Milei puso en juego el tercer aspecto, que se suma a los anteriores. El gran Thelonius Monk, el pianista genio del jazz, decía que recién pasado unos 45 minutos de sus conciertos, él encontraba la línea auténtica para su música. Que el principio eran prolegómenos para llegar a lo esencial. Con el Presidente pasó lo mismo. Luego de 45 minutos de seguir lo que podría ser una estrategia electoral con un guión preestablecido, comenzó la serie de exabruptos, especialmente contra el periodismo: enojos, titubeos y, sobre todo, furia. El Gobierno que se sostiene tanto en Javier como en Karina Milei va más allá de su propia ideología: hay un momento en el que, como suele decirse, se le suelta la cadena. 8. La moral y las ideas inciden tanto como la psicología en la descripción de un gobierno que necesitará inexorablemente de acuerdos. Pero hay que preguntarse cuánto de la moral y de las ideas del Gobierno son parte de la psicología. Hablando de ideas: el político que dijo “Nosotros discutimos, sí. Discutimos las ideas” fue Benito Mussolini. Braden-Perón. | Pablo Temes Por Pablo Helman-Perfil
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