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  • «Desde el 20 de agosto de 1997 estoy acá» – Abel, el hombre detrás del carrito de pancho

    Concordia » Despertar Entrerriano

    Fecha: 13/10/2025 09:20

    En la peatonal de Concordia, entre el movimiento cotidiano de la gente y los locales que abren temprano, hay un carrito que ya se siente parte del paisaje. Despertar Entrerriano, tuvo el agrado de charlar con Abel Orlando Oyuela, quien prepara panchos todos los días, y aunque su negocio no tiene nombre, él se ha convertido en un ícono de la zona. Desde el 20 de agosto de 1997, cuando quedó sin trabajo en Pindapoy y decidió mantenerse con este carrito, Abel aprendió a sostenerse con esfuerzo, creatividad y mucha constancia. “Al principio se vendía mucho, no daba a basto, después fue mermando, mermando, hasta que ahora los días son muy tranquilos”, confiesa Abel. Solo los días en que cobran jubilados, pensionados y quienes tienen planes sociales, el carrito vuelve a llenarse de movimiento. Las familias que pasean, los niños que tiran de la mano de sus padres y los vecinos que hacen un alto en su recorrido diario son sus clientes más frecuentes. Recuerda que el primer pancho que vendió costaba un peso “al principio, mis panchos salían un peso, por allá en el 97, en esos tiempos llegué a vender hasta 120 panchos al día, en la jornada completa, mañana y tarde”. Un trabajo de todos los días Abel trabaja casi a diario, descansando únicamente domingos y feriados, aunque a veces se anima a salir incluso en esos días. Su carrito, que guarda por la noche en la galería de San Cayetano, es su espacio de trabajo y su vida. “Me gusta manejarme con mercadería fresca, así que compro las salchichas y aderezos en la zona, a veces dos veces por semana”, explica. Cuenta con el apoyo de sus hijos, que lo acompañan en algunas tareas, y confiesa que toda su familia ha estado ligada de alguna forma a este oficio: además recuerda a su esposa, quien lo acompañaba y vendía garrapiñadas en un carrito del otro lado. El negocio no tiene nombre formal, pero Abel lo identifica con cariño como su “puesto”, y desde hace dos años paga tasa comercial para poder trabajar tranquilo. “Al menos nos dejan trabajar sin problemas”, asegura, mostrando que la rutina y la paciencia forman parte de la constancia de un comerciante que ha visto cambios y épocas de bonanza y de calma. El pulso de las ventas Durante la semana, las ventas se mantienen moderadas, y solo los días cercanos a los pagos se nota un aumento. “La semana pasada vendí una docena por la mañana y otra por la tarde. Esta semana estamos llegando a dos o tres docenas en ambos turnos”, explica Abel. El clima puede influir, pero la verdadera diferencia la marcan las fechas de cobro: entre el 8 y el 18 de cada mes, la peatonal late con un poco más de movimiento. El carrito de Abel no solo ofrece comida rápida, también es un punto de encuentro, un lugar donde conviven recuerdos, esfuerzo y la mirada de quienes pasan. Entre panchos y gaseosas, su historia refleja la de muchos que viven de la calle, del contacto diario con la gente y de la voluntad de mantenerse en pie pese a los años y las dificultades. Al despedirse, Abel sonríe y se prepara para otra jornada, mientras el carrito, silencioso, espera a que las manos de Abel vuelvan a darle vida, con aroma a pan, mostaza y tradición. Fuente: Despertar Entrerriano

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