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Usuhahia » Diario Prensa
Fecha: 13/10/2025 12:23
Un rostro de la Ushuaia de ayer, recordado solo por antiguos pobladores. En la década del 70, cuando Ushuaia aún era un pequeño pueblo al pie del glaciar, su figura formaba parte del paisaje cotidiano. Con su escoba, su pala y una sonrisa franca, Rafael caminaba las calles del centro, saludando a todos. Pocos sabían que detrás de aquel hombre humilde se escondía la historia de un buzo que había ayudado a construir el puerto de la ciudad. Nadie supo bien de dónde llegó, pero todos lo conocían. Rafael era parte inseparable de la calle San Martín, esa arteria que lo veía pasar cada día con su paso cansino y su saludo amable. En los inviernos duros, barría la nieve con paciencia infinita, despejando las veredas como si limpiara también la melancolía del pueblo. Decían los mayores que alguna vez había sido un buzo hábil, valiente, de los que trabajaron sumergidos en las aguas heladas durante la construcción del puerto. Pero una inmersión demasiado profunda lo habría marcado para siempre, arrebatándole la claridad y, con ella, el oficio que amaba. Desde entonces, su vida transcurrió entre el silencio, la rutina y la bondad de los vecinos que lo ayudaban con un plato caliente o una copa de vino. Rafael sobrevivió al frío, al olvido y a sí mismo, convertido en figura entrañable de una Ushuaia que ya no existe. Muchos lo recordarán como aquel hombre de barba blanca y mirada mansa que barría las veredas con dignidad. Y algunos, como el poeta Daniel Stefani, supieron darle lugar eterno en la palabra escrita. A continuación, el poema “A Rafael”, de Daniel Stefani, en homenaje a un hombre que fue parte del alma de Ushuaia. A RAFAEL Recién me inicio y quizás por temor a dejarte olvidado en mis albores siento ansias de entregarte este regalo , Rafael., dueño ignoto de mi pueblo y de sus calles. No amanece aún y tu risueño saludo ya ha llegado a las montañas que te ven caminando solitario las nevadas calles de Ushuaia, con tus señoriales gestos… escoba y pala. Te vi barrer muchas veredas tan alegres y blancas como tu alma, y cada copo que arrojabas por los aires dibujaba el mohín de tus miradas. También te vi regresar de la jornada con tu andar de parsimonia, tranco a tranco, recortando las baldosas cotidianas, medio pan y un vino tinto bajo el brazo, sin lograr desdibujar tu risa franca, saludando…. saludando, saludando. Vení, Rafael, y en estos versos hacéle un alto a la escoba y a la pala, y así, con el llanto detrás de nuestras risas, recortamos del brazo «tus» calles de Ushuaia.
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