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  • Ana Torrent, actriz: "Intento envejecer con dignidad. Procuro que no nos machaquen"

    » Diario Cordoba

    Fecha: 18/10/2025 14:50

    Ana Torrent (Madrid, 1966) protagoniza en el Teatro Olympia, de Valencia, Las amargas lágrimas de Petra Von Kant, versión del filme homónimo de Rainer Werner Fassbinder, con dirección de Rakel Camacho. La actriz, que debutó a los seis años en El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, y que ha trabajado con algunos de los más prestigiosos cineastas españoles —Saura, Coixet o Amenábar, por cuya película Tesis tuvo una nominación a los Goya—, ha apoyado a la campaña Libre de Edadismo, de la Fundación Grandes Amigos, contra el apartamiento de los mayores y la soledad en la que viven. Piensa que hay que aprender a envejecer. ¿Qué le sorprende de esta versión teatral de Las amargas lágrimas de Petra Von Kant? La obra es muy potente y muy fascinante, realmente espectacular. Esta versión es completamente diferente a la película de Fassbinder. Había que llevar ese lenguaje cinematográfico cien por cien, tan bello, y esas imágenes, y ese mundo al teatro, que es otra forma de comunicarse. Además, Rakel Camacho trabaja desde un lugar muy diferente. ¿Respeta este texto las ideas de Fassbinder sobre liberación de la mujer, intercambio de papeles en la pareja, relación de autoridad? Está respetado en cuanto al guion. A Fassbinder se le acusó incluso de misógino. La obra no es fácil, es dura. Para mi gusto, el personaje de Petra tiene un final algo esperanzador, aunque no muestra una sociedad en la que todo es bueno y el final, feliz. Se habla de la liberación de las mujeres en negativo, porque lo que está mostrando Fassbinder es que las mujeres que llegan al poder después de una lucha al final acaban comportándose igual que los hombres; que las luchas de poder dentro de una relación o de un trabajo en la sociedad siguen siendo las mismas. ¿Ve a su protagonista como tóxica, autoritaria? Yo no lo creo. No es una santa, pero lo que me interesa de la función y de Petra es que Fassbinder no te dice si ella o los demás personajes son buenos o malos. Todos tienen un lado más generoso, más idealista y otro más egoísta, más duro. Fassbinder habla de algo que sigue estando completamente de actualidad. Hay una frase que él decía y que digo yo en la obra, que resume mucho todo: “El ser humano necesita a los demás, pero todavía no ha aprendido a convivir”. Nos dañamos, nos hacemos daño, somos egoístas, es muy difícil que te vean de verdad la generosidad, que no busquemos el poder, el nombre, el estatus, la falsedad, las luchas de poder continuas. Y nos hacemos daño unos a otros todo el tiempo. Lleva usted más de 50 años de cine y aún no ha cumplido los 60. Efectivamente [ríe]. La actriz Ana Torrent en el Teatro Bellas Artes de Madrid / Alba Vigaray / EPE Con 6 años se estrenó en El espíritu de la colmena, de Víctor Erice. Y ha dicho: “Yo no lo elegí. Me eligieron en el colegio”. ¿Si la llegan a elegir para recitar a la Virgen hoy sería monja? Pues me eligieron [ríe]. Siempre he pensado que yo no me hubiera dedicado a esto si no me hubiera encontrado aquel día Víctor Erice. Lo tengo bastante claro. Porque yo tenía un carácter y una forma de ser opuesto a esta exhibición y a este tipo de relación y de imagen. Yo era lo contrario, enfermizamente reservada y tímida. Ya digo: Si no, ¿monja? Bueno [ríe], me meto en ello e intento hacerlo. Ya que no lo elegí, aunque en un momento dado ya sí fue decisión mía, pues hacerlo con dignidad. Eso sí, yo me lo curro mucho. Erice cambió los nombres de los actores porque usted se liaba con que se llamaran de forma distinta en la peli y en la realidad. No es que me liara, es que no lo entendía. Hay un momento más o menos a los 5 o 6 años en el que los niños empiezan a distinguir entre la realidad y la ficción, pero antes lo tienen confundido. Y no entendía por qué me llamaban de otra forma, Delia, si yo era Ana. Tenía una mirada prodigiosa. Unos ojos de cría que llenaban la pantalla. ¿Qué veía exactamente? No estoy segura, no recuerdo lo que pensaba. Pero sí que era observadora, reservada. Recuerdo estar en un mundo jugando a veces incluso sola, sin querer jugar con otras compañeras. Supongo que, como todos los niños, estaría intentando a mi manera entender el mundo, la vida, crecer. Entonces, dice, no distinguía entre realidad y fantasía. ¿Ha aprendido a hacerlo? Realidades hay muchas, y depende de los ojos que las miren. Hay tantos mundos como personas. Y sí, me doy cuenta de que la realidad es relativa. Pero puedo distinguirla. ¿De qué lado de los dos es mejor vivir? Hombre, yo soy más de vivir en la realidad. Pero también me gusta viajar, volar con la imaginación, me gusta la fantasía y me gusta imaginar, tener sueños, ideas, mi mundo interior. ¿Le gusta la realidad que ve? Bueno, no toda. En estos días casi no te atreves ni a mirar las noticias, porque hay tanto horror, tanta injusticia, tanto dolor, egoísmo brutal. Toda esa parte es imposible que me guste. Cómo te va a gustar un mundo así. Me gustan las personas, me encanta la vida. Pero el mundo tal y como está ahora… Estamos haciendo muy mal las cosas. Erice, Saura, Amenábar, Coixet… Ha trabajado con lo mejor de cada casa. Hay una mezcla de cosas que te llegan, otras a las que dices que no, hay que saber esperar a veces. Y creo que en esta profesión hay mucho de suerte. Luego tú tienes que demostrar cómo lo haces y cómo trabajas, porque si no la carrera no te dura 50 años. Pero hay mucho factor suerte. Hay actores maravillosos a los que no conoce nadie y a lo mejor no han tenido la suerte de que se haya cruzado un Víctor Erice en su camino. Ha tirado varias veces de pistola: en Cría cuervos, de Saura, y en Yoyes, de Helena Taberna. ¿A la menor, apunta? Estoy pensando si no había alguna película más. En Tesis, de Amenábar. Sí, yo ya he sacado la pistola más veces. A la menor, apunto. Me defiendo a lo bruto. ¿También en la vida civil? Hombre, defiendo mis cosas. No usaría nunca una pistola, pero intento defenderme. ¿Yoyes fue su papel más complicado? ¿Una llega a mimetizarse con cualquier personaje, incluso con una militante de ETA? No. Yo como actriz intento entenderla, intento entender qué la movió a tomar esa postura, aunque estoy en contra de lo que hizo. Pero intento comprender el contexto en el que ella vive, qué le lleva a hacer eso: el momento que vivía España, la sociedad en que vivía, el lugar donde vivía, muchos factores. Uno no tiene que compartir los motivos, pero sí entenderlos al trabajar. En 2013 participó en una miniserie, Carta a Eva, de Agustí Villaronga, donde hacía de Carmen Polo, la mujer de Franco. Tampoco está mal. Eso era también cómico. Nos reímos mucho haciéndolo, porque era una mujer que, según como la querías ver, era tal disparate, cómo iba, su contraste con Eva Perón [la serie narraba su viaje a España en 1947], el odio que parece ser que realmente tuvo a esa mujer, que representaba una belleza y unos ideales. Era todo muy cómico, como cuando iba con su amiga a las joyerías. ¿Se confirma que desde entonces tiene usted el joyero hasta los topes? No. Yo precisamente soy poquísimo, poquísimo de eso. Los collares se los dejó en el set. Me los dejé allí. La actriz Ana Torrent en el Teatro Bellas Artes de Madrid / Alba Vigaray / EPE ¿Preguntarle si cine o teatro es como querer saber si quiere más a mamá o a papá? Sí, porque me gustan las dos cosas. Son mundos muy diferentes, aunque mi trabajo vaya a ser el mismo de alguna manera, pero luego el medio lo cambia. No puedo actuar igual en un escenario que si tengo una cámara, un primer plano, mirar a un lado. Es un lenguaje muy diferente. Ha apoyado a la Fundación Grandes Amigos en su campaña Libre de Edadismo. ¿Usted ha notado esa limitación? ¿Le preocupa personalmente? Creo que intento sobre todo llevarlo con dignidad, con alegría. Estoy bien de salud, tengo trabajo. Y lo que procuro es que no nos machaquen. Al hacernos mayores la sociedad nos aparta. Hay que vivir el paso del tiempo. Al envejecer no voy a decir que todo es maravilloso. Cuando tienes problemas físicos o de otra índole las cosas no se van a poner fáciles. Pero tenemos que prepararnos y aceptarlo, para que no te salgan arrugas y digas: voy a intentar no envejecer. Poque no se puede no envejecer. Y hay mucha soledad. Pero usted el potingue y la cremita los trabaja. Hombre, yo me pongo mi crema, claro. Pero luego ya cada uno que se haga lo que se quiera hacer. Yo envejezco como me parece y como quiero. Lo que no puede ser es que haya esa soledad y ese dolor en muchísima gente, que lo lleva muy mal y sufre mucho por el rechazo. ¿Es tan discretita como aparenta? Depende. No soy siempre así. ¿No ha roto un plato en su vida? Sí, claro que lo he roto. ¿Qué le hace acabar con la vajilla? Muchas cosas. Muchas cosas me pueden enfurecer, y luego un día puedo estar de risas, de juerga. Lo que pasa es que cuando hago entrevistas hay una forma de contestar mía que la gente cree que soy como más seria o más moderada. Pero quienes me conocen saben que soy juerguista y que tengo sentido del humor. Y tengo carácter. Por desgracia, a veces más que el que quisiera.

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