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  • El grito de auxilio de una madre desesperada, que cambió la vida de su hijo con discapacidad

    » Elterritorio

    Fecha: 18/10/2025 06:34

    Cinco años después de solicitar la eutanasia para su hijo, Eva Briñócolis, mamá de Adrián Martínez, cuenta cómo se transformó la vida del joven, quien avanza con pasos firmes en el Hogar Espíritu Santo de Oberá, donde es atendido y contenido por un excelente grupo de profesionales. viernes 17 de octubre de 2025 | 17:00hs. Eva junto a su hijo Adrián en el Hogar Espíritu Santo de Oberá. //Fotos: María Rosa Fernández. A comienzos de 2021, en plena pandemia, Eva Briñócolis pidió públicamente la eutanasia para su hijo Adrián Martínez, quien padece parálisis cerebral. Su súplica resonó en todo el país y abrió un debate sobre los límites del dolor, la desesperación y la ausencia de políticas efectivas para las personas con discapacidad. "Fue como un grito desesperado de auxilio para conseguir ayuda para mi hijo en plena pandemia", recuerda hoy Eva, con la voz entrecortada. Cinco años después de aquel pedido que estremeció a la sociedad, El Territorio volvió a dialogar con la madre, quien reconstruyó el duro camino que transitó hasta lograr que su hijo reciba atención integral en un espacio adecuado. "Mi hijo nació con esa condición a raíz de las reiteradas convulsiones que sufría. Desde que nació empezó mi lucha como madre", relató Eva. Con su esposo, se turnaban para acompañar a Adrián en las terapias y tratamientos que requería, dijo. "Gracias a eso hoy él camina. Pero los años pasaron, y se hizo cada vez más difícil. Mi hijo ya era grande, de un peso importante, y aunque mis fuerzas a veces se agotaban, siempre salían de algún lugar". La llegada de la pandemia, en 2020, agravó una situación ya crítica. Sin terapias, sin atención médica adecuada y confinados en una casa pequeña, la familia enfrentó noches sin descanso y días de angustia. "Ese año no podía llevarlo a terapia, ni siquiera sacarlo en su silla de ruedas. Cuando tenía convulsiones y lo llevaba al hospital, me mandaban de vuelta a casa sin siquiera ponerle un relajante. No podía más", recordó. Fue entonces cuando Eva tomó una decisión que marcaría un antes y un después: pedir la eutanasia para su hijo. "En mi corazón y conciencia sabía que eso no aprobarían, ya que en nuestro país no hay esa ley, pero era una forma de pedir ayuda a los gritos porque no podía más", reveló. Un nuevo comienzo La ayuda llegó, aunque no de inmediato. "Primero se acercaron organismos que me llevaron a recorrer distintos lugares en Posadas, como geriátricos, psiquiátricos... pero no vi que fueran adecuados para mi hijo, porque él es como un niño", contó. Ocho meses después de aquel pedido público, finalmente apareció una posibilidad concreta en el Hogar Espíritu Santo de Oberá. "Fue con la bendición de Dios que se hizo posible. Se hicieron todos los trámites y llegó el día del traslado. No fue fácil porque es mi niño, pero fue lo mejor que le pudo pasar", asegura. Con el tiempo, Eva vio cómo Adrián mejoraba su movilidad y recuperaba su alegría. "Hoy, después de casi cuatro años, Adrián ya casi corre. En el hogar tiene espacios para caminar, distraerse, realizar sus terapias y cumplir con todo lo que necesita para que su vida sea más independiente. Allí lo atienden de maravillas, no solo a él sino a los 17 chicos que viven allí". Eva destaca que nunca dejaron de estar presentes como familia, y en esa línea acotó que "como padres jamás dejamos de ir a verlo, de llevar alimentos, medicamentos, lo que sea necesario. Ayudamos en lo que podemos, conseguimos una camilla de consultorio, una camilla plegable para sus baños, festejamos su cumpleaños allá, el Día del Niño, las fiestas. Siempre estamos". La madre también hizo referencia al daño que causan los juicios externos, porque "a veces leo comentarios de gente que no tiene idea de lo que uno vive y opina sin imaginar el daño que causa. Una discapacidad no solo se da porque un niño nace así; nadie está libre. Lo que hoy es sano, mañana puede no serlo", expresó. "Hay esperanza si uno no baja los brazos" En su mensaje final, Eva quiso dejar un consejo para otros padres que atraviesan situaciones similares. "No bajen los brazos. Es un camino con muchos 'no', muchas puertas cerradas y prejuicios, pero hay que luchar para asegurar la atención de un ser querido, para cuando uno ya no esté". "Hoy, después de tanta lucha, sé que hay una salida. Hay esperanzas cuando uno no se deja vencer por la desesperación", concluyó emocionada. También agradeció especialmente al equipo del Hogar Espíritu Santo, mencionando a Ramón Ramírez -entonces supervisor que recibió a Adrián en 2021-, Carla Melo, el enfermero Leonel Valdez "de enorme corazón y humanidad", y actualmente Enrique Duarte, supervisor al frente del Hogar, junto a la enfermera Marianela Benítez, entre otros. "No hay palabras para destacar tanta dedicación a cada niño. El Hogar Espíritu Santo es testigo de todo lo que hacemos para acompañar y ayudar. Ellos son parte de la familia que hoy sostiene la vida de Adrián", completó Eva.

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