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» Diario Cordoba
Fecha: 17/10/2025 21:09
El krill es un crustáceo diminuto, de entre tres y seis centímetros de largo, con un aspecto muy parecido al camarón. Aunque se puede encontrar en aguas de todo el mundo, su hábitat por excelencia está en las frías aguas del océano Austral, muy cerca del hielo marino. Pese a su pequeño tamaño, sobre él recae la viabilidad de todo el ecosistema antártico. Porque en ese remoto territorio todos los organismos, sin excepción, se alimentan directamente de él o de otros seres vivos que lo consumen. Sin él, todo el hábitat se vendría abajo. Pingüinos, focas, leones marinos y ballenas dependen de esta fuente de proteína. Y, a pesar de que es uno de los animales más abundantes del planeta, en la actualidad se enfrenta a dos amenazas que, aunque no son nuevas, combinadas tensionan su existencia como nunca antes: el cambio climático y la presión de la industria pesquera. En virtud del Tratado Antártico, que se firmó en 1959, este territorio solo puede usarse para fines pacíficos y de investigación, es decir, es un inmenso laboratorio al aire libre que no pertenece a ningún país concreto, sino a todos los que integran dicho tratado. Su número de miembros se ha ido elevando hasta alcanzar los 58 actuales, incluyendo a España. Las decisiones en la Antártida las toman esos países y deben ser por unanimidad. Una de las normas adoptadas fue, en 1980, la Convención del Krill, que se impulsó, sobre todo, para acotar la pesca de este vital crustáceo y supeditarla a principios medioambientales. Acumulación de krill en el mar / Agencias Pero el krill no solo es alimento de muchas especies, sino que también es vital por su capacidad para absorber dióxido de carbono. Ello es así porque se alimenta principalmente de fitoplancton, que a través de la fotosíntesis capta CO2. Este carbono es consumido después por el krill, que más tarde lo excretará en forma de sedimentos que irán a parar al fondo del mar, fertilizándolo de paso. Una especie de gran valor económico Pero, pese a todas sus bondades medioambientales, lograr su protección total es una utopía, por culpa de su valor económico. Este crustáceo supone un volumen de negocio vital para la industria pesquera por su uso en acuicultura (como pienso que sirve de alimento para otros peces), en la producción de suplementos de omega-3 para el consumo humano y, en general, en la industria farmacéutica. El krill es un pequeño crustáceo parecido al camarón / Pixabay En la actualidad, los pesqueros faenan sobre todo en la zona comprendida entre la Península Antártica, las islas Orcadas del sur y las islas Georgia del sur, un terreno denominado Área 48. Es decir, justo bajo el continente americano. Dentro de este vasto territorio, hay dos puntos calientes por la abundancia de este pequeño molusco: los estrechos de Gerlache y Bransfield. Ballenas en peligro De acuerdo con las normas del Tratado Antártico, la cantidad máxima de krill que se puede extraer al año en el Área 48 se eleva a 620.000 toneladas, un límite que hasta el año pasado no se había alcanzado jamás. A eso se une que, precisamente hasta 2024, estaba en vigor una disposición que dictaba que, de esas 620.000 toneladas, solo se podían pescar 155.000 en las aguas de la Península Antártica. Esa medida, que era temporal, no obtuvo el respaldo necesario para ser prorrogada, por lo que desde enero las capturas se han multiplicado. Pesqueros en busca de krill en aguas antárticas / sea shepherd Todo apuna, por tanto, a un aumento de la explotación de este recurso por parte de la industria pesquera, lo que puede poner en peligro la recuperación de especies de ballenas de estuvieron a punto de desaparecer por la caza industrial en el siglo XX. El autor de un estudio sobre este tema publicado en Nature, Jeremy Goldbogen, de la Universidad de Stanford (EEUU), afirma: «Nuestros cálculos demuestran la alarmante posibilidad de que capturemos krill hasta causar un daño real a las poblaciones de ballenas en recuperación», como son las jorobadas. Un aumento de la explotación de este recurso por parte de la industria pesquera puede poner en peligro la recuperación de especies de ballenas de estuvieron a punto de desaparecer Jeremy Goldbogen — Universidad de Stanford «Probablemente no hay suficiente krill para mantener las poblaciones de ballenas, pero ahora, además, se planea capturar todavía más en un futuro próximo», añade Goldbogen. Y es que, según las últimas investigaciones, las ballenas barbadas engullen una cantidad de este crustáceo bastante mayor de lo que los científicos suponían. «La pesca de krill se está produciendo más que nunca», afirma Matthew Savoca, ecólogo también de la Universidad de Stanford. «En comparación con el año pasado, hay más barcos en el horizonte. Rusia ha notificado su intención de empezar a pescar de nuevo. China va a aumentar su pesca». Un área marina protegida Para eliminar la presión que la pesca ejerce sobre este crustáceo, Argentina y Chile perfeccionan desde hace más de una década una propuesta para declarar como área marina protegida la Península Antártica. Esto supondría que alcanzaría un estatus muy similar a los parques naturales de tierra firme. Su nombre oficial sería Dominio 1 y abarcaría una amplia superficie de ecosistemas marinos altamente vulnerables. Incluiría desde el Arco de Scotia del Sur hasta el Mar de Bellingshausen, pasando por la costa oeste de la Península Antártica. En total, 670.000 kilómetros cuadrados que quedarían custodiadas durante, al menos, 70 años. El krill tiene un tamaño muy pequeño / Shutterstock El texto incluye una zona de protección general, donde se prohibiría la pesca de krill, y otra donde sí estaría permitida su captura, pero con una regulación estricta. «Esto permitiría a las focas, pingüinos y otros depredadores antárticos adaptarse a los impactos del cambio climático sin la presión adicional de las pesquerías de krill, que agotan su fuente principal de alimento», indica Agenda Antártica. Su futuro se está deciendo precisamente este fin de semana en Australia, donde se reúne la Comisión del Tratado Antártico. Una oportunidad para la esperanza. …………………… ENTREVISTA. Rodolfo Werner, biólogo marino «Con un área protegida, eliminaríamos la pesca de golpe» Rodolfo Werner lleva dedicando 20 años de su vida al estudio de la Antártida. Biólogo marino, asesor científico y miembro fundador de la Antarctic Wildlife Research Fund (AWR), es uno de los impulsores de la creación de un área marina protegida en la Península Antártica Rodolfo Werner, biólogo marino / AWR -¿Cómo afecta el cambio climático al krill? -En esta zona de la Península Antártica, la acción del cambio climático es muy grande, especialmente del calentamiento global, que hace que aumente la temperatura del agua y del aire y, por ello, que haya menos hielo marino. El krill, en su ciclo de vida, se alimenta de unas algas que viven en él. Al haber menos, se reduce también la cantidad de este crustáceo. -¿Teme más a la pesca o al cambio climático? -Son dos temas distintos, ambos muy preocupantes. Sobre el cambio climático, en la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos no hay mucho que podamos hacer. Uno de sus efectos es la acidificación del mar, que hará que el caparazón del krill tenga problemas en unos años. También hay que hablar del derretimiento del hielo. Por eso es tan importante la creación de un área marina protegida. En esos lugares eliminaríamos el golpe de la pesca. Porque sobre la pesquería sí podemos hacer cosas. Podemos monitorear sus efectos, podemos restringir, podemos buscar soluciones. -¿Es optimista respecto a la creación del área marina protegida en la Península Antártica? -Por supuesto. En 2012, cuando empezamos a elaborar la propuesta, había otras dos encima de la mesa para otras regiones de la Antártida, una de ellas para el Mar de Ross. Esta fue sistemáticamente bloqueada por China y Rusia, hasta 2016. Fue el momento de mayor éxtasis de mi carrera profesional. Ahí demostramos que se puede, aunque sea complejo y frustrante. -¿Cómo afecta el auge del negacionismo climático? -Digamos que no ayuda. Argentina tiene un presidente bastante negacionista, pero el país tiene una política de Estado que va más allá de todo esto. Respecto a Estados Unidos, esta Administración de Trump está siendo terrible y está golpeando fuertemente al programa antártico del país. Pero los delegados americanos no tienen ningún tipo de instrucción de la Casa Blanca para dar una patada a la mesa. Probablemente pasarán sin pena ni gloria. Rusia es otro tema, pero si logramos que China acepte, Pekín sí tiene la capacidad para pedirle a Moscú que nos deje avanzar.
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