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  • El checklist definitivo de liderazgo: las decisiones que ya están cambiando el rumbo de empresas argentinas

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 16/10/2025 15:01

    Un enfoque integral de liderazgo inteligente busca optimizar la gestión combinando tecnología, cultura organizacional y bienestar laboral (Imagen ilustrativa Infobae) ¿Cuál es el desafío del liderazgo para 2026, que ya nos pisa los talones? Tengo una respuesta rápida: no alcanza con ser estratégico, hay que ser inteligente. Inteligente en el sentido más completo de la palabra: combinar la inteligencia artificial, la emocional y la organizacional para leer un mundo que ya no se ordena solo por los números. El liderazgo inteligente es aquel que logra ver lo visible y también lo invisible; anticipa lo que todavía no se ve y mide lo que casi nadie mide. En la Encuesta Anual de CEOs de PwC Argentina, el 75 % de los líderes afirmó que la eficiencia organizacional será uno de los factores más influyentes en el desempeño de sus compañías. Sin embargo, aunque el 66 % asegura que la adopción de inteligencia artificial ya mejoró la eficiencia del tiempo, solo el 57 % percibe una mejora real en la efectividad de los equipos. Es decir, los CEOs están midiendo bien lo visible, pero ¿están en dominancia de lo invisible? Y ahí conceptualicé al liderazgo inteligente: el que sabe que para comprender el presente y crear futuro necesita palancas que suelen ser invisibles, que operan como instrumentos de diagnóstico y acción. No son teorías, son herramientas concretas para entender dónde se pierde valor y cómo volver a crearlo. Son cuatro palancas que aquí te presento. La primera palanca aparece en el recorrido de una decisión. Se trata de la gobernanza y trazabilidad de tus decisiones. Todos los CEOs deciden, pero pocas veces miden qué pasa después del “sí”. Una aprobación en comité que tarda veinte días en ejecutarse ya es una decisión devaluada. La oportunidad se perdió y, con ella, parte del margen. Gobernar las decisiones es hacerse cargo no solo del acto de decidir, sino del recorrido interno de esa decisión dentro de la organización. Un ejemplo: una empresa de consumo masivo aprobó un ajuste de precios, pero el circuito administrativo y legal demoró tres semanas en aplicarlo. Cuando el cambio llegó a góndola, ya había quedado corto. La pérdida no vino del mercado, vino de la demora interna. A veces el cuello de botella no está en la economía, sino en casa. Cuando un CEO gobierna este recorrido y lo hace fluir, los costos de oportunidad bajan y la velocidad de reacción aumenta. La segunda palanca es menos visible, pero más poderosa: el capital cultural líquido. La cultura es la nueva frontera del margen. Podés tener balances en verde y, sin embargo, estar perdiendo valor porque tu cultura se endureció. El capital cultural líquido es el activo invisible que determina si tu estrategia fluye o se bloquea. Cuando la cultura se estanca, las empresas entran en default interno: decisiones que se frenan, líderes que compiten entre sí, talento que se desconecta. Un caso claro: dos compañías se fusionan, los números cierran, pero los equipos siguen operando como si fueran rivales. Cada mes de fricción es margen evaporado. Cuando la cultura fluye, en cambio, la integración se acelera, la productividad sube y el retorno de la inversión llega antes. Una herramienta potente sería hacer un checklist de liquidez cultural: ¿Las decisiones críticas se implementan sin resistencia? ¿El talento clave sigue comprometido tras un cambio? ¿Todas las áreas interpretan los datos bajo los mismos criterios? Si las respuestas son sí, la cultura de tu empresa tiene liquidez. ¡Seguile así! Cada respuesta por “no” es dinero que se pierde y tiempo que no vuelve. Es dinero que se evapora. La verdad revelada aquí es clara: la cultura no es un intangible romántico, es un activo líquido que se traduce en margen. El liderazgo inteligente visualiza que la cultura no es una cuestión soft, es flujo de caja emocional y operativo. La tercera palanca tiene que ver con el tiempo. La mayoría de las empresas argentinas viven atrapadas en el trimestre: dólar, tasas, ventas. Ese cortoplacismo las vuelve reactivas y quizás menos estratégicas. Aquí la palanca que propongo es el backcasting. Así podés romper ese círculo. Es planificar al revés. Definir dónde querés estar en 2028 y traer de vuelta los hitos hasta hoy. El ejercicio cambia la conversación de todo comité: deja de preguntar “¿qué hacemos este mes?” para enfocarse en “¿qué haremos hoy que todavía tenga sentido en tres años?”. Por ejemplo, un fabricante de neumáticos concluyó que en 2028 la única manera de competir será con ruedas reciclables e inteligentes, capaces de medir presión y desgaste, y hechas con materiales sostenibles. El backcasting mostró que seguir invirtiendo en modelos convencionales era hundir capital, por eso la decisión fue redirigir recursos hacia I+D y acelerar la creación de líneas sostenibles. Tenés a mano otra herramienta que te puede servir ya. Te propongo un ejercicio de memoria futura en comité: definir tres logros indeclinables a 2028, trazar el camino hacia atrás y comparar con la agenda actual. El liderazgo inteligente no espera que el futuro llegue, lo diseña y lo arrastra hacia el presente. La cuarta palanca es silenciosa y crítica: el EBITDA emocional. Ninguna estrategia funciona con equipos agotados. El EBITDA emocional mide la energía útil de las personas: motivación, confianza, resiliencia. No figura en los balances, pero impacta en todos. Una compañía de servicios logró reducir su rotación un 15 % en seis meses al medir la energía útil del equipo, abrir espacios de feedback y ajustar cargas de trabajo. El impacto fue directo en el EBITDA real: menos reemplazos, menos errores, más satisfacción del cliente. Seleccioná un indicador de energía traducido en costos de rotación y productividad. Cada punto de energía ganado se convierte en un punto de EBITDA real. El liderazgo inteligente no romantiza la motivación, la mide, la gestiona y la protege como un recurso estratégico. Cuando un CEO trabaja con estas cuatro palancas a la vez, entiende algo fundamental: lo invisible también se mide. Gobernar decisiones, medir la liquidez cultural, pensar desde el futuro y cuidar la energía de los equipos no son gestos simbólicos, son los verdaderos motores de rentabilidad sostenida. El liderazgo inteligente no es solo una forma de pensar, es una forma de gobernar. Es la capacidad de unir lo técnico y lo humano, lo inmediato y lo proyectado, lo racional y lo emocional. La buena noticia es que estas palancas están al alcance de todos. No requieren certezas externas: exigen inteligencia interna. Porque el liderazgo inteligente no espera que el contexto mejore, lo interpreta, lo ordena y lo transforma en resultados. ¿Tenés visibles alguna de estas palancas? ¿Las usás? Y si no… ¿cuándo vas a empezar?

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