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  • “Como dijo Sarlo”: del vacunatorio VIP al feminismo, las entrevistas con la pensadora más popular

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 15/10/2025 05:02

    Beatriz Sarlo, una intelectual que pensó el presente. Este libro reúne una secuencia de entrevistas que, puestas en conjunto, marcan una continuidad, incluso en las diferencias. Todas juntas representan un autorretrato nítido y realista de una de las intelectuales más importantes que ha dado nuestro país. En cada una de sus respuestas, Beatriz muestra que piensa en caliente pero nunca resigna el rigor. Sobre todo, cada respuesta es una invitación a ver cómo funciona su mente: la cultura para Beatriz es un sistema de vasos comunicantes. El arco temporal de estas entrevistas (2017–2024) permite advertir la persistencia de sus preocupaciones y la evolución de sus diagnósticos: de la crítica al “estilo de gestión” y a las torpezas de la política, a las discusiones sobre feminismo y esfera pública; de la ética institucional en la pandemia al deterioro educativo y, ya en la coyuntura reciente, a la irrupción de nuevas derechas, la antipolítica como clima y la fragilidad del sistema. Como dijo Sarlo Por Varios autores eBook Gratis Descargar No hay lugar en el pensamiento de Sarlo para las etiquetas ni los algoritmos. Es precisa, incisiva, resiste los lugares comunes y genera incomodidad en una defensa incansable de la lectura y sobre todo de la conversación pública. Por eso, este volumen no es solo un archivo de opiniones sino un mapa de problemas: memoria histórica, educación, populismos, organización política, ética estatal , por debajo, siempre, la literatura como un río vital para conducir todos sus temas. En las primeras entrevistas aquí recopiladas, Sarlo revisa el estado de la política argentina con una categoría que se vuelve leitmotiv: la torpeza como talón de Aquiles de los gobiernos (nombra la palabra “torpeza” diez veces), una mezcla de errores de ejecución y confusión de fines. No hay complacencia en su juicio, pero tampoco hay cinismo: la democracia es una obra siempre incompleta y, por eso mismo, exige una vigilancia crítica sin mirada naif o inocente. Son páginas que conviven con su reflexión sobre el feminismo: apoya sus reivindicaciones y al mismo tiempo se interroga por las trayectorias reales de autonomía de las mujeres en tanto independencia económica y simbólica, esquivando tanto la consigna fácil como los slogans de moda. “Lo excelente sería que (los derechos de las mujeres) no tuvieran que ser reivindicados como la última bandera que se planta en la montaña, sino como lo normal que una sociedad democrática tiene que tener como legislación”. La sección sobre la pandemia cristaliza otro eje: ética pública y transparencia. La controversia por el “vacunatorio VIP” no se narra como anécdota, sino como prueba de criterios: Sarlo distingue con sinceridad el vínculo personal de la responsabilidad institucional y en su reflexión nos exige pedir reglas visibles, sostener la convicción de que la justicia debe intervenir cuando los principios se vulneran. La valentía de la exposición, con sus costos públicos y personales, se legitima en esa reflexión, no en la búsqueda de protagonizar la escena. Tal vez el corazón más urgente del libro sea su alarma educativa. Con la frase dura y precisa “con semialfabetizados no creás un país moderno”, Sarlo ata el abandono escolar, la malnutrición y el déficit de lectura con el horizonte cívico y económico. La escuela, recuerda, fue una máquina republicana de integración; su debilitamiento no es solo un drama individual: es una avería del futuro. No hay estadísticas en estas páginas, pero sí un saber de largo plazo: sin lengua trabajada, sin hábitos de lectura, sin disciplina cognitiva, la democracia se achica y el debate se degrada frases vacías, sin contenido, sin memoria colectiva. Beatriz Sarlo, en el estudio de Infobae. (Gustavo Gavotti) En una de las entrevistas más recientes emerge un paisaje donde la antipolítica, ese “son todos iguales” que se oye en la calle, se vuelve clima de época. Sarlo distingue dos operaciones: repetir ese malestar y organizarlo. Ahí ubica a las nuevas derechas y pone bajo la lupa la fragilidad específica en la construcción del sistema. La palabra “motosierra” se lee como metáfora potente, no como programa; lo decisivo es si hay o no organización capaz de sostener reformas, articular provincias y negociar con actores sociales que conservan poder. Y, hoy más que nunca, esa definición toma un sentido implacable: “Yo creo que se viene gran pobreza, gran necesidad, y represiones puntuales donde eso sea necesario. Motosierra, no, sería la guerra civil. Si vos tenés la hipótesis de la guerra civil, y bueno, está bien: ellos tienen la motosierra y yo tengo la sierra moto. No es que yo sea optimista, sino que veo cuáles son los límites que tienen los demás, no les tengo tanto miedo como para pensar que son ilimitados”. Vistas en conjunto, estas entrevistas enseñan un método. Sarlo defiende la economía de la atención (“la prueba de las cuatro páginas” para abandonar un libro que no prende), pero también la idea de que la teoría no es un adorno: se incorpora con el tiempo y trabaja por debajo de la lectura, sin necesidad de exhibirse. En la misma línea, se permite revisar su pasado, como cuando declara que hoy repudia aquello que en su juventud consideró “reparación” en referencia a su silencio frente al asesinato de Aramburu. No solo se arrepintió sino que lo dejó por escrito en su libro La pasión y la excepción. En la entrevista con Infobae en 2022, con motivo de la reedición de ese libro, Sarlo abona su argumento: “Me pareció que era un acto de sinceridad intelectual decir ‘estuve equivocada no sólo políticamente sino éticamente’”. No hay indulgencia ahí, sino una ética del pensamiento crítico: el derecho a cambiar de idea cuando cambian los argumentos o cuando la experiencia ilumina de otro modo. Beatriz Sarlo, durante una entrevista en su casa. (Franco Fafasuli) De ese método se desprende una lección que atraviesa el volumen: pensar tiene costos. En lo público, esos costos se pagan con críticas, malentendidos o cancelaciones. Pero la alternativa, guardarse, degrada la conversación común. Por eso Sarlo reivindica un tono, un vocabulario, una paciencia para distinguir entre Estado y gobierno, entre carisma y organización, entre denuncia y espectáculo, entre política y moralina. Su insistencia no es retórica: es pedagógica. Este libro se puede leer de manera cronológica o por temas y en este segundo recorrido podrán los lectores recorrer con claridad los asuntos que ocupaban la cabeza de Sarlo en los últimos años: memoria, educación, ética pública, organización política. Del rito a la disputa por el sentido, con atención a los tonos: qué se dice, cómo se dice, quién escucha; hasta la lengua, la lectura y el cuerpo (nutrición, tiempo, disciplina) como condiciones de posibilidad del desarrollo. Nada escapa a su mirada activa. Cualquiera sea el orden, conviene leer lento. No por reverencia sino porque el libro ofrece una gimnasia: cada entrevista deja una idea-fuerza y, a la vez, una manera de argumentar. Esa doble capa es lo que vuelve útiles estas páginas para el aula, la redacción periodística o el simple -o no tan simple- ejercicio de pensar. Es lo que dice y cómo lo dice. Es la idea y la argumentación para sustentarla. Es el título pero, sobre todo, el desarrollo. Leer a Sarlo y poder sentir en estas entrevistas el eco de su voz provoca una sensación rara y valiosa: la de recuperar el gusto por la distinción. En tiempos de consignas y refritos, esa puede ser una forma implacable de la valentía: decir esto sí y esto no, con razones. Esa es, creo, la contribución más honda de este libro. Que cada quien, a partir de aquí, discuta, rechace, adopte o corrija. Pero que lo haga haciéndole honor a la pensadora, que lo haga pensando.

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