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» Elterritorio
Fecha: 15/10/2025 11:11
Un estudio del Instituto Malbrán reveló que el 50% de internados en terapia intensiva con infecciones severas mueren a causa de gérmenes multirresistentes. miércoles 15 de octubre de 2025 | 6:00hs. Cada vez se necesitan antibióticos más costosos para tratar enfermedades. Foto: imagen ilustrativa La resistencia antimicrobiana dejó de ser un problema futuro para convertirse en una crisis sanitaria global. Un estudio realizado en 35 hospitales del país por la Sociedad Argentina de Infectología (Sadi), en colaboración con la Anlis Doctor Carlos Malbrán, reveló que aproximadamente la mitad de los pacientes internados en unidades de cuidados intensivos con infecciones graves fallecen a causa de gérmenes multirresistentes. El dato refleja una tendencia alarmante que, según el infectólogo Oscar López, tiene su raíz en un hábito cotidiano: el uso indiscriminado de antibióticos. “Todo debería empezar por la prevención -explica-. Hay que evitar lo que se llama el uso irracional de antibióticos. La mayoría de las infecciones respiratorias y digestivas que atendemos de forma ambulatoria son virales, y los virus no necesitan tratamiento antibiótico”. López advierte que el problema suele comenzar con un gesto simple y muy común: automedicarse o presionar al médico para obtener una receta. “Muchas veces los padres llevan a sus hijos al médico por fiebre o catarro y piden un antibiótico. Pero de cada diez anginas, sólo dos o tres necesitan antibiótico. El resto son cuadros virales”, explica en diálogo con El Territorio. Los gérmenes aprenden El proceso por el cual los microorganismos se vuelven resistentes no ocurre de un día para otro, sino que es consecuencia directa del mal uso de los antibióticos. “Cuando usamos un antibiótico sin que sea necesario, presionamos a los gérmenes sensibles y seleccionamos los que son resistentes. Esos empiezan a predominar en nuestra flora habitual. Entonces, cuando verdaderamente necesitamos un tratamiento, el antibiótico común, como la amoxicilina, ya no sirve”. Con el paso del tiempo, los microorganismos desarrollan mecanismos sofisticados de defensa. “Si un antibiótico ataca su pared, el germen encuentra la forma de modificarla. Si el medicamento logra entrar, el germen puede expulsarlo mediante una especie de bomba interna. Así, se hacen cada vez más resistentes”, describe el especialista. Este fenómeno, conocido como “presión selectiva”, ha hecho que tratamientos que antes eran efectivos ya no funcionen. “Hace años, una infección de piel o un forúnculo se trataban con cefalexina. Hoy muchos de esos gérmenes ya no responden, y hay que usar antibióticos mucho más potentes y caros”, ejemplifica. Impacto económico y hospitalario El aumento de las bacterias multirresistentes no sólo tiene consecuencias clínicas, sino también económicas. Los nuevos antibióticos -producto de años de investigación y desarrollo- son mucho más costosos que los tradicionales, y su uso prolongado eleva los gastos hospitalarios. “Cada vez se necesitan tratamientos más caros para infecciones que antes se resolvían con antibióticos económicos”, advierte López. “Y esto no sólo encarece los medicamentos, sino también las internaciones, porque los pacientes requieren más días de hospitalización y cuidados intensivos”. El especialista señala que en los hospitales, donde circulan los microorganismos más resistentes, la situación es aún más delicada. “Un niño internado puede contagiarse con un germen multirresistente si no se cumplen adecuadamente las normas de higiene, como el lavado de manos o la correcta esterilización del material. Eso implica tratamientos prolongados, mayores riesgos de morbilidad y mortalidad y un costo sanitario mucho más alto”. Un cambio cultural urgente Para López, enfrentar la resistencia antimicrobiana requiere un cambio cultural tanto en la población como en los profesionales de la salud. “De cada cien consultas en una guardia pediátrica, sólo entre diez y quince deberían incluir un antibiótico en el tratamiento. Sin embargo, muchas veces se prescriben por presión de los pacientes o por hábito”, señala. La solución, insiste, pasa por el uso racional de antibióticos: evitar la automedicación, no exigir tratamientos innecesarios y confirmar siempre el diagnóstico antes de iniciar un antibiótico. “Cuando hay una angina, por ejemplo, existe un estudio muy simple, el hisopado de fauces, que permite saber si realmente se trata de una infección bacteriana. Sólo en esos casos se justifica el tratamiento”, explica. Además, subraya que la prevención incluye mejorar la cobertura de vacunación, una herramienta clave para reducir la cantidad de infecciones bacterianas que podrían requerir antibióticos. “Vacunar y usar bien los antibióticos son los dos desafíos más importantes que enfrentan las nuevas generaciones de médicos”, concluye. Noticia Relacionada Crean un tablero para monitorear
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