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» Diario Cordoba
Fecha: 14/10/2025 13:53
Cotorras, siluros, carpas, chinches, diferentes tipos de plantas... Hemos normalizado la presencia de distintas especies invasoras en las ciudades —incluida Córdoba— que, sin darnos cuenta, afectan a nuestro entorno. Algunas acaban o reducen la población de nuestras especies autóctonas, mientras que otras tienen incidencias directas en nuestro día a día: favorecen la aparición de alergias, dificultan la visibilidad en las carreteras, incrementan el riesgo de incendios o afectan al ruido de la ciudad. Un riesgo del que los ciudadanos son cada vez más conscientes, aunque «no lo suficiente», y que, sobre todo, resulta muy difícil de frenar. Son las principales conclusiones que resalta el investigador de la Universidad de Córdoba (UCO) y experto en especies invasoras, Pablo González. Para él, el principal riesgo que enfrenta Córdoba en este ámbito se encuentra en las plantas, algunas de las cuales llevan más de diez siglos en la ciudad. Tanto, que incluso podrían no considerarse especies invasoras, aunque también existen casos de peces, animales vertebrados e invertebrados. Cañas en el entorno de la ribera, al paso del Guadalquivir por Córdoba. / Manuel Murillo González define una especie invasora como aquella que no es original de la zona gracias al ser humano y que ha llegado a ella y se ha expandido rápidamente, generando un impacto «tanto económico como ambiental o social». Cañas y rabo de gato En el caso de las plantas, el experto señala que Córdoba cuenta con un número importante de ellas, entre las que destacan el ailanto (Ailanthus altissima), el rabo de gato (Cenchrus setaceus o anteriormente Pennisetum), la caña (Arundo donax), y la banderita española (Lantana camara). En el caso de las dos primeras, se trata de especies que llegaron a Córdoba recientemente. El ailanto lo hizo porque «se utilizaba para estabilizar las laderas de las carreteras». Su expansión ha sido «rapidísima» y causa problemas de seguridad vial, apunta González. «Está presente sobre todo en la autovía, aunque también lo vemos en muchos solares abandonados de la ciudad y en la zona del río». Se trata de árboles de crecimiento muy acelerado. El impacto de estas especies va más allá de acabar con las poblaciones autóctonas, ya que también incrementan el riesgo de incendio o de accidente, favorecen el repunte de alergias, dañan la vegetación de la zona y pueden afectar al curso natural de los ríos Otras especies, como el rabo de gato, aumentan la probabilidad de incendios, señala el investigador. Esta planta está presente especialmente en la zona de Rabanales 21 y el polígono de Las Quemadas, aunque alerta de su expansión hacia otros puntos de la capital. Además, se trata de una especie que «tapiza y deja un impacto muy grande en la biodiversidad vegetal», apunta. Mientras que el rabo de gato favorece el repunte de las alergias a las gramíneas, otra de las especies invasoras con mayor presencia en Córdoba es la caña, introducida por los árabes durante su paso por la Península, y que se puede observar sobre todo en la ribera. Su impacto va más allá de la biodiversidad, ya que «modifica el ciclo hidrológico» y el cauce de los ríos, puesto que «es una bomba de agua que está sacando continuamente agua del cauce». Más de la mitad son invasores Pero la presencia de especies invasoras va más allá de las plantas. En la Península Ibérica, la mitad de las especies de peces son invasoras, una cifra que Moreno cree que es «mucho mayor» a nivel de biomasa. Córdoba no está exenta de esta situación, y para ilustrarlo cita el siluro como el caso más paradigmático: una especie que puede superar los dos metros y que se encuentra en espacios como el pantano de Iznájar. Fue introducida por resultar «especialmente atractiva para los pescadores». En la capital, el investigador menciona las carpas, procedentes de Asia, mientras que el barbo resiste como especie nativa. Además, estas especies son «muy difíciles de controlar y erradicar» a nivel poblacional. Las chinches también representan un riesgo a tener en cuenta. González menciona que en el último lustro se han disparado los casos de jazmines que se han estropeado «sin que sus cuidadores sepan por qué», debido a la aparición de un chinche asiático. Cañas en el entorno de la ribera, al paso del Guadalquivir por Córdoba. / Manuel Murillo En cuanto a los animales vertebrados, el caso más paradigmático es el de las cotorras, presentes en prácticamente todo el país. Han llegado antes, y de manera más intensa, a ciudades como Málaga, Zaragoza o Sevilla, explica González, donde llevan «en torno a 20-30 años». En Córdoba, su presencia se remonta a «aproximadamente una década». El auge de esta especie, señala el investigador, se debe a que «se adaptan muy bien a nuestro clima» y su impacto resulta muy llamativo para los ciudadanos, sobre todo por su característico sonido. Se las puede encontrar principalmente «en los árboles de los parques, donde dejan sus nidos», los cuales suponen además un riesgo para los viandantes o menores que puedan estar jugando bajo ellos. Sin embargo, González insiste en que en Córdoba su presencia aún es limitada y recuerda que este tipo de animales resultan «mucho más fáciles de controlar» a nivel poblacional cuando hay pocos individuos. Mayor control y soluciones Por todo ello, el investigador de la UCO sitúa el principal foco de los problemas en las especies vegetales y acuáticas. Asegura que tanto la administración como la ciudadanía han tomado una mayor conciencia de los riesgos e impactos de las especies invasoras. Pese a ello, lamenta que se actúa «tarde» y lo difícil que resulta anticiparse y detener el auge de especies no nativas. «Tenemos normativas, pero no recursos», critica. Y aunque entiende que el repunte de especies invasoras desde la segunda mitad del siglo XX es «consecuencia del mundo globalizado en el que vivimos», pide a las administraciones un control centralizado de la situación. Esto, a su juicio, ayudaría a la prevención de impactos y «nos ahorraría muchísimo en control de especies invasoras».
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