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  • “Dilexi Te”: amar a los pobres para volver a ser humanidad

    Colon » El Entre Rios

    Fecha: 14/10/2025 06:30

    “Yo te he amado” (Ap. 3,9). Con estas palabras, el Papa León XIV inaugura su primera exhortación apostólica, presentada en Roma el 9 de octubre pasado. Un texto que vuelve a colocar el amor en el centro de la fe y de la vida social. Por Federico Gauna (*) Un amor que reordena el corazón del mundo En Dilexi Te, PP León XIV retoma la enseñanza de la Iglesia sobre el amor a los pobres como dimensión esencial del cristianismo. El documento —en continuidad con Dilexit Nos del Papa Francisco— no busca solo conmover, sino convertir: nos recuerda que la cuestión de los pobres no es una categoría sociológica, sino una cuestión teológica, porque “los pobres son la misma carne de Cristo”. El Papa León XIV nos invita a mirar el rostro de Dios en el rostro de quien sufre. En ese gesto de cercanía se juega la autenticidad de nuestra fe: amar a los pobres es amar a Cristo pobre, y reconocer en ellos su presencia transformadora. Frente a la ilusión de una felicidad basada en la riqueza y el éxito, Dilexi Te denuncia la cultura del descarte que vuelve invisible el dolor y trivializa la injusticia. “El pobre no es un destinatario de compasión, sino un sujeto de encuentro y de esperanza.” — León XIV, Dilexi Te 2. De lo global a lo local: el desafío de mirar y no acostumbrarse La exhortación papal tiene una resonancia particular cuando se la lee desde territorios concretos como Concordia, ciudad marcada por una pobreza estructural persistente. Aquí donde las cifras se repiten año tras año, Dilexi Te propone un cambio de mirada: detrás de cada número hay un rostro, detrás de cada indicador hay una historia humana. La pobreza no es una estadística, sino un espejo. Refleja nuestras desigualdades, pero también nuestra posibilidad de reconstruir comunidad. Tal vez este sea el tiempo de redescubrir que la fraternidad no es una utopía, sino un proyecto posible cuando los corazones y las instituciones deciden cooperar, cuando la caridad se vuelve modo de vida, y cuando el amor al prójimo se hace política de bien común Utilizando el concepto de "glocal", acrónimo de "global" y "local" que describe la tendencia a pensar globalmente mientras se actúa localmente, permitiendo a los gobiernos, a las organizaciones, los individuos y grupos tomar decisiones que resuenan en sus comunidades mientras operan dentro de un marco de referencia mundial. El mensaje universal del Papa se hace glocal cuando interpela nuestras comunidades locales a revisar cómo vivimos, producimos, consumimos y nos vinculamos. La pobreza —nos recuerda León XIV— no es solo falta de ingresos, sino también soledad, marginación, carencia de sentido. Por eso el amor cristiano debe volverse criterio de desarrollo humano integral: ni asistencialismo que adormece, ni meritocracia que excluye, está llamado a ser fraternidad que promueve. “A los pobres los tendrán siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre” (Mt 26,11). Con esta frase, Jesús no resigna la pobreza: la eleva a sacramento de encuentro. 3. Llamado a la conciencia social: dignidad humana, bien común, destino universal de los bienes, subsidiariedad y solidaridad Quizás hoy más que nunca, Dilexi Te nos urge a reconstruir la sensibilidad moral de nuestras sociedades. Detrás de cada estadística hay una historia humana que interpela, una herida que debería dolernos en el alma. Los principios de la Doctrina Social de la Iglesia nos ofrecen la brújula para esa conversión colectiva: • la dignidad de la persona humana, fundamento de toda justicia, que recuerda que cada vida tiene un valor sagrado e inviolable; y que no es patrimonio exclusivo de la Fe católica, “considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana… (Preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos) • el bien común, que nos llama a buscar el desarrollo integral de todos y no solo el bienestar de unos pocos; el “desarrollo de todo hombre y de todos los hombres… Populorum Progressio, 42. • el destino universal de los bienes, que afirma que la creación entera está destinada a servir a toda la familia humana; y a que nos empeñemos a obtener para cada persona y para cada pueblo, las condiciones necesarias de desarrollo integral de manera que todos podamos contribuir a la promoción de un mundo más humano; • la subsidiariedad, que reconoce y promueve la responsabilidad activa de cada persona, grupo e institución; donde todas las organizaciones de “orden superior” – el estado en manos de quienes llevan temporariamente la función de gobierno, ejemplo concreto - deben ponerse en actitud de ayuda, por tanto, de promoción, desarrollo y respeto de las menores; • y la solidaridad, que nos une en el compromiso de compartir lo que somos y tenemos. La determinación de empeñarse por el Bien Común - de todos y de cada uno – que es invitación a superar el individualismo muchas veces mostrado como “el camino…” Estos principios no son abstracciones morales: son estructuras vivas de convivencia. Cuando se encarnan en las comunidades, las asociaciones, las parroquias, las cooperativas y las instituciones públicas, la caridad deja de ser un gesto ocasional para convertirse en una cultura social. En palabras del Concilio Vaticano II: “La profunda y rápida transformación de la vida exige con suma urgencia que no haya nadie que, por despreocupación frente a la realidad o por pura inercia, se conforme con una mera ética individualista.” (Gaudium et Spes, 30) Recordarlo hoy es hacer presente que nadie puede desentenderse del dolor del otro, y que solo una sociedad que se deja conmover y actúa junta puede transformarse de manera sostenible, en clave de desarrollo y de esperanza compartida. 4. La ciencia de la caridad: organizar el amor para transformar La Ciencia de la Caridad, desarrollada por Klaus Baumann en la Universidad de Friburgo, ilumina el mismo horizonte que Dilexi Te. Baumann enseña que la caridad es una ciencia práctica del amor efectivo, donde se integran tres dimensiones: • El corazón que se conmueve; • la razón que organiza y • la voluntad que transforma. Solo un amor que combina emoción y estructura puede cambiar realidades. Una caridad sin inteligencia se dispersa; una organización sin alma se vacía. Por eso, tanto Dilexi Te como los postulados de la Ciencia de la Caridad, coinciden: la sostenibilidad del amor requiere institucionalidad, planificación y participación comunitaria. Desde esta perspectiva, Dilexi Te puede leerse como una convocatoria universal a articular fe, moral y gestión social. La caridad, entendida científicamente, no es mera filantropía ni beneficencia; es una metodología del encuentro que combina compasión con eficacia, empatía con racionalidad institucional. Como señala Baumann, “el amor que no se organiza se dispersa; el amor que no se encarna se vuelve discurso vacío”. Esta visión dialoga profundamente con el llamado de León XIV: “La caridad necesita de la inteligencia y de la organización, como el alma necesita del cuerpo para manifestarse.” Ambos —el Papa y el teólogo alemán — convergen en una misma intuición: solo una humanidad que ama de manera estructurada puede superar la pobreza estructural. 5. Concordia: un territorio que puede volver a conmoverse En Concordia, la pobreza tiene rostros: el del trabajador informal, el de la madre sola, el del niño que aprende con hambre, el del anciano invisible, el del joven en adicciones, la persona con discapacidad marginada, los desocupados. Son nuestros muertos sociales. Pero también tiene raíces estructurales: desigualdad, falta de oportunidades, informalidad crónica, debilitamiento del tejido social. Mirar todo eso desde Dilexi Te es reconocer que no hay desarrollo sostenible sin conversión moral colectiva. El Papa no propone romanticismo ni asistencialismo. Pide, en cambio, organizar la caridad como política pública y como cultura comunitaria. Recupera el sentido original del amor cristiano como principio de orden social: la caridad que estructura, que planifica, que dignifica. Esa visión enlaza directamente con los desafíos que ciudades como Concordia enfrentan hoy: recomponer vínculos, priorizar la educación, promover economías inclusivas, fortalecer la solidaridad organizada. Concordia puede ser un signo de esa nueva etapa: un lugar donde el desarrollo no se mida solo en cifras económicas, sino en la capacidad de conmoverse y de actuar juntos. Ser una ciudad que encarne Dilexi Te implica educar el corazón social, fortalecer la cooperación entre actores, y redescubrir el valor sagrado de cada vida. Porque cuando el amor se organiza, la esperanza se hace política; y cuando la esperanza se comparte, la pobreza deja de ser destino para convertirse en tarea colectiva. Epílogo La Iglesia se ha esforzado siempre, especialmente con su magisterio social, desde la Rerum Novarum escrita por el Papa León XIII (1891) por afrontar el tema de los más pobres. El gran jubileo del año 2000 se vivió como una nueva ocasión de fuerte conversión de los corazones, para que el Espíritu Santo suscite en esta dirección nuevos testigos. Los cristianos, juntamente con todos los hombres de buena voluntad, deben contribuir, mediante adecuados programas económicos y políticos, a los cambios estructurales tan necesarios para que la humanidad se libre de la plaga de la pobreza (Centesimus annus, 57). Dilexi Te es un retomar la invitación que ya recibimos del Papa Francisco en Fratelli Tutti, a que “…el amor construye puentes, (más) en una sociedad enferma que da la espalda al dolor y es analfabeta en el cuidado de los más débiles (Fratelli Tutti). La ilusión de una felicidad basada en la riqueza y el éxito a cualquier precio alimenta una cultura que descarta a los demás, una cultura indiferente a la muerte por hambre o a las condiciones de vida indignas. La pobreza, en la mayoría de los casos, no es una circunstancia accidental ni una elección. Una Iglesia que no pone límites al amor, que no tiene enemigos, sino solo hombres y mujeres a quienes amar, es la Iglesia que el mundo necesita. A través del trabajo, el cambio de las estructuras injustas y los gestos de ayuda personal podemos dar testimonio que amar a los pobres no es un gesto romántico: es una opción espiritual y civilizatoria. El Papa León XIV nos invita a creer nuevamente que la caridad puede ser motor de desarrollo sostenible, cultura de encuentro y fundamento de una humanidad más justa. Tal vez allí —en ese punto donde la fe toca la vida— se encuentre el verdadero sentido de su exhortación recordando hoy, y para siempre, la afirmación del Dios encarnado: “Yo te he amado” … para que también tú ames así. (*) Consultor de organizaciones sociales, religiosas, educativas, empresariales y de gobierno. Haciendo más consciente su gestión para Desarrollo integral, midiendo el impacto de sus acciones y brindando Mentoring/Coaching a sus direcciones.

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